La electricidad es un elemento indispensable en nuestras vidas y nos es muy difícil imaginar un mundo sin este recurso ya que en la actualidad hay una total dependencia del suministro eléctrico para muchas e importantes tareas tanto industriales, domésticas, como para los servicios públicos. La electricidad corresponde a un conjunto de fenómenos físicos presentes en la naturaleza como el rayo, la electricidad estática que acumulamos y que se manifiesta cuando la descargamos por rozamiento y solemos decir “…me diste un toque”, así como la electricidad que generan algunos animales acuáticos[1] y hay que decir que prácticamente la electricidad forma parte de la mayoría de los procesos fisiológicos que suceden en prácticamente todos los seres vivos, incluyendo a la especie humana. Aquí, en este texto, me referiré únicamente a la generación, conducción y distribución de la energía eléctrica que nos permite vivir una vida cómoda y productiva: la luz eléctrica.
La electricidad tiene una larga historia de muchos siglos, pero el uso práctico de esta energía data apenas del siglo xix con un gran impacto cultural en la humanidad que McLuhan denominó Edad de la Electricidad, que corresponde al momento en el que se pudo generar de manera regular y conducirla hacia las industrias y a los hogares.
La “criatura” de Frankenstein vive por la electricidad
Es a fines de este siglo cuando se introdujo el alumbrado eléctrico en muchas ciudades de Estados Unidos y Europa a través de energía generada por plantas de vapor o pequeñas centrales eléctricas que aprovecharon las corrientes de agua para mover sus turbinas. El vapor fue reemplazado en algunas compañías por motores eléctricos de menor costo y mayor eficiencia que las aparatosas calderas lo que condujo a la modernización indispensable de su maquinaria. En la novela de Mary Shelley solo se sugiere que “la criatura” creada por Víctor Frankenstein adquiere vida gracias a la electricidad lo cual revela, en cierto modo, que en la época que se escribió esta obra (1818), el trabajo de Alessandro Volta había sido conocido ampliamente en 1800 en Inglaterra, entre la gente informada, por la aceptación que le dispensó la Royal Society y el artículo correspondiente es publicado en ese mismo año por el Philosophical Magazine.[2]
México “entre azul y buenas noches”
En el año de 1900, el segundo censo nacional de población registró poco más de 13 millones y medio de habitantes en México, de los cuales 10 millones cien mil correspondían a la población rural que producía básicamente para el autoconsumo con técnicas anticuadas y magros excedentes dirigidos a las ciudades; sin embargo, la agricultura de exportación de los grandes latifundios en poder de los terratenientes vinculados al porfiriato registró incrementos importantes en la producción de bienes como el henequén, el café, la vainilla, la caña de azúcar, las maderas preciosas, el chicle, el hule, el “palo de Campeche” en la península de Yucatán. En las tierras del norte del país, numerosas cabezas de ganado prosperaban en las enormes haciendas como la de Luis Terrazas en Chihuahua con dos millones de hectáreas. La minería era otro rubro en ascenso sobre todo en los metales para uso industrial y un incremento de las manufacturas industriales, todo lo cual exigía su desplazamiento a través del ferrocarril y todo este “progreso” de unos cuantos se fincó sobre la base del capital extranjero que obtenía cuantiosas ganancias y repartía generosos “moches”a los funcionarios porfiristas.
Farolito que alumbras apenas mi calle desierta
Existía a finales del siglo xix un rezago tecnológico que se buscó paliar en la capital y otras ciudades importantes de México, como el caso del alumbrado público de la ciudad capital que pasó del gas como combustible de las lámparas a la electricidad cuyo servicio era proporcionado por la “Compañía Mexicana de Gas y Luz Eléctrica”, de capital inglés, a partir de 1881 y solo para unas cuantas calles y edificios. Para el año de 1896 el Ayuntamiento de la Ciudad de México le otorgó la concesión del alumbrado a la compañía alemana “Siemens y Halske” y a su concesionaria la “Compañía Mexicana de Electricidad” que estableció el servicio el cual fue alternando con la primera compañía inglesa, misma que “…fue absorbida por la Mexican Light and Power Co. (…) empresa anglocanadiense que a partir de 1906 monopolizó los servicios de energía eléctrica en la ciudad de México y estados aledaños”.[3] Solo el capital inglés en la industria eléctrica correspondía al 79.1% del total de la inversión extranjera, un 8% a Estados Unidos y solo 1% a capital francés[4].
