En el contexto de la nacionalización del canal de Suez ordenada por Gamal Abdel Nasser presidente de Egipto, el 2 de noviembre de 1956 tanques y tropas del ejército genocida de Israel atravesaron la Franja de Gaza para someter a las tropas egipcias. Moshe Dayan, ministro de Guerra de Israel, ordenó bombardear la zona de Khan Yunis asesinando a decenas de personas. El historiador francés Pierre Filiu en Gaza, una Historia, cuenta que las tropas genocidas de Israel llevaron a cabo dos masacres.
Durante la madrugada del 3 de noviembre las tropas genocidas de infantería y los tanques de Israel lanzaron uno de los más sangrientos operativos de contrainsurgencia en la Franja de Gaza. Vehículos militares deambularon por las calles de Khan Yunis por medio de los altavoces ordenaron salir a la población civil, una vez en la calle a punta de pistola formaron a todos los hombres “sospechosos” de integrar la resistencia palestina, con las manos levantadas y semidesnudos cientos de varones fueron conducidos a la plaza central de Khan Yunis, en donde se les obligó a colocarse junto al muro de una antiguo caravasar, donde fueron ejecutados.
La otra masacre ocurrió en el campo de refugiados. Una vez comprobada la identidad de los detenidos se les condujo a los patios de las escuelas, centros sociales y edificios públicos donde fueron asesinados. La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA por sus siglas en inglés) reportó el asesinato de 275 personas, incluidas 140 palestinos que habían llegado a Khan Yunis como refugiados. Sin embargo, las fuentes palestinas documentaron que 415 personas habían sido asesinadas y 57 habían sido desaparecidas.
Estas desgarradoras imágenes vivirían en los recuerdos de Abdel Aziz al-Rantisi un niño de ocho años que fue testigo y que perdió a su tío y a varios miembros de su familia en estas masacres. Aziz al-Rantisi formaría en 1987 junto a otros jóvenes de los campos de refugiados de la Franja de Gaza, el movimiento de resistencia islámica HAMAS. Más tarde se integrarían a la organización hombres como el comandante Yahya Sinwar arquitecto de la ofensiva militar Diluvio de Al-Aqsa, quien también nació en el campo de refugiados de Khan Yunis en 1962, solo seis años más tarde de estas masacres.
Al revisar la historia de los crímenes cometidos por Israel sobre la población palestina es imposible no sentir empatía por esas mujeres y esos hombres que nacieron y vivieron toda su vida en campos de refugiados, que vieron cómo las tropas ocupantes asesinaron a sus familiares, que vivieron durante décadas la humillación, las vejaciones y el racismo, que fueron encarcelados, torturados y asesinados por luchar por la independencia de su amado pueblo.
Los hombres y las mujeres que integran HAMAS no son bestias sedientas de sangre, vivieron experiencias muy duras bajo una ocupación militar que posee una tecnología armamentística apabullante y que durante décadas esta sociedad racista, militarista y ahora genocida de Israel se ha presentado al mundo como la víctima, victimización que le ha permitido a las tropas de Israel continuar asesinando bebes, niños, mujeres y hombres en Palestina, Líbano y Siria. HAMAS, no es sólo una organización que realiza operaciones militares, es también un movimiento de Liberación Nacional, que ha construido hospitales, escuelas y viviendas, en sus filas participan doctoras, diputadas, arquitectos, maestros y militares. Estemos o no de acuerdo con sus medios y algunos de sus objetivos, no podemos ignorar que son un movimiento que lucha por la independencia de su pueblo y al igual que los partisanos o la resistencia francesa combaten una ocupación, para triunfar necesitan sobrevivir a este genocidio, pero sobre todo, HAMAS y las distintas facciones armadas nos recuerdan que en Palestina y también en Líbano, la dignidad de la resistencia está más viva que nunca.
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¡Viva Palestina Libre!
YAHYA SINWAR: COMBATIENTE DE NUESTROS TIEMPOS
Por ELN COLOMBIA
«Hay dos días en la vida de una persona: el día en que la muerte no es tu destino, y el día en que la muerte es tu destino. En el primer día, nadie puede hacerte daño, y en el segundo, nadie puede salvarte».
– Imam Alí, primo del Profeta Muhammad
El pasado 16 de octubre, Yahya Sinwar, comandante militar y Jefe del Buró Político de Hamás, cayó en combate en el barrio de Tal al-Sultan, en Rafah, ubicado en el sur de Gaza. Sinwar, con 62 años de edad, cayó confrontando al ejército de ocupación sionista hasta su último aliento.
Los últimos momentos de la vida del comandante Sinwar se han conocido gracias a los videos y las fotos que los mismos soldados israelíes han filtrado por la redes sociales, práctica común del ejército sionista..
Se sabe que, luego de más de dos horas de combate, acompañado por cuatro miembros de su grupo de seguridad, se atrincheró en un edificio en escombros. Sinwar lanzó granadas a los soldados sionistas, hiriendo por lo menos a uno, antes de que le volaran la mitad de su brazo derecho y los dedos de la mano izquierda. Luego, el ejército sionista le disparó un proyectil desde un tanque Merkhava, matando a varios de sus compañeros e hiriendo aun más a Sinwar.
