Tehotonio dos Santos, intelectual latinoamericano nacido en Brasil y uno de los fundadores de la Teoría de la Dependencia, la caracteriza como una situación en la cual un grupo de países tienen su economía condicionada por el desarrollo y expansión de otra economía, a la cual está sometida.
La relación de interdependencia, entre dos o más economías, asume la forma de dependencia cuando algunos países (los dominantes) pueden expandirse y auto impulsarse, en tanto que, otros países (los dependientes), sólo pueden expandirse como reflejo del país dominante.
La complejidad expresada de manera tan sencilla en la década de 1970, ha superado la prueba del tiempo y la dependencia sigue vigente. Basta reflexionar sobre lo está sucediendo a México y Canadá (países dependientes), para mostrar como las decisiones del país central (Estados Unidos), afectan a los países dependientes. En nuestro caso, la elevación de aranceles a los productos mexicanos por decisión de Trump, afectará severamente a toda la economía nacional. De esta manera, los aranceles pasan de ser un instrumento de protección de la economía, o de un sector de ella, tal como ocurrió en México durante la etapa de sustitución de importaciones, a ser un arma letal y de chantaje.
Por otra parte, si algo ha demostrado el desarrollo del capitalismo en México, es uno de los postulados fundamentales del dependentismo, consistente en el hecho de que la situación de dependencia que imprime el capital financiero cancela toda posibilidad de un desarrollo económico que favorezca a la población de los países dependientes. De ahí la incapacidad de la burguesía nacional, cualquier cosa que esto signifique, para modificar la situación dependiente de sus economías y mejorar el bienestar de la población; en todo caso, tanto la burguesía nacional termina, siempre, por subordinarse o aliarse e integrarse de manera dependiente (subordinada) al capital extranjero.
Para la Teoría de la Dependencia, el desarrollo de una parte de la sociedad y el atraso de otra, se hallan en interdependencia mutua y contradictoria. Esto es, el capitalismo produce el desarrollo de un polo y, simultáneamente, la desigualdad y la pobreza en otro. Este desarrollo desigual, al ser producto del capitalismo, no puede ser resuelto sin el empuje y decisión multiclasista y un gobierno progresista.
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Un postulado de los dependentistas, de ninguna manera desmentido, sino confirmado por el desarrollo del capitalismo en América Latina, incluido México, plantea que los modelos de desarrollo característicos de la evolución de las sociedades de la región en el último tercio del siglo XX, ha sido determinada por procesos de acumulación y reproducción del capital, cada vez más integrados a la dinámica capitalista global. Esta integración, se afirmaba en principio y se confirma ahora, resulta estructuralmente desigual y asimétrica y, por tanto, está condicionada por relaciones de dominación y dependencia, donde el proceso de desarrollo genera una creciente dependencia y polarización, descripción puntual del comportamiento económico durante la modalidad neoliberal del capitalismo mexicano, proyecto que la población ha rechazado y no quiere volver a él, según indican los resultados electorales registrados en 2018 y 2024.
En México, se ha iniciado la transformación del país mediante un proyecto de desarrollo, que contempla el crecimiento con bienestar. Este proyecto alternativo, requiere romper la dependencia que hace tan vulnerable al país. Se trata de dar un mayor impulso a la economía interna, por un lado y, por otro, encontrar nuevos mercados para los productos mexicanos para llevar adelante un comercio justo con América Latina, Europa y, cómo no, Asia.
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