Candil de la calle y obscuridad de tu casa
El modelo establecido en México y en América Latina era el de corporaciones llamadas compañías free-standing que tenían apenas una pequeña oficina en su país de origen, atendida por un solo empleado, y se allegaban capital vendiendo acciones y bonos con lo cual disponían de recursos para realizar sus operaciones y absorbiendo a las pequeñas empresas locales. Más adelante se integraron enormes holdings internacionales que acapararon las actividades productivas, sobre todo las que representaban adelantos tecnológicos de las cuales contaban con experiencia y acceso a los insumos producidos en países desarrollados. Inglaterra tuvo la primacía en estos negocios monopólicos. Como vemos, la gran expansión del capital monopolista, a través de las trasnacionales, estaba en su apogeo y precisamente de ahí proviene la dominación y la dependencia de los países latinoamericanos a las grandes potencias, lo cual significa el empobrecimiento de los primeros en beneficio de los segundos: el neocolonialismo.
La electricidad llega a México
Se instalaron plantas generadoras de electricidad en diversas ciudades de México, siendo la primera la planta termoeléctrica de León, Guanajuato, que abasteció en 1879[5] a la fábrica textil “La Americana”. Estas plantas vendían el fluido eléctrico a las fábricas, los comercios y las casas particulares con lo que las ciudades pronto empezaron a iluminarse por las noches, tanto en los espacios públicos como en los privados con una luz mortecina, pero más intensa y constante que la de las velas colocadas en las palmatorias de hojalata o en las lámparas de queroseno o “diáfano”, como decían las abuelitas. Fueron San Luis Potosí, Guadalajara y Chihuahua las ciudades que instalaron plantas de luz y dieron el servicio a los ciudadanos que podían pagarlo y con el alumbrado público se buscó “reforzar” la seguridad” de los pocos noctámbulos.
En la mayoría de los barrios populares, así como en los pueblos y rancherías la vida transcurrió sin variaciones importantes, como hacía 3 siglos, regida por la luz del sol; entre el amanecer y la puesta del sol; es decir, “de sol a sol”. Guillermo Prieto en “Memorias de mis tiempos” [6] (1828-1840) nos dice que para tener luz había que contar con lumbre, pajuela, buen pulmón y pulso firme ya que después de la queda se cerraban, al toque de la campana mayor, las casas de vecindad y el comercio.
Puebla y la electricidad
El investigador Humberto Morales Moreno en su estudio “Orígenes de la industria eléctrica en Puebla. México. `La Hidroeléctrica de El Portezuelo. 1899-1910´” nos refiere que:
(…) en el año de 1885 el Ingeniero Don Sebastián Benito de Mier, aprovechando la temprana llegada de los inventos de Tesla/Edison, proporciona alumbrado incandescente a las principales calles de la ciudad, al celebrar contrato con el Ayuntamiento, con motivo de la ceremonia de las fiestas de la batalla del 5 de mayo contra la intervención francesa. Se dice que el primer poste de alumbrado se instaló justo frente al pasaje del ayuntamiento.”[7]
Y Morales, citando a Alfredo Fenochio (1899), agrega que:
“Al parecer la primera planta portátil con combustible de leña es la que se conoce como la subestación de “El Nopalito”. Ésta se ubicó en la calle del Nopalito (sobre la calle de la 11 norte, entre las avenidas ocho y diez poniente) contaba para generar electricidad, con un motor de 500 caballos de fuerza, un dínamo para 2000 focos incandescentes, otro dínamo para 3000 lámparas incandescentes, y un tercer dínamo para 50 focos de arco”
En 1877 Sebastián Benito de Mier utilizó leña y luego carbón de piedra. Su empresa se llamaba “Cia. Anónima del Alumbrado Eléctrico” y proporcionaba alumbrado a las principales calles del centro de la ciudad de Puebla. Morales nos habla de la proliferación de otras plantas portátiles de energía eléctrica con combustible de leña y carbón como la estación de San Matías, hasta que llega el nuevo proyecto de construcción de la primera hidroeléctrica conocida como “El Portezuelo”, localizada sobre el río Atoyac en la población de San Juan de Portezuelo, por el rumbo de Atlixco.
