En 2024 Puebla alcanzó una dependencia de remesas equivalente a 5.3 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB), incrementó respecto a 5.1 por ciento de 2023, y mantuvo el onceavo lugar nacional en la proporción por el dinero enviado por migrantes de Estados Unidos, de acuerdo con el Anuario de Migración y Remesas México 2025, elaborado por Fundación BBVA México y el Consejo Nacional de Población (Conapo).
El registro posiciona a Puebla por encima de la media nacional, pues a nivel país las remesas representaron 3.5 por ciento del PIB durante el mismo periodo. Este flujo consolida su papel como columna vertebral para miles de familias poblanas, sobre todo en regiones rurales y zonas de alta migración internacional.
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En términos absolutos, Puebla recibió 3 mil 367 millones de dólares en remesas durante el año, lo que la consolidó en el octavo sitio nacional en captación, detrás de Michoacán (5 mil 647 millones), Guanajuato (5 mil 645 millones) y Jalisco (5 mil 503 millones). Sin embargo, el peso relativo de este ingreso en la economía local es el que la ubica entre los estados con mayor dependencia.
Al comparar la dependencia remesera en porcentaje del PIB estatal, encabezan la lista Chiapas (14.6 por ciento), Guerrero (14 por ciento), Michoacán (11.2 por ciento), Zacatecas (10.9 por ciento), Oaxaca (10.3 por ciento), Morelos (5.9 por ciento) y Durango (5.8 por ciento).
Con su 5.3 por ciento, Puebla deja atrás a entidades como Hidalgo, San Luis Potosí y Jalisco. En contraste, estados como Nuevo León, Tabasco y Campeche muestran valores por debajo del uno por ciento de su PIB por remesas.
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El estudio detalla que, en 2022, más del 30 por ciento del ingreso corriente total de los hogares receptores de México provino de remesas. En territorio poblano, la participación es mayor en zonas rurales y marginadas, donde ese dinero representa la principal fuente para cubrir necesidades básicas, educación o pequeños emprendimientos.
A nivel nacional, el 4.6 por ciento de los hogares reportó recibir remesas y casi el 51 por ciento de estos hogares estaban encabezados por mujeres.
Durante 2024, México se consolidó como el principal receptor de remesas en América Latina, alcanzando 64 mil 745 millones de dólares. De ese total, el 96.6 por ciento provino de migrantes en Estados Unidos y el 1.7 por ciento de Canadá. Los principales estados de origen en la Unión Americana fueron California, Texas y Colorado.
No obstante, BBVA advierte que las remesas a México podrían caer 5.8 por ciento en 2025, cerrando en 61 mil millones de dólares. La incertidumbre sobre el flujo de remesas ya suma 20 meses y condiciona el panorama para muchas familias mexicanas.
El ajuste es atribuido principalmente a la menor inserción de migrantes mexicanos en el mercado laboral estadounidense, una tendencia observada desde noviembre de 2023, antes incluso de la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca.
El informe indica que, aunque la política migratoria de Trump puede generar preocupación, no es el factor principal de la posible baja, ya que el miedo reduce tanto la migración de mexicanos como su nivel de consumo y participación económica.
Además, la apreciación del peso mexicano ha disminuido el incentivo para enviar dinero, sobre todo cuando los recursos se planean como inversión para el retorno.
Un eventual impuesto del 1 por ciento sobre remesas en efectivo —estimado para 2026— tendría efecto limitado para México, pues el 85 por ciento de los migrantes mexicanos tiene cuenta bancaria o tarjeta de Estados Unidos., por lo que la mayoría eludiría el gravamen y solo los envíos informales lo asumirían, sin que esto desate el uso masivo de canales alternativos.
Por otra parte, en el anuario se menciona que las detenciones por arrestos del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE) en 2023 y 2024 promediaron 8 mil casos mensuales, pero en marzo de 2025 llegaron a 19 mil. Aun así, son muy pocos: hay 11 millones de migrantes no documentados en el vecino país.
En tanto, la economía poblana permanece altamente dependiente de las remesas, lo que le permite amortiguar los efectos de carencias laborales y bajos ingresos, pero la proyecta como vulnerable ante cualquier alteración en el contexto global.