Con su brazo derecho ya inutilizable por las heridas, Sinwar murió vistiendo su uniforme militar y chaleco de combate, su fusil AK-47 y el rostro cubierto por su keffiyeh. Un dron sionista entró al edificio para confirmar la identidad del quienes se encontraban adentro. Sinwar, sentado en un sillón, ya incapaz de moverse, en su último acto de resistencia desafiante, le lanzó al dron un bastón de madera. La autopsia demostró que Sinwar murió de un disparo a la cabeza..
Yahya Sinwar fue el arquitecto de la Operación Diluvio Al-Aqsa del 7 de octubre de 2023, que agarró por sorpresa al Estado sionista, que ha sacudido sus cimientos hasta el día de hoy. Desató una verdadera tormenta de la cual Israel nunca podrá recuperarse.
Después del 7 de octubre, la CIA formó un grupo de trabajo para rastrear a Sinwar. Washington envió amplios recursos de inteligencia a la región para juntar información sobre el líder de Hamás. No obstante, Sinwar no fue encontrado ni asesinado. El ejército sionista no supo que lo habían matado hasta inspeccionar su cuerpo. Sinwar resistió hasta su último aliento y luchó hasta el final.
Yahya Ibrahim Sinwar, un palestino nacido en 1962, en el campamento de Khan Yunis, refugiado de la Palestina ocupada. Su nombre de guerra era Abu Ibrahim. Sinwar fue nombrado sucesor de Ismail Haniye, Jefe del Buró Político de Hamas y principal negociador, después de que él fuera asesinado en la capital de Irán el 31 de julio de 2024. Se graduó con una licenciatura en literatura árabe de la Universidad Islámica de Gaza.
En la década de los 1980, Yahya Sinwar fundó el Majd, el servicio de inteligencia y seguridad de Hamas. Él estableció el aparato que garantiza la continuación del movimiento de resistencia islámica en Palestina, que el mundo entero, especialmente Estados Unidos, reconoció como imposible de eliminar.
Fue preso político durante 23 años. En la prisión aprendió a hablar hebreo y estudió a fondo la sociedad israelí, pues entendía la importancia estratégica de conocer al enemigo. Escribió su novela autobiográfica de 2004, “Espinas y claveles”, donde exploró temas de resistencia, resiliencia, autosuficiencia, sacrificio y seguridad, a través de dos personajes ficticios, Ahmad e Ibrahim.
El comandante Yahya Sinwar trabajó por la unidad entre las facciones de la resistencia palestina, en particular por unificar los esfuerzos de Hamás, con los de Al Fatah, el FPLP e Yijad Islámico. Entendía que el pueblo palestino es uno y que las estrategias de resistencia armada tendían que coordinarse y articularse para ganar la fuerza necesaria.
Al publicar las imágenes del cadáver de Sinwar, el ejército sionista cometió un error estratégico, pues ha servido para crear la leyenda de Yahya Sinwar. La imagen de un guerrero muerto en combate crea en los palestinos un poderoso paralelo con el Che Guevara, también muerto en combate en 1967, cuyo cadáver fue exhibido como trofeo. Ahora Sinwar, al igual que el Ché, ha devenido ícono de la causa de liberación de los oprimidos.
Un fragmento del poema de Mahmoud Darwish, Plegaria por la Gran Sombra, “predijo” el modo de morir de Sinwar: “Llegada tu siega, no hay escapatoria. Tu brazo ha caído, así que levántalo y golpea a tu enemigo. No hay escapatoria, yo también caí cerca de ti: levántame y golpea a tu enemigo conmigo… Ahora eres libre, libre, libre”. Así aumenta su leyenda.
“Aprendí en las calles de Gaza que una persona no se mide por los años de su vida, sino por lo que da a su patria. Así que, mi vida fue prisiones, batallas, dolor y esperanza”, dijo Sinwar.
El régimen sionista ha apostado por destruir a HAMAS, eliminando a sus líderes, pero no ha logrado destruir al movimiento, sino que lo ha fortalecido. Pese a que Hamás haya perdido a sus 2 grandes líderes – Ismail Haniye (31 de julio 2024) y ahora, Yahya Sinwar (16 de agosto de 2024) – Hamás es un movimiento fuertemente institucionalizado, sin culto de la personalidad. El movimiento tiene la capacidad de reemplazar sus dirigentes caídos con agilidad y con tranquilidad.
Israel ha asesinado a docenas de líderes de Hamas y ha matado a muchos miles de sus combatientes, desde la fundación del movimiento en la década de 1980”. Pero estos ataques nunca impidieron que Hamas no se recuperara y, en muchos casos, lo hizo con mayor ferocidad. En vez de retroceder a causa de los asesinatos de líderes y combatientes, los palestinos intensifican su determinación.
