La migración no es un problema por resolver, es, en cambio, el dinamismo social y cultural que se traduce en una poderosa fuerza para activar la economía, y promover prácticas diversas que favorecen el desarrollo sostenible y sustentable.
Puede imaginarse un tanto caótica cuando las formas de violencia, la crisis climática, los despojos, y desplazamientos forzosos son las principales causas de las migraciones, y claro que representa retos tanto para los países de origen como para los de destino. Sin embargo, la gestión colectiva de las migraciones y desde un marco de derechos humanos, posibilita la construcción de proyectos exitosos migratorios, con el potencial de ser pilares para el bienestar de los lugares de destino, y para las vidas de las personas recién llegadas.
Ya sea la migración regular, que sigue los canales establecidos por los países de destino, como la considerada irregular, que puede carecer de los documentos establecidos en las normas de inmigración, tienen como principal agente, un ser humano, una persona y, por lo tanto, no debería resultar tan complicado establecer los mecanismos necesarios para regularizar la situación migratoria de las personas en las diferentes regiones del mundo.
Sin embargo, esto no resulta tan sencillo, en tanto es conveniente para las prácticas de explotación, el sacar provecho de las personas con estatus migratorio irregular a través del pago miserable, trabajos sin las adecuadas condiciones laborales, etc.
Desde motivaciones diversas, la humanidad históricamente ha sido migrante. Ya sea por la búsqueda de mejores condiciones de vida, económicas y/o educativas, como por proyectos personales, reunificación familiar, desplazamientos forzados, etc.
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Desafortunadamente, las narrativas de odio y anti-migrantes, ha ubicado a las personas migrantes a condiciones de riesgo e inseguridad, así como a situaciones de vulnerabilidad ante la proliferación de la trata de personas y el tráfico ilícito de migrantes. Cerrar fronteras no reduce la migración. La pone en condiciones de mayor vulnerabilidad.
Lo que se necesitan son políticas y herramientas de gestión que sean eficaces y eficientes, pero principalmente, enmarcadas en la justicia social y los derechos humanos fundamentales. De tal forma que se generen las condiciones de acogida de las personas migrantes, con la mirada integral sobre el potencial cultural, social, económico, ambiental y político que viaja con las personas migrantes.
Asimismo, es urgente resolver las causas estructurales que están desplazando a grandes capas de la población de sus regiones de origen. Es en colaboración que el mundo debe mitigar los conflictos y las guerras, los efectos ambientales, promover la estabilidad, la educación, el acceso a la salud, y la justicia económica, para que el acto de emigrar no sea como una última opción, sino como una alternativa voluntaria.
Es fundamental la cooperación interregional, la construcción de marcos de derechos humanos, y la posibilidad de repensar las narrativas de la migración en tanto su potencial para abonar al bienestar y no desde los discursos xenofóbicos, sino desde narrativas y prácticas por los derechos humanos y el bienestar colectivo.
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