La vida comunitaria mantiene lazos de mayor cohesión en los pueblos pequeños o en aquellas ciudades cuyos habitantes comparten mayoritariamente un sistema de creencias entre religiosas y de otro tipo, procedentes de tradiciones muy antiguas. Es el caso de San Pedro y de San Andrés Cholula, poblaciones en las cuales sus vecinos manifiestan una profunda religiosidad que proviene del mundo indígena mesoamericano y que se manifiesta regularmente como una mezcla –que no síntesis– con el catolicismo más tradicional.
De esta manera, las celebraciones sociales de los cholultecas, además de cumplir previa y estrictamente con el ceremonial religioso, consisten en grandes pachangas en donde se convoca a la muy numerosa familia, a los amigos, compadres y vecinos en una especie de redistribución social de la riqueza del organizador.
Para armar la fiesta, prácticamente, “echan la casa por la ventana”, pues los terrenos generalmente amplios de sus casas resultan insuficientes para contener a los numerosos invitados; para ello alquilan grandes carpas que instalan en plena calle, interrumpiendo la circulación de vehículos y de personas por el tiempo en que dure la comilona y la infaltable música grupera y de cumbias, que alterna con la música vernácula que es ejecutada por un grupo musical de la localidad o bien mediante el pago a un “sonidero” que, a manera de disc jockey, manipula los controles de su equipo que complementa con intensos destellos de luz intermitente, el llamado efecto estroboscópico.
Los guisos de la comida tradicional mexicana, los pasteles cubiertos con merengue y los refrescos embotellados, amén de los rones y los tequilas constituyen los menús de las fiestas cholultecas. Los comensales, a los que se sirve con largueza comida y bebida, se abocan en un principio a la ingesta y a las libaciones de manera silenciosa, mientras el estruendo de la música y la luz producen un estado parecido al nirvana. Después, salen de su letargo cuasi hipnótico y le meten al guarachazo levantando nubes de polvo que son contenidas, regularmente, con agua que se riega sobre el piso. Los niños, corretean por todos lados, sean ellos los protagonistas de la fiesta o sólo invitados. Uno puede fácilmente distinguir a las criaturas festejadas, porque las niñas llevan sus vestiditos ampones y los niños, sus trajecitos formales con corbata.
Los usos y las costumbres de la mayoría de los habitantes de Cholula se mantienen sin hacer demasiadas concesiones a las celebraciones agringadas de los clasemedieros de la ciudad de Puebla y la gente que vive en los numerosos enclaves que se han asentado en las Cholulas a raíz de la instalación de la UDLAP y de la expansión de la ciudad capital del estado.
Así que, si reside en Cholula sin ser oriundo de ahí y lo invitan a una boda, prepárese para bailar “el guajolote”, cargando con el plumífero a cuestas con el propósito de desear prosperidad a los novios.