El arquitecto Eduardo Tamariz realizó los trabajos de captación de agua en el río Nexapa o de los Molinos, afluente del río Atoyac, para la generación de energía eléctrica. La compañía fundada por Mier es adquirida por la empresa inglesa Anglo Mexican Electric Company Limited que la revende a la Puebla Tramway, Light and Power Co. Esta es la razón por la que los medidores de la ciudad de Puebla decían, hace algunos años, “Compañía de Tranvías,” ya que la generación de electricidad se acompañaba con el negocio de esos transportes.
¡Ay Carmela!
El río Atoyac, situado al poniente de la ciudad de Puebla, fue la fuerza hidráulica que impulsó directamente el movimiento de las primeras máquinas textiles como fue el caso de la fábrica “La Constancia Mexicana”. Posteriormente la corriente fue utilizada para la generación de energía eléctrica. La primera planta hidroeléctrica urbana fue “La Carmela” o “Carmelita”, situada al sur de la ciudad de Puebla en la colonia San Isidro Castillotla que abasteció principalmente a la fábrica de “San José El Mayorazgo” y al “Complejo Textil Atoyac”. Fue el ingeniero Carlos Mastretta Magnani, contratado por los señores Rivero Quijano, quien en 1906 inició la construcción de esta planta aprovechando una caída de agua.
“Ese mismo año se empezó a construir la presa y la planta que se llamó Carmelita a cinco kilómetros río abajo de la presa (5,600 mts.) de El Mayorazgo, para aprovechar los 10,000 litros por segundo en una caída de 10.5 metros para producir 430 K.V.A. (KiloVolt-Amperes) en cada una de las 2 turbinas que se pidieron al efecto, o sea 860 K.V.A. igual a 1,100 Caballos.”[8]
Necaxa, la primera gran hidroeléctrica
Algunos viajeros que conocían el agreste paisaje serrano consideraron el potencial del río Necaxa con sus saltos y cascadas. El antecedente del gran proyecto fue una concesión solicitada a la Secretaría de Fomento, Colonización e Industria de la República Mexicana para el uso del río Necaxa o Tecolutla con el propósito de aprovecharlo para generar electricidad. El doctor Arnoldo Vaquié, el arquitecto Silvio Contri y el ingeniero Vìctor Fournier —los concesionarios— constituyeron la “Societé du Necaxa” y en 1895 elaboraron un proyecto que después de muchas vicisitudes no logró ser concretado debido a la falta de recursos económicos, al limitado proyecto y a que se trataba de generar corriente continua la cual no podía ser conducida a grandes distancias por lo que se pretendía ofrecerla solamente a algunas fábricas que se instalaran en las proximidades de la planta. Para 1902 Vaquié realizó la transferencia de la concesión de la empresa francesa a la The Mexican Light and Power Company, Limited formada en Canadá y así se inició el proyecto definitivo que producía corriente alterna, más eficiente.
El primer gran proyecto de generación de electricidad a gran escala fue desarrollado por la compañía anglo-canadiense, con sede en Toronto y al cargo de Fred Stark Pearson, un ingeniero estadunidense con gran experiencia y promotor importante de capital, cosa que agradaba al presidente Porfirio Díaz, quien dio su beneplácito para la importante propuesta de construir un ingente sistema de almacenamiento de agua del río Necaxa, así como las obras correspondientes a la conducción, instalación y funcionamiento de grandes turbinas movidas por el agua canalizada que generarían suficiente electricidad para la ciudad de México, principalmente.
