Sábado, noviembre 8, 2025

La fantasma de los 3 mil pesos

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Una mujer contrató, delante de sus clientes, a una amiga para agilizar unos trámites de un negocio que tenían entre manos con la promesa de: “Si yo gano, tú ganas”; es decir, compartirían en alguna medida las ganancias que se obtuvieran sin quedar en cantidad o porcentaje fijo, que, por la confianza y el compromiso frente a sus clientes, la amiga no consideró necesario especificar.

La mujer contratante pasaba por un estado desafortunado porque ese día su marido la había corrido de su casa ya que el matrimonio, desde hacía años, era una muy maltrecha pantalla ante la gente, y él le dijo que no la quería ver más, así que “a volar palomas”. Ella estaba muy trastornada y no dejaba de hacer referencias lastimosas de sus desdichas que sumaban años, con maltrato permanente del esposo y sometimiento absoluto de ella.

La amiga se aplicó a la agilización de los trámites en dos instancias que le indicaron: en la primera le dijeron que el plazo era de tres a seis meses y se requería que fuera de uno; en la segunda, era de uno o dos meses, y requerían fuera menos de uno.

Agilizar no es lo mismo que gestionar: los gestores también agilizan; son responsables de los trámites de manera total; ingresan los documentos, hablan con los titulares y los apuran lo más que pueden. Quienes agilizan lo hacen desde dentro y dependen de que los gestores hagan exactamente lo que se les dice. Los clientes fueron los gestores e hicieron exactamente lo que la amiga les dijo y todo se agilizó de manera excepcional: lo de tres a seis meses salió en uno; lo de un mes salió en una semana. El trámite le reportó 75 mil pesos a la mujer, y la amiga solo le pidió 3 mil pesos por sus servicios.

Cuando llegó la hora de pagar el  “Si yo gano, tú ganas” la señora solo le dio las gracias por “su amabilidad”. La amiga le cobró, porque “un trato se cumple”.

Cuando la amiga me platicó el caso, me dijo: “Desde el principio supe que no me iba a pagar, porque lo hubiera hecho desde el principio. Pero le advertí que donde la viera, le iba a cobrar.” Y riendo de buena gana añadió: “Me convertí en su fantasma de los 3 mil pesos, porque donde me ve, ¡huye!”

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