El triunfo de Morena se ha confrontado con la crisis de la oposición conservadora, que podríamos catalogarla como sistémica. Son realidades simultáneas: unos, rechazan la reflexión crítica y, otros, catalizan las ventajas obtenidas. Todo gracias a los electores.
Las agrupaciones que se coaligaron para competir contra la izquierda, están en una verdadera confusión. Se han “agarrado del chongo” con pleitos y jaloneos insultantes por pepenar en sus parcelas individuales, lo que queda, sin dejar de atacar al rival victorioso. La coalición triunfante, es culpable de todo lo que se les ocurre. Los alegatos de lo sucedido son como algo ajeno, y no dentro de los distintos partidos, donde están las causas del malestar que les aqueja, no analizan el fondo de lo sucedido ni diseñan alternativas para enderezar el rumbo ya muy extraviado.
Los conservadores coaligados quedaron, por completo, maltrechos en la competencia pasada, uno de sus coaligados, el PRD, no logró sobrevivir. Fue castigado por la implacable decisión de los ciudadanos que le decretó el destierro definitivo de la lucha electoral, perdió su vital registro. Esa agrupación, y sus gerentes, insisten en culpar al Presidente por su tragedia. Nunca entendieron que su endeble fuerza, los enfrentaba con el mayoritario sentir popular. Además de la sangría de sus ya escasos militantes, equivocaron su alianza con los otros dos: uno de retardataria esencia derechista que contradijo sus postulados y, el otro, impregnado en su imagen, de confusiones y trampas que aún siguen ejerciendo.
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El caso de la crisis del Partido Acción Nacional, es más compleja sin que se note algún remedio que lo auxilie y enderece, aunque sea tantito. Han desatado una feroz lucha de grupos y figuras que los desgasta. No piensan en el fondo de los problemas que los llevaron a extraviar votantes. Su declinación en las simpatías ciudadanas es notable. La alianza con el PRI los dañó seriamente. El conservadurismo del que presumen, se ensartó en un negativismo a ultranza. Su fanatismo extremo es de corta visión y endeble postura. Los vientos que corren por la República, tras la igualdad y el bienestar popular, les quiebra la voz, sus ideas y propuestas. Tienen amarga memoria y consecuencias antipopulares del traspié irremediable de sus dos nefastos ex presidentes. En cuanto a los problemas del priismo, son en verdad patéticos y de menor calaña. Se han agrupado en facciones irreductibles en pos de sus muy vulgares intereses. Una tendencia que les viene de siempre. Unos para aferrarse al deteriorado organismo que, a duras penas, mantienen con vida. Otros, que se ven sacados del cuarto decisorio, con ansias de élite y por volver a dictar sentencias y rutas. Los ahora dueños del partido sólo desean seguir al frente de una necia conducción y lucrar, sin mayor tentativa que negociar ventajas. Los de fuera, sin reconocer su nociva participación en el desastre, no sólo en la actual debacle, sino de su largo e indetenible curso de fracasos sucesivos. Se sometieron, llenos de soberbia, al torcido mando de los tecnócratas neoliberales y su trágico modelo acumulador. Les siguieron en sus oscuros enjuagues en pos de reducir el Estado y, hacer cuanto negocio se les pusiera en la mira. La consecuencia es, un insensible alejamiento del pueblo que no les perdonará el abandono.
Que pena dan estos derrotados.
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