Sábado, abril 19, 2025

La última enfermedad de Alexander Borodin

Dentro de las infinitas cosas que uno va acumulando con el tiempo, deben estar empolvándose tres “casetes” con una ópera que me sedujo desde el primer momento en el que la escuché. Se trata de “El Príncipe Igor” de un músico ruso llamado Aleksandr Porfírievich Borodín (1833 – 1887), cuyo aniversario mortuorio se conmemora este 28 de febrero.

Es una ópera épica que se estrenó en 1890, tres años después de la muerte del compositor. El libreto escrito por el mismo Borodín, se basa en el poema épico medieval ruso El cantar de las huestes de Ígor, del siglo XII y relatos o crónicas históricas. Narra la fallida campaña militar del príncipe Ígor Sviatoslávich de Nóvgorod-Severski contra los polovtsianos (pueblo nómada turco) que, si bien se centra en la guerra, explora temas como el honor, el sacrificio, el amor y la identidad nacional rusa. Es justo decir que la ópera quedó incompleta con una repentina e inesperada muerte del autor y fue terminada por dos músicos también extraordinarios: Aleksandr Konstantínovich Glazunov (1865 – 1936) y Nikolái Andréievich Rimski-Kórsakov​ (1844 – 1908).

Borodín llevó una sobresaliente actividad como músico, formando parte de un grupo de compositores representantes del “nacionalismo ruso” llamados Los cinco: Mili Alekséievich Balákirev (1837 – 1910) quien fue el líder; Tsézar Antónovich Kiuí, más conocido como César Cui (1835 – 1918); Modest Petróvich Músorgski (1839 – 1881) y Nikolái Rimski-Kórsakov​.

Es digno de mencionar el hecho de que, además de ser un músico destacado, Borodín también fue sobresaliente en el campo de la medicina y sobre todo de la química ya que mostró un talento precoz para la música y las ciencias. Aprendió a tocar el piano, el violonchelo y la flauta de forma autodidacta. Ingresó en la Academia Médico-Quirúrgica de San Petersburgo en 1850, graduándose en 1856 como médico, aunque dedicó su carrera a la química orgánica. Fundó la Escuela de medicina para mujeres en San Petersburgo de la cual también fue profesor y realizó investigaciones pioneras en aldehídos y reacciones de condensación (como la reacción aldólica). Publicó más de 40 trabajos científicos, reflejando una dualidad única entre el arte y la ciencia.

A pesar de su éxito como científico, Borodin es más recordado por su música, compuesta en su tiempo libre. Su estilo fusionó el folclore ruso con estructuras clásicas occidentales.

Fue hijo ilegítimo del príncipe georgiano Luka Gedevanishvili y de una mujer rusa llamada Evdokía Antónova. Para evitar el escándalo social, fue registrado como hijo de un siervo del príncipe llamado Porfiri Borodín. Como resultado de este registro, tanto Alexander como su padre nominal ruso Porfiri, fueron oficialmente siervos del padre biológico de Alexander quien, pese al hecho de negar la paternidad, les proporcionó vivienda y dinero a él y a su madre. A pesar de esto, Alexander nunca fue reconocido públicamente por su madre, a quien el joven Borodin se refería como su “tía”. Contrariamente a su condición de plebeyo, recibió una buena atención por parte de su padre biológico y creció en una gran casa de cuatro pisos, que fue regalada a Alexander y a su madre por el noble. Aunque su registro impidió la inscripción en una institución de renombre, Borodin recibió una buena educación en todas las materias a través de tutores privados en casa.

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Casado con la brillante pianista Ekaterina Serguéievna Protopópova (1833 – 1907), ella fue quien lo introdujo en los más importantes círculos musicales. No tuvieron hijos biológicos, pero adoptaron a varias niñas a quienes criaron como propias.

Padeció a lo largo de sus últimos años problemas cardíacos crónicos, por lo que en algunas citas biográficas se menciona que sufrió de un infarto al corazón; sin embargo, en muchas fuentes bibliográficas se afirma que la verdadera causa de su muerte fue la ruptura de un aneurisma de la aorta abdominal a los 53 años de edad en una forma tan sorpresiva que conmocionó a la comunidad cultural rusa. Este evento ocurrió repentinamente durante una fiesta en San Petersburgo, donde se desplomó mientras bailaba. Los aneurismas aórticos a menudo son asintomáticos hasta que se rompen, lo que provoca una hemorragia interna masiva y, en muchos casos, la muerte súbita.

Alexander Borodín fue un gigante que abordó magistralmente la ciencia (siendo un químico innovador) y el arte como un compositor revolucionario, cuya vida desafió la idea de que la razón y la creatividad son reinos separados. Su legado dual es un testimonio de que la búsqueda, el esmero, la investigación y el trabajo no conocen fronteras. Más allá de sus logros, su historia nos recuerda que la genialidad puede florecer en múltiples formas. Borodín no eligió entre su vocación científica y su pasión musical, sino que las abrazó con igual rigor y sensibilidad. En un mundo que suele exigir la especialización, su vida es un himno a la armonía entre lo analítico y lo poético; una lección eterna sobre cómo la diversidad de intereses enriquece y no divide, al espíritu humano.

Escribió alguna vez: “Soy un compositor de domingo; la ciencia es mi profesión, la música, mi pasión”. Esta frase resume su vida dividida entre dos mundos, ambos abordados con sorprendente genialidad.

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