En solo dos años, de noviembre de 1903 a diciembre de 1905, se instaló la primera unidad de generación eléctrica de 5 mil kv en el río Necaxa como lo menciona la investigadora Celina Peña Guzmán [9]
“Una vez que la primera fase de construcción de la planta hidroeléctrica se concluyó se realizaron las primeras pruebas de funcionamiento por lo que previo a que alumbrarán la ciudad de México con la energía generada en Necaxa, el 3 de diciembre de 1905 a las cinco de la tarde se hizo la primera prueba con resultados satisfactorios. Tres días después, el 6 de diciembre, las luces de la ciudad de México se encendían con la energía eléctrica generada en el pueblo de Necaxa”[10]
Cerca de 2,300 trabajadores, aproximadamente 100 técnicos y profesionales participaron en el proyecto que incluyó taladrar túneles, la construcción de las 5 presas, así como la cimentación para las estaciones generadoras de energía. La maquinaria, procedente de Estados Unidos y Europa, fue trasladada a través de un ramal de ferrocarril que se construyó para ese propósito y la adquisición de potentes locomotoras, algunas de las cuales todavía operaban hasta 1968. El proyecto total tardó 40 años más en completarse y en su tiempo fue considerado el más avanzado de Latinoamérica y uno de los más importantes del mundo.
Luz para los poblanos
La luz eléctrica, tanto en alumbrado público de las ciudades como en los hogares modificó la vida cotidiana que antes de esto estuvo regida por la luz del día y la obscuridad o penumbra de la noche, la vida pública y la privada. La luz eléctrica en Puebla, que tenía a su cargo la Compañía de Tranvías, Luz y Fuerza de Puebla, para el uso doméstico, tenía un alto costo y se circunscribía a las casas de las calles del centro de la ciudad donde habitaban las familias que contaban con mayores recursos económicos, familias de potentados, comerciantes ricos, empresarios, dueños de numerosas propiedades urbanas, profesionistas, latifundistas y gobernantes. En zonas de la ciudad un poco alejadas del primer cuadro y principalmente en los barrios periféricos habitados por gente pobre: trabajadores, empleados y migrantes del campo que alumbraban sus viviendas con velas de cera, ocotes o lámparas de trementina y usados con moderación para cuidar los exiguos dineros que percibían estas personas. El historiador Edgar Pérez Muñoz refiere una nota de El Sol [de Puebla], de 1921, relacionada con las quejas de algunos usuarios por las frecuentes interrupciones del servicio eléctrico:
“… se exponía que la empresa tenía dificultades para cumplir sus obligaciones debido a que muchos hombres de negocios no le habían pagado cerca de un millón de pesos para atender el funcionamiento de ese ente; además, estaba, por lo mismo, `insistiendo sobre el aumento de tarifas en la luz que proporciona a los habitantes de la Angelópolis´” [11]
Algunos médicos poblanos ofrecían el empleo de “modernos” aparatos eléctricos que utilizaban para el tratamiento de diversos padecimientos. La oferta de electrodomésticos como focos, lámparas, planchas, parrillas, cafeteras, entre otros se diversificó y se ofrecía en las ferreterías y mueblerías de la ciudad. Con ello no solo se adquirían aparatos, sino se adquiría estatus social para demostrar que el poseedor de tales artilugios poseía principalmente capacidad económica, pero también “honorabilidad”, “respeto” y “distinción”, cosa que actualmente se mantiene sin cambio alguno como se puede ver en aquellos que poseen automóviles de lujo impulsados por motores de combustión o eléctricos, pero también movidos por presunción y prepotencia.
Desde el “maistro toques”, los borrachines “alumbrados”, los “toques” en las cantinas, aquellos a los que “se les prende el foco” o los que son tan “corrientes” que hasta dan “toques”, la electricidad ha sido un elemento fundamental de nuestra vida civilizada y no he escuchado hasta ahora ninguna persona o movimiento que se manifieste en contra de la luz eléctrica, ya sea generada por el agua, el vapor, el carbón, el viento, el sol, la fisión nuclear, la biomasa o cualquier otro material o procedimiento. Eso de las “energías limpias” es ya otro asunto que podríamos tratar en otra ocasión. Creo firmemente que doña Luz seguirá siendo nuestra compañera inseparable.
