Resulta increíble lo que puede uno encontrar en internet. Hablando de música, es impresionante la gran cantidad de opciones que uno puede hallar, más allá de poder acceder a la música de autores conocidos; sin embargo, un ejercicio más que interesante es reconocer a compositores que no son tan valorados pero que ofrecen una maravillosa experiencia de placeres auditivos ilimitados.
Conocí la obra de Jan Dismas Zelenka hace más o menos veinte años, cuando suscrito a un grupo desaparecido hace varios años de fanáticos de la música, compartíamos en el anonimato de la red, obras enfocadas a la revisión de autores e intérpretes de distinto orden. El intercambio de archivos, a diferencia de la actualidad, era difícil por la lentitud que ofrecían los servicios de internet a través de la telefonía; sin embargo, las nuevas generaciones no conocerán la emocionante espera de la descarga de aquellos archivos sin imaginar lo que vendría después.
Zelenka es un músico que falleció en un injusto olvido, incluyendo a gente oriunda de su país, conocido como el Reino de Bohemia que a la postre se convertiría en la moderna República Checa. Nacido en 1679, poco se sabe de su vida antes de 1704.
Fue hasta 1710 cuando está documentado que llegó a la corte de Dresde, en Alemania, con el contrabajo como su instrumento dominante, siempre sobresaliendo como un músico destacado. Esto generó que de 1716 a 1719 acompañara en distintos viajes por Europa al príncipe Carlos de Sajonia (1733 – 1796), lo que le permitió conocer distintos tipos de composición barroca. Fue a partir de entonces que comenzó a componer música por encargo para conmemorar diversas ceremonias oficiales. Con una originalidad que resulta particularmente placentera desde el primer momento en el que se escucha, resulta notable cómo entrelaza distintas líneas melódicas que dan como resultado una cuidadosa y estética armonía.
En lo personal, después de escucharlo con atención y concentración, puedo decir sin dudarlo que es un compositor que expresa una gama muy variada de emociones que no rompen con el sentido de devoción y espiritualidad en sus composiciones religiosas. Sin embargo, en una grabación maravillosa de sus obras completas para orquesta, con el sello de la disquera “Radiobremen” (1), puede valorarse cómo mostró una sorprendente habilidad para expresarse en una forma destacada escribiendo en un modo virtuosístico y sobresaliente para hacer resaltar instrumentos de viento como oboes y fagotes. De aquí puede decirse que tiene unas composiciones de una riqueza sonora que lo hacen un músico especialmente sobresaliente.
Por alguna razón no fue reconocido en su tiempo y fue solamente hasta finales del siglo XIX cuando autores como Bedřich Smetana (1824 – 1884) lo “rescataron” del olvido y contribuyeron a la difusión de su música, aunque una buena parte de su obra se perdió en bombardeos de Dresde durante la segunda guerra mundial.
Como causa de su muerte únicamente se conoce que padeció una insuficiencia cardiaca y es que en efecto se sabe que desde 1739 le fue particularmente difícil trabajar como ejecutante y compositor, con obras que dejó incompletas; aunque definitivamente se sabe que una de sus últimas composiciones fue su Miserere en do menor, ZWV 57, que al parecer fue terminada en el año de 1738 y en la que se muestra como un autor particularmente maduro. Esta obra ejerce en mí un efecto que solamente puedo describir como majestuoso, transmitiendo una gama de emociones que van desde el sentimiento de súplica hasta la percepción de lo que es la esperanza y la ilusión.
La forma y la técnica con la que compuso Jan Dismas Zelenka se ajusta muy bien a esta época navideña, en la que se puede disfrutar valorándolo como un compositor definitivamente estupendo, prolífico y versátil. Este día en el que se conmemora su fallecimiento, se puede tomar como inspirador de sensaciones profundas y de un gusto verdaderamente insondable.
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