A lo largo de la última campaña electoral, pero también desde que inició su gestión como Presidente de la República Andrés Manuel López Obrador, la oposición de derecha ha mostrado su pobreza política y su incapacidad política para actuar frente a una realidad social que les es adversa y no entienden.
En realidad, la derecha no puede mostrar su proyecto político porque sólo propone el retorno a la sombría noche neoliberal, que terminó empobreciendo, en todos sentidos, a la sociedad mexicana. No querer ver hacia adelante, mantiene a la derecha en un laberinto del que no puede salir por su incapacidad de hacer un elemental ejercicio de autocrítica, que los lleve a reconocer sus limitaciones y sus posibilidades reales y no las que les acomodan y complacen; por eso no saben cambiar lo que deberían cambiar pues pero para hacerlo se debe conocer el país, sus distintas realidades, no creer que solamente existe su entorno, o que la única que importa es la clase media, y hasta esto sólo una fracción de ella, la más temerosa de proletarizarse en una sociedad, incomprensible para ella, que busca la igualdad y el bienestar de todos, incluso, integraron una coalición electoral con diferencias, que no pudieron resolver porque no supieron cómo discutirlas y proponer un programa común, pero en vez de eso se dedicaron, y se dedican aún, a culpar de su catástrofe electoral al Presidente Andrés Manuel López Obrador y a… sus Mañaneras.
Como sus diferencias se fueron posponiendo y se ocultaban, recientemente han salido a la luz los dimes y diretes que agobian a los partidos sobrevivientes a su crisis electoral. En el PAN las acusaciones y búsqueda de culpables de la declinación electoral hasta llegar a la derrota del dos de junio, la inició públicamente Felipe Calderón, quien en un mensaje de principios de julio, reclamó que Jorge Triana, “uno de los mejores tribunos”, según lo definió Calderón, haya quedado fuera de las listas de plurinominales del PAN y concluía: “Pero eso sí, sí quedó uno de los peores oradores, Marko Cortés, el actual presidente del PAN y el que más daño ha hecho en la historia de ese partido, además de su asistente y otros de su camarilla.”
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La respuesta no se hizo esperar, y Cortés pidió a Calderón explicar el por qué la peor caída de la votación para Acción Nacional fue “cuando fuiste presidente dejando a nuestra candidata en tercer lugar.” Y no sólo, sino que Cortés exigió una explicación del proceso que por delincuencia organizada se le sigue en Estados Unidos a quien fuera, durante su gobierno, secretario de Seguridad Pública. Y así se la pasan Marko Cortés culpa de la derrota del 2 de junio a Felipe Calderón y este a Marko. Ramplonería política y no otra cosa.
Pero la joya de la corona de esos tediosos “yo no fui, fue Tete”, sucedió en la Ciudad de México, con otros protagonistas de la misma calaña. En la capital del país, el PAN está en un proceso para elegir a su dirección. Los competidores son Luisa Gutiérrez Ureña, vinculada al cártel en la alcaldía Benito Juárez, y Rafael Medina, detenido en Brasil durante el campeonato Mundial de Fútbol en 2014 por presunto abuso sexual.
Apenas el primer día de agosto, un grupo cercano a Gutiérrez emitió un comunicado donde dicen: “No queremos a un ex reo de líder del PAN, un violentador (sic) sexual que estuvo en la cárcel en Brasil y luego estuvo exiliado en Estados Unidos varios años. No puede así regresar a México y exigir una posición de esa magnitud en el panismo de la capital” (La Jornada, viernes 02–08–2024, p. 32).
¿Será posible que la ciudadanía se acerque a un partido político donde sus dirigentes se la pasan injuriándose, sin lograr construir un planteamiento político serio, atractivo, capaz de ofrecer alternativas de solución a los problemas sociales del país?
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