Es muy probable que entre las calles del centro de Puebla la que más puntos de historia olvidada tenga sea la 11 Norte–Sur, por supuesto debido a que es una de las que más modificaciones ha sufrido a través del tiempo. Ya en este espacio se habló, por ejemplo, del segundo velódromo del Athletic Club, el cual estaba ubicado en la acera oeste de dicha calle, entre las hoy avenidas 11 y 17 Poniente. A unas cuadras de ahí existió también uno de los edificios más bellos que la urbe ha tenido fuera de la época colonial: la estación del Ferrocarril Interoceánico.
La construcción de esta hermosa terminal ferroviaria se inició en 1896 y concluyó en 1897. Estaba ubicada de igual manera en la acera oeste de la 11 Norte, abarcando hasta la 19 Norte y extendida entre las actuales 2 y 6 Poniente. En total 80 mil metros cuadrados de instalaciones –que incluían hasta un hospital para sus empleados–, lo cual la convertía en la estación más grande de la época en Puebla, superando por mucho a la del Ferrocarril Mexicano, cuya estructura principal se mantiene en pie a la fecha, siendo la sede del Museo Nacional de los Ferrocarriles Mexicanos. En el mismo se resguarda una placa del Interoceánico.
Esta estación, administrada –como casi todo el ferrocarril en la época– por una compañía inglesa, generó una nueva actividad en la Puebla de principios del siglo XX. En torno a ella se construyeron hoteles, se establecieron comercios, se crearon empleos y se generó un centro nervioso para el transporte urbano de la zona que prevalece hasta nuestros días. En una era en que el transporte ferroviario era el más importante de todos, de la terminal del Interocéanico se llegaba a la capital del país por la entonces conocida como vía corta, que no pasaba por Tlaxcala y arribaba a la también histórica y desaparecida estación de San Lázaro.
En 1914 la estación del Interocéanico fue incendiada por las tropas carrancistas que huían de las zapatistas, dentro de la etapa revolucionaria en que los vencedores de Porfirio Díaz y de Victoriano Huerta se enfrentaron encarnizadamente por el poder. 60 años después, el 31 de enero de 1974, dejó de prestar servicio definitivamente, tras lo cual fue completamente demolida, quedando en la actualidad de ella, además de la placa antes mencionada, parte de una bodega y fragmentos de dos bardas.
Hoy en su lugar hay, además de una parte de la 4 Poniente que en su declive evoca a la estación, dos estructuras por demás espantosas. Una de ellas un mercado que, no sabemos si en una exhibición de ignorancia o de cinismo, o tal vez de ambas, recibió el nombre de Venustiano Carranza. Algo así como ponerle Rudolph Höss al museo erigido en Auschwitz. Y junto a ese centro de abasto están las oficinas donde el ayuntamiento cobra toda clase de multas. Así que, de una u otra manera, y como ya se ha explicado, con la más triste ironía, sigue siendo un sitio donde prevalece el carranceo, mientras el recuerdo del que alguna vez fue uno de los lugares más bellos de la ciudad se desvanece de la memoria colectiva.