Resulta que la oposición de derecha en México, no sólo resulta incapaz de asumir su responsabilidad en el fracaso electoral que sufrió el 2 de junio, sino que, también, es arrogante, se asume redentora y de la catástrofe electoral que sufrió en las últimas elecciones solo balbucea que el presidente López Obrador fue el culpable.
La politóloga y columnista Denise Dresser, expresó nítidamente lo que los intelectuales de derecha piensan de sí mismos y su papel en la historia del país. Todos se sienten protagonistas, y no beneficiarios como en realidad lo fueron, de su contribución en la construcción del neoliberalismo en las décadas finales del siglo pasado. Por lo menos así lo reconoce Denise Dresser.
Resulta que, al conocer la decisión democrática del pueblo de México, expresada en las urnas el 2 de junio, que llevó a la Presidencia de la República a la doctora Claudia Sheinbaum, le permitió a Morena ganar 7 de las 9 gubernaturas en disputa y le dio una amplia mayoría en el Congreso de la Unión, Denise Dresser, dijo: “me sentí muy triste al saber la mayor parte de mis compatriotas volvieron a colocarse las cadenas que les quitamos en los ochenta y en los noventas (sic de confesión), Volvieron a votar para que hubiera un solo partido, una sola voluntad. En nombre de la justicia social, de la soberanía, de los pobres. Por cualquier razón, pero políticamente es una regresión a un país que pensábamos superado.”
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¿Qué tal? Ella, Denise, y los intelectuales que ya conocemos, reconocen haber sido protagonistas de los cambios de esas décadas y han dejado de lado su modestia reconociéndose constructores de la hegemonía neoliberal. La hegemonía no es sólo cultural, pero los intelectuales orgánicos tienen como tarea constituir el consenso sobre la idea de que se ha llegado a la cumbre del régimen político, en este caso, el neoliberal; lo mismo ocurre con la economía, donde el libre mercado se reconoce como el desarrollo más armónico y productivo que ha conocido la humanidad; además, a los intelectuales neoliberales, correspondió, en las décadas mencionadas por Dresser, fijar en la conciencia popular que los fundamentos sobre los cuales se construyen los saberes de la modernidad capitalista son la más alta cumbre del pensamiento y nada indica la necesidad de cambiarlos; de ellos, se deriva que la historia ha llegado a su fin, en el sentido de no ser necesario, ni “posible ningún nuevo cambio histórico progresivo” (Fukuyama, El fin de la historia, Planeta, p. 19).
Pero ¿quiénes y cuántos más participaron en tan noble y riesgosa hazaña libertaria contra el nacionalismo–revolucionario? No lo dice Denise, pero sospechamos de aquellos que se vieron beneficiados por haber formado parre de esa exitosa conspiración neoliberal que “nos quitó las cadenas.”
Pero, las cadenas que nos quitaron nos llevaron a un régimen de la desigualdad como virtud individual, donde el yo se antepone al nosotros y el éxito, medido por la capacidad de estar dentro del mercado, lo que se convierte en el único objetivo del individuo. Ahora, un nuevo proyecto de nación atrajo a la población que anhela alcanzar el bienestar que el neoliberalismo le negó.
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