[1] Esa propiedad se denomina bioelectromagnetismo o bioelectricidad que está asociada también al magnetismo que produce. Estos fenómenos se hallan en todos los seres vivos, pero en algunos animales, como la anguila eléctrica, emite descargas eléctricas de hasta 850 voltios para defenderse, para cazar y para comunicarse. La raya eléctrica es otro pez que genera electricidad.
[2] Sallent Delcolombo, Emma. (Universidad de Barcelona). Alessandro Volta: sobre la electricidad excitada por el simple contacto de substancias conductoras de distintas especies. [Recurso digital consultado: julio de 2023]. https://documat.unirioja.es/descarga/articulo/2961105.pdf
[3] García Lázaro, Andrés. De empresa de alumbrado a empresa de servicio de energía eléctrica: la CMGLE en la ciudad de México, 1896-1905. [Recurso digital consultado: noviembre de 2023]. https://www.scielo.org.mx/pdf/lh/n15/2448-8372-lh-15-123.pdf
[4] Ceceña, José Luis. P. 58. México en la órbita imperial. [Recurso digital consultado: septiembre de 2023]. https://es.scribd.com/document/657350598/Cecena-JL-Mexico-en-la-Orbita-Imperial
[5] Valencia, Verónica. Conoce la historia de la industria eléctrica mexicana. [Las plantas eléctricas] “eran impulsadas por máquinas de vapor estacionarias, como las de los trenes de vapor, operadas con carbón, y mediante unas bandas impulsaban los generadores de corriente directa. Diez años después, en 1889, se instaló la primera central hidroeléctrica del país, en el pueblo minero Batopilas, Chihuahua, también para fuerza motriz. Ya para el año de 1898 entra en operación la central `Portezuelos´, en el estado de Puebla.” [Consultado: abril 2024] https://www.studocu.com/es-mx/document/colegio-universitario-de-yahualica/matematicas-a-nivel-escolar/la-generacion-de-energia-electrica-inicio-en-mexico-a-fines-del-siglo-xix/47653013
[6] Prieto, Guillermo (Fidel) pág. 92. Memorias de mis tiempos. (1828-1840). 1906 [Recurso digital consultado en mayo de 2020]. https://ia801303.us.archive.org/35/items/memoriasdemistie00prieuoft/memoriasdemistie00prieuoft.pdf
[7] Morales Moreno, Humberto. “Orígenes de la industria eléctrica en Puebla. México. “La Hidroeléctrica de El Portezuelo. 1899-1910”. En el Simposio Internacional Globalización, innovación y construcción de redes técnicas urbanas en América y Europa, 1890-1930. [Consultado: febrero 2023 ]. https://www.ub.edu/geocrit/Simposio/cMorales_Origenes.pdf
[8] Mundo Nuestro. Periodismo y Acción Civil. (abril de 2018). “Este texto escrito por Jesús Rivero Quijano, industrial poblano cuya familia fue la propietaria de la fábrica San José El Mayorazgo, como la conocían en el siglo XIX, entre 1864 y 1946”. Para entender lo que Puebla ha perdido con la destrucción de Atoyac textil: la historia de la Planta Carmela. [Consultado mayo 2023] https://mundonuestro.mx/secciones/ciudad/item/1353-para-entender-lo-que-puebla-ha-perdido-con-la-destruccion-de-atoyac-textil-la-historia-de-la-planta-carmela
[9] Quien será la primera titular de la nueva Secretaría de Humanidades, Tecnología e Innovación del Gobierno del estado de Puebla para este periodo que iniciará en 2024.
[10] Peña Guzmán, Celina. Frederick Stark Pearson y la construcción de la hidroeléctrica de Necaxa. [Consultado en octubre de 2023]. https://www.ub.edu/geocrit/Simposio/cPeña_Frederick.pdf
[11] Pérez Muñoz, Edgar. La introducción de la iluminación eléctrica en los hogares de Puebla, del Porfiriato a la Revolución. [Recurso electrónico consultado: noviembre de 2023]. https://revistas.uaa.mx/index.php/horizontehistorico/article/view/3526