En la época prehispánica, los calendarios no solo registraban, como en la actualidad, el paso del tiempo, lo mismo del cambio de estaciones como los ciclos biológicos de los seres humanos y otros seres vivos; en ellos, estaba también contenido el presente cuyo su testimonio quedó plasmado en monumentos y escrituras.
Los calendarios, un producto cultural que armoniza el ritmo de la vida de las sociedades con el movimiento celeste y el propio paso del tiempo, fueron el motivo de la conferencia Adivinación y destino en los códices y los rituales mesoamericanos que ofreció el historiador del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, Guilhem Olivier.
De inicio, dijo que a lo largo de la historia europea hubo una condena de la iglesia católica hacia la adivinación; no obstante, hubo tolerancia hacia ciertos tipos de adivinación, como el uso de libros como La Ilíada, de Homero que servía para sacar pronósticos, e incluso santos como San Agustín o San Francisco cuentan que hicieron uso del mismo procedimiento pero con la Biblia, que les sirvió para reafirmar su vocación.
En el marco de la sexta edición del ciclo de conferencias La arqueología hoy que organiza El Colegio Nacional, el investigador acotó que en los siglos XII y XIII llegaron a España tratados antiguos en árabe, griego y hebreo que abonaron en el nacimiento de la astronomía y la astrología, aceptada por la iglesia cristiana como la “astrología natural”.
Apuntó que en el caso mesoamericano, una luz sobre el tema la da el vocabulario, sobre todo el Vocabulario en lengua mexicana y castellana de Fray Alonso de Molina de 1571, con términos referentes a la adivinación, como “yoltehuia” que es imaginar o “yolteotl” que es como “dios corazón”, una palabra para decir que alguien tiene un buen juicio pero también el don de adivinar, término aplicado en el Códice Florentino para designar a personas de alta nobleza y a los tlacuilos, o pintores, los que hacían los códices.
En el caso de los calendarios mesoamericanos, expuso que existe un calendario, el Tonalpohualli, cuenta de los días o de los destinos, de 260 días, que es único en el mundo. Lo anterior, prosiguió, debido a que da cuenta del destino de cada uno de los días que marca, por lo que los antiguos pobladores lo usaban como instrumento de conocimiento, asociado al origen del tiempo cósmico, es decir, de la vida.
Estos calendarios adivinatorios, detalló el autor de diversos libros como Tezcatlipoca. Burlas y metamorfosis de un dios azteca, contenían listas de deidades con un significado especial para cada día, los cuales podían ser positivos, negativos o neutros.
“Tenemos 17 códices prehispánicos que lograron conservarse hasta nuestros días, de los cuales cuatro son de origen maya, seis mixtecos y uno zapoteco, por mencionar algunos, en los que se alude al calendario adivinatorio de 260 días”, indicó Guilhem Olivier.
En dichos documentos históricos y en otros códices coloniales, añadió, quedaron plasmadas algunas prácticas adivinatorias de la era precortesiana, vinculadas al citado sistema de conteo del tiempo.
De paso, el también miembro del seminario Las Representaciones de los Dioses en los Códices del Grupo Borgia, puntualizó que gracias a diversos estudios etnográficos se sabe que muchas comunidades conservan algunas de esas prácticas e, incluso, el propio calendario adivinatorio.
Por ejemplo, agregó, en el Códice Borbónico se representa a una mujer aventando granos de maíz sobre una especie de petate, técnica que hoy en día se lleva a cabo con semillas en distintas regiones del país, y según la posición en la que se encuentren tienen uno u otro significado.
Debido a que los frailes no estaban interesados en dichas prácticas, refirió, se describen de manera somera y no se conoce con precisión su origen, significado ni propósito; sin embargo, se encuentran plasmadas en múltiples códices y eso habla de la importancia que tenían para las culturas mesoamericanas.
Otras técnicas de adivinación que aparecen en los documentos históricos, puntualizó el historiador de la UNAM, son la observación de los astros, la interpretación del rugido del jaguar, el acomodo de las vísceras de los animales cazados o las huellas humanas o de animales que aparecían sobre cenizas, con las cuales se podían pronosticar acontecimientos relacionados con las cosechas, el tiempo, el matrimonio o el destino de las personas, entre otros.
Estas prácticas, pormenorizó, hablan de la relación que los seres humanos guardaban con los dioses, la cual tenía como base el intercambio, mediante ofrendas y rituales, a cambio de favores. Asimismo, concluyó, las maneras de analizar y organizar los simbolismos del arte de adivinar dan cuenta de un método racional de los pobladores mesoamericanos, el cual evolucionó a los modelos científicos que conocemos en la actualidad.