Jueves, febrero 6, 2025

La narrativa del 68

Nadie se quiere quedar atrás y, del 68, todos insisten en dar su versión. Desde una y otra perspectiva; muchas y distintas ubicaciones. Nuevos libros, nuevas ediciones.

Y en el panorama, el que acerca de la narrativa mexicana generada a partir del suceso nos entrega Ivonne Gutiérrez, Entre el silencio y la estridencia. 25 propuestas literarias sobre el México del 68.

En espera de lo mucho que se acumulará, detengamos en este gran trabajo de selección y anotación, libro al margen de “las conmemoraciones”, ya que fue editado hace cinco años con la consiguiente aprobación de los autores incluidos. Libro de ensayos, crónicas, cuentos y fragmentos de novela que pese a no consignar la totalidad de lo pergeñado en torno al 68, funciona efectivamente como mapa de lo existente.

Escribe Gutiérrez:

            “La literatura, como transfiguración de la realidad, cumple un papel fundamental: encierra las distintas visiones de un mismo momento y acerca al lector a causas, desenvolvimiento y declive del movimiento estudiantil del 68; nunca se desgasta sino expresa, revela y se desempeña contra el tiempo”.

Recorrido que delinea un espacio, “entre el silencio y la estridencia”, a incorporarse al lenguaje del arte, y donde el listado de autores seleccionados resulta extenso (Carlos Fuentes, Elena Poniatowska, Luis González de Alba, Hernán Lara Zavala, Alberto Huerta, Marco Aurelio Carballo, María Luisa Mendoza, Gonzalo Martré, Salvador Castañeda, Norberto Treviño, Jorge Aguilar Mora, Fernando del Paso, José Revueltas, Agustín Ramos, Orlando Ortiz, Juan García Ponce, René Avilés Fabila, Guillermo Samperio, Marco Antonio Campos, Ana Mairena, Gerardo de la Torre, Roberto López Moreno, Emiliano Pérez Cruz y David Martín del Campo).

Que existen ausencias en esta antología resulta evidente. Tal vez enmendada —la mayor— con la inclusión de un epígrafe de Octavio Paz, Posdata. “La matanza de Tlatelolco nos revela que un pasado que creíamos enterrado está vivo e irrumpe entre nosotros”. El libro que el Premio Nobel de Literatura (al tiempo) publicó en 1970 y de donde uno de los escogidos por la autora, Gonzalo Martré, toma el título para su novela, Los símbolos transparentes, de 1979.

“…esa tarde la historia visible desplegó, a la manera de un códice precolombino, nuestra otra historia, la invisible. La visión fue sobrecogedora porque los símbolos se volvieron transparentes”.

El mismo Paz, tras los acontecimientos del 2 de octubre, renuncia a su puesto de embajador en India y escribe: “La limpidez/ (quizá valga la pena/ escribirlo sobre la limpieza/ de esta hoja)/ no es límpida:/ es una rabia/ (amarilla y negra/ acumulación de bilis en español)/ extendida sobre la página./ ¿Por qué?”.

Entre el silencio y la estridencia… incluye también un texto de Carlos Monsiváis que da cuenta de la manifestación del 13 de septiembre —jornada axial; compendio de lo que significó el movimiento en su conjunto— tomado de Días de guardar (1970).

Sueño de vivir

“El silencio es una estructura —afirma Monsiváis—; el silencio articula el lenguaje de los manifestantes, de los preparatorianos arrancados del sueño de vivir en un país que se inicia en una rockola y termina en una discotheque; de los estudiantes del Politécnico conscientes ya de la falacia que les hacía ver la lucha de clases como la suma de fiestas fabulosas donde era inconcebible su presencia. El silencio organiza a quienes aceptan un ideal”.

Y más adelante, dedicada “a José Revueltas”, la crónica monsivaiana hierve:

“En los vastos, infinitos días de 1968 se intentaba la tarea primordial: esencializar el país, despojarlo de sus capas superfluas de pretensión y autohalago y mímica revolucionaria. 1968 nos estaba entregando el primer contacto real (por lo mismo, sórdido y deslumbrante) con el universo político y social que había conocido su última figura dramática con el general Cárdenas, cubriéndose desde entonces con una bruma, con la vanidad del deber cumplido, con la opacidad de una disculpa ante las fallas mínimas de la Unidad Nacional. 1968 no inventaba o engendraba a México: sólo lo descubría, lo hacía visible y comprensible”.

Propuesta al Consejo Nacional de Huelga —el organismo que los estudiantes se inventaron para conducir las rutas del movimiento iniciado el 26 de julio de ese 1968, y defendida por uno los más destacados líderes, Marcelino Perelló, “hasta convencer a los del CNH”, como evoca Arturo Martínez Nateras (La izquierda mexicana del siglo XX. Libro 2. Movimientos sociales, pp. 378)— la marcha fue una demostración de “voluntad libertaria y de ordenada disciplina”.

El clamor del silencio

Una muestra de “arrestos, imaginación, combatividad, capacidad de recuperación”, acota el mismo Martínez Nateras, aunque para esos días de avanzado el movimiento y radicalizada la postura gubernamental, pareciera “imposible consumar la hazaña de vivir el clamor del silencio de cientos de miles de jóvenes acompañados por maestros, padres de familia, trabajadores”. A lo que el poder no cedió.

La marcha del 13 de septiembre, “el Zócalo estaba a la vista…”. La Marcha del Silencio, “ya no la tierra prometida, ya no la representación de la sede de los poderes, nada que no fuese, escuetamente, el Zócalo…”. Reconstrucción literaria que aporta tiempo y espacio para darle nueva vida a lo dicho ahí por otro de los líderes del movimiento, Eduardo Valle, El Búho, “la gente llegaba al Zócalo y atendía a los oradores…”:

“Algo importante hemos ganado. Hemos ganado la conciencia de la acción. Ahora discutimos cómo romper las cadenas, no si se pueden romper. Hemos vivido libertad en las calles, hemos vivido democracia en miles de asambleas, mítines y manifestaciones. Cuando se conoce lo dulce de la libertad jamás se olvida, y se lucha incansablemente por nunca dejar de percibirla, porque ella es la esencia del hombre y porque solamente el hombre se realiza plenamente cuando es libre. Y en este movimiento miles hemos sido libres, verdaderamente libres”.

Entre el silencio y la estridencia. 25 propuestas literarias sobre el México del 68, Prólogo, selección y notas de Ivonne Gutiérrez, Punto de Lectura, México, 2018, 444 pp.

@mauflos

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