En ciertas temporadas, un cardumen se puede encontrar amenazado por depredadores que le atacan: leones marinos, focas, marlines, tiburones y delfines. Al sentirse acosado intenta escapar hacia la superficie mientras se esmera en no desagruparse; acción colectiva a la cual debe su oportunidad de sobrevivencia. Al subir encuentra que le devoran albatros y gaviotas.
Iniciada la pandemia, los gobiernos mayoritariamente capitalistas tendieron al confinamiento de los ciudadanos y otros invitaron e invitan al regreso a la normalidad. En América Latina se acentúa la desigualdad ante una cuarentena que liquida la economía informal. En datos (CEPAL-OIT: 2020: 16), existe un 44% de trabajadores independientes en la subregión, además de un 46% de ocupados de baja productividad (CEPALSTAT: 2020). En el año 2019 había 25 millones de desempleados (FMI, 2019), a los cuales el COVID-19 según (CEPAL-OIT: 2019) sumará 11.5 millones de desempleados en 2020 y una reducción de 10.4% de horas laborales.
Estos sectores sienten ya la presión y, obedeciendo a un sentido vital, salen a buscar el sustento. La respuesta ha sido la represión violenta de la mano de políticas ambivalentes o estériles. Cuando no pasa esto, la corrupción y el descaro con que se decreta a favor de los sectores bancarios y empresariales coludidos con los gobiernos de turno, no irriga dinero al sector empresarial ni micro empresarial, mucho menos a usuarios bancarios y menos aún a sectores populares que no tienen ninguna experiencia bancaria. Corren entre bombos y platillos, mercados y bonos denominados “políticas de transferencias frente a la pandemia en diez países de América Latina” (CEPAL-OIT: 2020: 45), que dieron, por mes, en abril y mayo entre 41 dólares Colombia y 220 dólares en Perú. súmese carestía, especulación y paulatina escasez de productos básicos. Además, una débil estructura del sistema sanitario, colapsado o por colapsar, así como privatizado o deficiente, desde antes de la pandemia.
En este escenario, la población se va encontrando como el banco de peces, entre dos depredadores. Por un lado, un Estado policivo, ineficiente, arbitrario, y en algunos casos híper-autoritario. Por otro, una mafia que va reemplazando las funciones del primero –asunto nada nuevo-, tales como entrega de mercados, dinero, control marcial de la cuarentena, préstamos diarios a interés a los micro empresarios. Además de adaptarse, crecen posicionándose como un híper-crimen. Así, una espada se bate arriba para los gestores del cambio perseguidos judicial y mediáticamente y abajo asesina líderes y lideresas comunitarias.
De tal forma que la sociedad, ahora, se enfrenta a una readaptación sutil o estrepitosamente distópica del capitalismo, que le golpea aún más ante su espontaneísmo en la protesta o su radicalidad explosiva y fugaz; despolitizada y ajena a la controversia propositiva, transformadora. Saber qué no se quiere, pero no qué se quiere, es un problema de una sociedad que no se encuentra y que termina siendo presa del caos ante una falta de organización que la inhibe de actuar al compás colectivo, fraterno, documentado y despierto en el que, incluso, está dispuesto a morir del cardumen.