Sábado, octubre 5, 2024

Lalo Rivera al rescate de Puebla

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La pandemia derivada del virus Covid-19 ha permeado en diversos ámbitos de la vida cotidiana. México no sólo es un país necesitado de vacunas, es una nación que requiere una nueva estirpe política, y como decía Antonio Machado: “Bueno es recordar las palabras viejas que han de volver a sonar”. Hoy, quien esto escribe, cuenta lo siguiente en su calidad de ciudadano de esta mítica de ciudad de Puebla.

Recuerdo bien aquel grito del 16 de septiembre (del año de una época no muy remota). Previo a trámites de ley, y por autorización del Congreso, se trasladó el poder Ejecutivo del Estado hasta el Palacio Municipal de Puebla. Rafael Moreno Valle Rosas (DEP), compareció dentro del recinto, y en una actitud zafia e ignomiosa, pretendió -pero no consiguió- desplazar al otrora Presidente de Puebla, Eduardo Rivera.

Ya en otras entregas he referido que esta conmemoración de la Independencia de México quedó marcada y eclipsada por las actitudes infames y politiqueras de la panda de chupópteros que acompañaba al gobernador esa noche; tales como el indeseable Javier Lozano Alarcón, y disculpen por recurrir a lo trillado, pero para muestra un botón: algunos más cándidos creemos que, la política sin honor ni pulcritud, es simplemente complejos encubiertos por la gruesa malla del poder.

Para mi sorpresa, Eduardo ‘Lalo’ Rivera, con esa actitud digna de quien ostenta un cargo de elección popular (humildad y sutileza), sorteó las abyectas provocaciones del finado, manteniendo el gesto ecuánime.

Cosas así no se improvisan. Ante tal situación, hace algunos ayeres escribí un artículo donde expresaba mi inconformidad  y tildaba esa noche como un desdén en la democracia de nuestro país.

La lectura llegó a ‘Lalo’, quien en un gesto de afabilidad, me invitó a tomar un café en aras de charlar y comentar lo sucedido. Pese a defender diversas ideologías, aquel encuentro con un adversario político -que no enemigo- resultó ser un punto de inflexión. Aquel día conocí a la persona y desentrañé al personaje político, compartiendo múltiples puntos de vista y también desazones sobre los temas que en ese entonces ocupaban el quehacer de nuestro Municipio, sin embargo, en todo momento imperó el respeto, llevándome una sensación de jubiló por percibir en este joven político su compromiso irrestricto por Puebla y los poblanos.

Joven, sí, sin embargo, avezado, enhiesto, leal y comprometido con los ideales y principios que en estos momentos de bruma y desasosiego pareciera necesitamos tanto.

Marcel Proust no se equivoca cuando dice que, de la discusión no nace la luz; la luz nace con la condición de que ésta se apoye en la consanguinidad de espíritu y no en la identidad de pensamiento. El dedo sobre el fil de la balanza.

La calidad política y profesional de Rivera Pérez nunca fue opacada, pese a ciertos personajes que no escatimaron esfuerzos para denostar su trabajo y practicarle toda clase de guerra sucia ejecutada, por supuesto, por sicarios periodistas.

La ciudad trazada por los ángeles está en un llamado de auxilio, y las opciones son casi exiguas.

Pienso que Eduardo Rivera puede ser aquel personaje capaz de hacerle frente a las vicisitudes y necesidades que urgimos los poblanos.

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