Diciembre es mes de friolento júbilo y de reconciliaciones con la vida y con los demás; es el mes en que creemos ser felices porque quienes tienen un trabajo formal reciben aguinaldo o reparto de utilidades. Los afortunados receptores de estos beneficios son, sin embargo, cada vez menos, pues en la economía mexicana predomina la informalidad, donde ni pensar en estas prestaciones. Quienes se encuentran en este segmento del mercado laboral a lo más que aspiran es quizá a propinas más generosas o alguna despensa con arroz y frijoles, nada más.
Pero hasta en eso de los aguinaldos y gratificaciones el país es absolutamente desigual, desigualdad que llega a la crueldad y si no lo cree compare el suyo –su aguinaldo, por supuesto–, con el que, por ejemplo, recibirá Agustín Carstens, ese pesado funcionario que funge como gobernador del Banco de México –alguna vez proclamado como la paraestatal más onerosa del país– que se llevará 890 mil 764 pesos de aguinaldo, esto es casi un millón de morlacos, nada malos por cierto; por su parte, los cuatro subgobernadores de esa misma institución alcanzarán por su dedicación a salvar a México, nada más ni nada menos que 845 mil 201 pesos; a su vez, el ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación alcanzará nada más 580 mil 644 pesos entre aguinaldo y gratificación por sus servicios a la patria, hoy seudónimo del poder; por su parte, quien fungiera como consejero presidente del FIE, Leonardo Valdés, además de los millones obtenidos con su retiro tendrá un aguinaldo sólo de 448 mil 960 pesos; y mire usted, Enrique Peña Nieto cobrará menos que todos los burócratas mencionados hasta aquí, porque claro se equivoca con más frecuencia (la última fue confundir la ciudad de Ojinaga, Chihuahua, con Okinawa en Japón) y eso ha de significar descuentos, bueno pues Peña recibirá antes del día 20 de diciembre, como marca la ley, 396 mil 476 pesos; larga y tediosa es la lista, pero vamos a cerrarla con broche de oro señalando que los 500 diputados federales, tan bien portados con el poder, tan dispuestos a levantar el dedo para aprobar todo lo que se acuerde en el Pacto por México, serán recompensados con 198 mil 187 pesos cada uno; mientras los 128 senadores (que anualmente ganan 2 millones 713 mil pesos, por su disciplina, su fidelidad a toda prueba al Pacto y aprobar sin chistar lo que se les ordena), obtendrán justamente 234 mil 330 pesos de aguinaldo.
Hay quien dice que el poder se sostiene porque a los mexicanos se nos ha impuesto como única aspiración llegar a formar parte de la “burocracia dorada”, la de cheque grande. Cierto, el poder nos ha vendido la idea de que en este país cualquiera puede alcanzar esos ingresos, y es cierto, pero ahí está el tuco, cualquiera no son todos, de ahí que casi todos quisieran ser cualquiera.
No podemos cerrar esta entrega sin referirnos al “sorprendente” descubrimiento que hizo el PRD, bueno para decirlo con propiedad los Chuchos, que ya se dieron cuenta que el PRI y el PAN negocian en lo oscurito con Peña Nieto la reforma política y la energética –igualito que ellos negociaron la hacendaria–, “con absoluta falta de respeto a los procedimientos parlamentarios…”, dicen ahora los Chuchos en un desplegado, aparentando olvidar que ellos fueron actores principales de esa falta de procedimientos ¿o no fue así como se aprobó la reforma educativa que votaron a favor junto con el PRI y el PAN?
Ante tan “sorpresivo” descubrimiento, que fingen un indignado berrinche y muy dignos anunciaron su salida del Pacto por México. Conociendo a los Chuchos, acuérdese que Graco Ramírez, el gobernador de Morelos, pertenece legítimamente a esa corriente, podemos decir que algo obtendrán del gobierno y volverán al Pacto –calculando perversamente que se aprueben ambas reformas sin su presencia en las cámaras y salvar así el pellejo–, para seguir haciendo de comparsas en la triunfal marcha del poder.