El mensaje final del comandante Yahya Sinwar fue uno de esperanza y perseverancia, recordando a su pueblo que la Resistencia no era un esfuerzo fútil, sino una vida vivida con honor y dignidad:
“Lo que dejo atrás no es un legado personal, sino uno colectivo para cada palestino que soñó con la libertad, para cada madre que llevó a su hijo como un mártir sobre sus hombros, para cada padre que lloró amargamente por su hija asesinada por una bala traicionera.”
De Ana Frank a Rasha, lo impensable
Por Agencia de Noticias Pelota de Trapo
La guerra contiene historias de gente de carne y hueso que nos ofrece una realidad imposible de soslayar. Una carta escrita por una niña palestina de 10 años y el relato de una periodista cuya casa fue destrozada son pinceladas del horror. A 82 años del diario de Ana Frank.
Por Laura Taffetani
(APe).- El genocidio en Gaza y ahora en el Líbano nos trae imágenes estremecedoras que vemos en línea con pasmosa cotidianidad. Pero esa guerra tiene historias, historias de gente concreta que nos ofrecen las singularidades necesarias para salir del libreto oficial de los medios masivos de desinformación y explorar con nuestros propios sentidos una realidad imposible de soslayar.
La semana pasada, la Editorial Boltxe publicó una carta que se encontró debajo de los escombros de una casa bombardeada por los sionistas en Gaza.
La carta había sido escrita por una niña palestina llamada Rasha quien, con tan solo 10 años de edad, dejó escrito su testamento:
“Por favor, no lloréis por mí, porque me pondría triste. Espero que mi ropa pueda ser donada a los necesitados, y mis cosas a Rahaf, Lana y Batool. Las cajas de bisutería deberían ser donadas a Batool. En cuanto a mi paga de 50 shekels mensual, quiero que la mitad sea para Rahaf y la otra mitad para mi hermano Ahmad. Me gustaría que Batool tenga mis juguetes. Por último, por favor, no le gritéis a mi hermano Ahmad. Por favor, cumplid estos deseos”
Para las generaciones que crecimos después del holocausto judío, si hay un ícono que nos marcó en relación el horror vivido por ese pueblo frente al nazismo fue el Diario que escribió la niña de familia judía, Ana Frank, de 13 años de edad mientras se encontraba oculta de la ocupación nazi. Ana, junto con su familia fue descubierta tiempo después y enviada a un campo de concentración donde finalmente murió por las condiciones de detención. Los diarios llegaron a manos de su padre, único sobreviviente y por ello pudimos conocerlos.
¿Cómo podíamos imaginar que ochenta y dos años después, otra niña, en este caso palestina, más pequeña aún, dejara por escrito el testimonio del horror que les toca vivir al pueblo palestino sojuzgado por el “Estado” de Israel, que dice ser judío como la familia de Ana y que fue recientemente acusado por la Corte Internacional de Justicia de la Haya por el delito de genocidio?
Muchos y muchas pensamos que no hay razón de estado alguna que pueda justificar ningún genocidio en el mundo pero pensar que alguna puede ser invocada por quien lo ha sufrido es de una paradoja estremecedora, sólo explicable en la lógica geopolítica del capitalismo global que no duda en convertir en verdaderos infiernos nuestras tierras para obtener los recursos necesarios que permitan sostener y acrecentar sus ganancias.
A poco de conocer la carta de esta niña Palestina, una compañera periodista Wafica Ibrahim, directora del medio libanés Al Mayadeen, nos relató que su casa en un barrio residencial de Beirut fue demolida totalmente por los mismos misiles sionistas que destruyeron la casa de Rasha, sólo que en este caso Wafi no se encontraba dentro y salvó su vida milagrosamente.
Donde había una casa antes, hoy hay un baldío. Cuentan muchos compañeros y compañeras que esa casa era un lugar de puertas abiertas como el corazón de Wafi, que siempre tenía un lugar para albergar las almas militantes de distintos lugares del mundo de internacionalismo sincero. Esa casa hoy es un gran pozo, un pozo que se tragó los mejores recuerdos de Wafi y con ellos seguramente un poco de su vida.
Es cierto que a veces no encontramos las palabras exactas para describir la dimensión del horror pero también es cierto que viene una niña como Rasha o una sonrisa como la de Wafi para volver a imponer orden en este mundo y devolver a la historia su honra y dignidad.
En las historias singulares se abrigan también las respuestas.
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“Beirut, 1982”
Para recordarnos que estamos tan furiosos como una tormenta.
Nunca creí
que la venganza
sería un árbol
creciendo en mi jardín
*
Los árboles crecen en todas direcciones
El pueblo palestino también:
desplazado
no como las mariposas
sin alas,
incapaz de volar,
cargado de amor
por sus fronteras y su miseria,
nadie puede estar eternamente tras
las rejas
o bajo la lluvia.
…
Jamás lloraremos con lágrimas
sino con sangre.
…
No será en los cementerios donde
plantaremos el grano
ni en la palma de mi mano
Estamos furiosos como una tormenta.
Etel Adnan. Líbano