A Dexter Gordon y Winton Marsalis
Un beso se encamina
¿Al abismo, al corte de venas,
a la estimulación más tardía de la sangre?
Un beso va lento al futuro
extendiéndose por el aire.
O no, ¿es un beso húmedo
a la tierra que busca sus veneros
que muerde los huesos del mundo de los muertos?
Un beso que surca, que hoza
que se hunde en la tierra, su alimento.
¿Un beso que deslumbra,
que florece y musita?
Un beso encaprichado
que repica la campana de los tiempos
y en un vals de locura impredecible
festeja el carnaval de las almas hermanas,
de los no hay olvidos, de los no hay perdones.
Un beso torcido, torturado
que arrumba al puerto de la soledad.
Un beso al cigarro, a la tasa negra del café.
Un beso al polvo de los rencores.
Un beso que escurre fango,
dolor en las ingles, latidos de riñones.
Un beso reencarnado, devuelto
al mar desde los senos, a la miel desde su cáliz.
Un beso cíclico que quiere entender todas las lenguas y paladares.
Un beso de tambores y de cuerdas,
de trompetas, de saxos y clarines
por el luto lujurioso del jazz.
Un beso con sordina y sin lamentos.