Cualquier persona que tenga un aprecio por la lectura encontrará un inefable placer por encontrar algo más que conocimiento o belleza en el conjunto de letras que se encadenan para transmitir ideas. Sinceramente no creo que la cultura bibliográfica sea crucial para que los individuos sean mejores personas. Theodore John Kaczynski (1942 – 2023), quien fue apodado por el FBI con el sobrenombre de “Unabomber” porque enviaba cartas bomba a universidades y aerolíneas, era un genio de las matemáticas, ingresando en la Universidad de Harvard con solo 16 años; para después, aislarse y comenzar a enviar explosivos como rechazo al papel de la tecnología en la civilización.
Este no es el caso de Charles Robert Darwin (1809 – 1882), quien fue un personaje conocido por tener un carácter reservado, reflexivo y meticuloso. Como naturalista y científico, dedicaba largos períodos a la observación, la recopilación de datos y el análisis cuidadoso de la información. Con una curiosidad insaciable por el mundo natural y una mente analítica que le permitía hacer conexiones profundas entre los diferentes fenómenos observados;
Darwin también era descrito como introvertido y algo retraído en sus interacciones sociales. Aunque disfrutaba de la compañía de su familia y de un círculo cercano de amigos, prefería el trabajo solitario y encontraba la soledad propicia para sus reflexiones científicas. Sin embargo, a pesar de su personalidad, Darwin era apasionado y persistente en la búsqueda de respuestas a sus preguntas científicas. Tenía una determinación inquebrantable para gestionar sus investigaciones, incluso cuando enfrentaba críticas o contratiempos. Esto lo llevó a escribir una obra verdaderamente monumental que tituló El origen de las especies (1859) que puede intimidar a cualquiera por su voluminoso tamaño, pero que, leído abriéndolo en cualquier página, brinda frases y conceptos extraordinarios que nos permiten valorar, apreciar, advertir e imaginar lo que es la vida.
Referirse de la obra de Darwin es verdaderamente un capítulo aparte pues este libro desencadenó una serie de controversias que afectaron no solo el ámbito científico, sino también el religioso, con un impacto en la moral, la política y la sociedad en general. A pesar de estas polémicas, la evolución, por medio de la selección natural, que en su momento fue considerada una teoría pero que ahora constituye un fenómeno incontrovertible, se ha convertido en una piedra angular de la biología y hasta el pensamiento moderno.
Lo curioso de Darwin es que las discusiones alrededor de su vida no se circunscriben solamente a su obra, sino que también se extienden a las causas de su fallecimiento.
A lo largo de su vida padeció múltiples problemas de salud que han generado innumerables debates que involucran, desde patologías mentales, hasta orgánicas incluyendo enfermedades de la piel, gastrointestinales, cardiacas y hasta parasitarias. Aunque existen documentos que describen lo que padeció a lo largo de su vida, resulta determinante considerar que la comprensión de la salud y la enfermedad en su época era limitada en comparación con lo que se comprende y se sabe en la actualidad, por lo que es particularmente complicado definir un diagnóstico en retrospectiva que sea preciso, aunque sí constituye un ejercicio clínico mental más que enriquecedor, placentero para cualquier médico.
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Dentro de la sintomatología descrita, pudo haber tenido resistencia a la insulina, brucelosis, agorafobia, ataques de pánico, vértigo de Ménière, alergia a las palomas (¿Cryptococcus neoformans?), síndrome de vómitos cíclicos, dermatitis atópica con sobreinfecciones por estafilococo, este último, padecimiento con carácter genético y con historia familiar, todo esto meramente especulativo.
Se ha considerado el efecto secundario de algunas de las prescripciones que le fueron indicadas, como arsénico, mercurio, bismuto, carbonato de calcio y opio.
Pero en uno de sus viajes en Sudamérica sufrió una picadura por un insecto conocido vulgarmente como vinchuca o chinche besucona que es un triatomino responsable de la transmisión de la tripanosomiasis americana o Enfermedad de Chagas, provocada por el parásito Tripanosoma cruzi que desencadena manifestaciones clínicas en las que sobresalen las gastrointestinales y las cardiacas.
Un día como hoy, 19 de abril, pero de 1882 Darwin murió por un infarto cardiaco, aunque mi gusto por la parasitología me lleva a imaginar que su enfermedad de fondo fue efectivamente la Enfermedad de Chagas.
Resulta admirable que su obra, determinante para la ciencia que se generó en el siglo XIX fuese creada en medio de cefaleas, insomnio, mareos, dolores generalizados, náuseas con vómitos, angustia, palpitaciones, agotamiento y un largo etcétera imposible de enumerar. Esto engrandece la visualización de la vida de este genio que, sobreponiéndose a la adversidad, nos legó generosamente conocimientos que llevan a valorar la vida de forma sobrenatural, en una realidad que explica lo que somos y lo que podremos llegar a ser.
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