La ley es una construcción social que obedece al tiempo y espacio político en que se desarrolla. Los griegos, a pesar de ser un referente de democracia para muchos, no consideraban como ciudadanos sujetos de derecho a los esclavos y las mujeres, por ejemplo. En la edad media la justicia era impartida por el clero y en países como Estados Unidos, la segregación racial era legal hace menos de un siglo. Algo evidente es que la ley toma la forma de la clase en el poder y ejerce su hegemonía en un momento y un lugar determinados.
A la derecha le cuesta entender esto pues llevaba ya varios años detentando el poder y estaban acostumbrados a hacer ley su forma vil de actuar. Para la derecha el robo, la calumnia, el engaño y la explotación, más que una costumbre son un modo de vida. Es su propia naturaleza. Un derechista que no vea el robo al erario como algo normal, no puede considerarse derechista, de hecho, lo considera un derecho. Es precisamente por ello, que en el periodo neoliberal los contratos descarados a favor de empresas especializadas en el fraude eran el pan de cada día, siempre al amparo de la ley.
La reforma energética propuesta por Enrique Peña Nieto en 2013 implicó entre muchas otras cosas, la legalización del saqueo del país a través de subsidios a empresas privadas. Concretamente en el sistema eléctrico, por ejemplo, empresas privadas generan energía a través del viento. Todos sabemos que el viento no tiene un comportamiento constante ni predecible, por lo que no es una fuente de energía estable, o sea a veces produce mucho y a veces produce poco. Sin embargo, las empresas y los hogares consumen energía de manera independiente de las condiciones del viento, así que cuando hay poco viento, la Comisión Federal de Electricidad (CFE) tiene que ver la manera de surtir la energía que no es producida por los parques eólicos, sucede al revés cuando producen de más y a consecuencia de ello CFE tiene que cerrar las compuertas de las hidroeléctricas para poder canalizar la energía que producen los privados. Además, debemos saber que las empresas privadas no pagan por el uso de la red de cableado de la CFE, ni por el mantenimiento de las instalaciones, ni por los gastos de administración y cobranza. O sea, cada vez que pagamos nuestro recibo de luz, las estamos financiando directamente. Por si fuera poco, la preferencia que gozan las empresas privadas, impide la producción de energía verdaderamente limpia a través de las presas hidroeléctricas de la CFE. El cierre de las compuertas, además provoca inundaciones y estragos en amplias zonas del territorio nacional. ¿Y todo para qué? Para que las empresas extranjeras se lleven la riqueza de nuestro país.
Ya ni hablar de los daños ecológicos causados por los parques eólicos, que generan campos electromagnéticos que perjudican el tránsito de aves y toda clase de animales, incluidos los humanos, o bien del terrible sonido que sus ventiladores provocan y que terminan haciendo que miles de animales mueran aturdidos, ni qué decir de los ejidatarios y comuneros que son desplazados para que las grandes empresas puedan instalar sus parques de generación eléctrica.
Pequeño detalle: Hoy es nuestro momento y nuestro espacio. La historia nos espera, este pueblo ya no duerme.