Pemex reporta que se importa 77.4 por ciento de la gasolina que se consume en el país, y que la capacidad de refinación se desplomó 42.2 por ciento en el primer bimestre del año. (La Jornada, 25 de marzo 2018) La explicación que la empresa da, se lo adjudica a “las afectaciones que causaron en la refinería de Salina Cruz los sismos de septiembre y los efectos de la tormenta tropical Calvin”. Para nada considera la drástica reducción de la inversión pública y que la propia empresa ha realizado, como consecuencia de las políticas de disciplina fiscal que vienen predominando desde los años 80. En su afán de reducir las presiones inflacionarias a través de contraer demanda, así como la participación del Estado en la economía, han disminuido la inversión pública en Pemex, como en infraestructura y en el resto de los sectores estratégicos de la economía. Ello ha reducido el crecimiento de la capacidad productiva en el sector petrolero, lo que ha disminuido la exploración y producción de petróleo, como la producción de las refinarías, comprometiendo el crecimiento de las exportaciones petroleras, y el abasto de la gasolina en el mercado nacional, respectivamente. Le ha resultado muy caro al país tratar de disminuir las presiones inflacionarias contrayendo la demanda a través de reducir el gasto y la inversión pública, dado sus efectos negativos en la desaceleración de la producción nacional. Esto se ha traducido en presiones negativas sobre el déficit de comercio exterior, que terminan desestabilizando la relación peso –dólar, y por encarecer el costo de los insumos y productos importados, aumentando ello la inflación.
La política de austeridad fiscal predominante y defendida por los candidatos presidenciales, ha atentado sobre las condiciones productivas internas y nos llevan a depender de las importaciones para satisfacer el consumo nacional, como de la entrada de capitales para financiar el déficit de comercio exterior en que ello se traduce. Para promover entrada de capitales, se ha tenido que trabajar con altas tasas de interés, lo que restringe más la inversión y la actividad productiva, presionando ello sobre precios e importaciones. Se ha tenido que acelerar la privatización y extranjerización de la economía para contar con flujos de capital para financiar la importación de gasolina, como de todos los productos importados para satisfacer la demanda nacional.
La economía ha quedado en una situación de alta fragilidad, como resultado de la política de austeridad fiscal y de libre comercio predominante, debido a que ha atentado sobre el sector productivo nacional y ha aumentado la dependencia de la economía de las importaciones, como de los flujos de capital para financiarlas. Ello nos ha llevado a tener que extranjerizar la economía para atarear capitales.
Cualquier disminución de entrada de capitales, devalúa la moneda, y encarece el costo en término de pesos, de los productos que importamos, evidenciando el fracaso de las políticas restrictivas (aumento de la tasa de interés y contracción del gasto público) para reducir la inflación. Tal objetivo debe descansar en el crecimiento de la productividad y de la capacidad productiva, para así satisfacer la demanda interna y no depender de importaciones.
El gobierno con la reforma energética espera flujos de inversión en dicho sector para incrementar el proceso de refinación en el país. Pemex ha señalado en el documento Prospectiva de Petróleo Crudo y Petrolíferos 2017–2031, que “el incremento esperado de procesamiento de crudo, es de 79.6 por ciento para el periodo 2017–2031, tomando como base la planeación de las inversiones sobre proyectos de modernización y construcción de infraestructura en el sistema de refinación nacional”. Es decir, tendrán que pasar 14 años para que dicha producción aumente cerca de 80 por ciento, y el problema es que será controlada por empresas privadas (nacionales y extranjeras) y se venderá a altos precios que les asegure altas ganancias a tales inversionistas. Perfectamente el gobierno puede desarrollar el sector petrolero y las refinerías con gasto público deficitario, sin requerir inversión privada, y sin ceder el control de la producción, y tal gasto deficitario no representaría presiones inflacionarias, dado que dicha industria es altamente productiva, ahorradora y generadora de divisas. Ha sido la postura ideológica de quienes nos han gobernado, que a través de la austeridad fiscal han desmantelado la esfera productiva, y nos ha llevado a depender de importaciones para satisfacer el consumo nacional, y a extranjerizar la economía. Hay que frenar y revertir las políticas económicas causantes de los retrocesos productivos, como de la extranjerización y la creciente desigualdad que predomina en el país.