Preocupan, sin duda, las continuas intentonas intervencionistas del gobierno norteamericano, ahora recrudecidas desde que asumió la primera magistratura de ese país el empresario Donald Trump. El ataque directo de estos últimos días es a Venezuela, y particularmente a su presidente, Nicolás Maduro, a quien acusa de estar ligado al cartel El Tren de Aragua y al de Sinaloa. Le ha atizado al fuego de la persecución, al convocar que se busquen pruebas de su afirmación, para proceder en consecuencia, aunque ello implique violar la soberanía de países, en este caso, latinoamericanos, para lo cual, ha trascendido que ha dado instrucciones al Pentágono para que intervenga, bajo la lógica de la Doctrina Monroe, que su palabra es ley, siendo secundario lo qué piensan y quieren los pueblos.
Por algo ha reaccionado el presidente colombiano Gustavo Petro, a las bravatas trumpianas, recurriendo y convocando a la unidad latinoamericana, que cae ahora muy a cuento con las imposiciones unilaterales arancelarias a Brasil, como vía de presión para el relajamiento de la aplicación de la justicia al expresidente conservador Jair Bolsonaro, actualmente en reclusión domiciliaria.
De ahí la aseveración del mandatario colombiano de que cualquier participación militar a algún país de la región es una agresión a todos, así como la reacción también en contra de la postura norteamericana del boliviano Luis Arce y de apoyo a Nicolás Maduro.
Con esta base, da pena el seguidismo hacia Trump del presidente nacional del PRI, Alejandro Moreno (mejor conocido como Alito), que acaba de presentar una denuncia ante la FGR por los presuntos vínculos con el crimen organizado mexicano del presidente venezolano.
Las aspiraciones de Donald Trump no están en la búsqueda democrática para el mundo, es lo que menos le interesa, sino en las enormes riquezas de algunos pueblos, como Venezuela y su enorme potencial petrolero, entre otros rubros o hace poco fue el litio boliviano. Recordemos que también tiene puestos los ojos en otros lugares del continente, como revelan sus declaraciones anexionistas con respecto a Canadá y Groenlandia.
Sus pretensiones hacia Venezuela y Maduro, no las podemos ver muy alejadas de nuestro país y de toda la riqueza que representa para las aspiraciones expansionistas norteamericanas. Por algo no ha dejado de insistir en el “combate” a los cárteles mexicanos, de los cuales, por lo menos dos de ellos los ha incluido en su lista de terroristas.
Trump espera un punto flaco, o de debilidad del gobierno mexicano para actuar. Persistencia y paciencia parecieran ser sus actitudes para minar la entereza de la 4T. De ahí que le caigan muy bien las posturas quinta columnistas de la oposición, como ha ocurrido con el PAN en varias ocasiones, como ahora, con el dirigente del PRI en el caso venezolano.
No es entonces una cuestión menor lo que sucede con Venezuela, ni se podría ver desvinculado de nuestro país, así como de las pretensiones generales de Donald Trump, el cual no merece la menor confianza.


