De las nueve entidades en juego para elegir quien gobernará, los morenos han escogido sus candidatos, el más relevante es la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México que ha servido para revisar las perspectivas respecto de la Presidencia. Sin embargo, la influencia en los demás estados también adquiere relevancia y, adicionalmente, aparecen las alcaldías de la capital de los estados, así como las diputaciones locales y federales o las mismas senadurías.
De cinco aspirantes, la ciudadanía chilanga prefirió a dos con perfiles que se distinguieron sobre los restantes: Clara Brugada y Omar García Harfuch. Este último, fue el mejor a juzgar por las encuestas levantadas. Clara le siguió a distancia. Pero, al final, fue ella la seleccionada por aquellos que debían, y tomaron, la decisión de nombrarla. En el ámbito colectivo, no tardaron las distintas visiones en expresarse. Las más audibles y severas, aventuraron una serie de repercusiones negativas, fuera del contexto en cuestión.
Fueron dos aspectos complementarios que se desarrollaron al final del proceso. Uno de contenido electoral y el otro de matices ideológicos. Y sobre estos versaron los diversos considerandos. Las encuestas sirvieron para situar, con números, tanto las preferencias por cada uno como sus posibilidades de triunfo en la elección venidera. Pero el factor determinante apuntó sobre la decisión de los morenos de asegurar que, su abanderada, Clara Brugada, garantizara la continuidad del modelo, con avanzada ruta. Destacadas bases y militantes del partido, que en la capital del país se cuentan por miles, se movilizaron para pujar por su candidata. Sus voces se oyeron resonantes, pues están conscientemente organizados e incidieron en la decisión.
Se alentaron variadas especulaciones opositoras, sobre el supuesto daño a la imagen de la candidata presidencial. Todas ellas, como muy a menudo lo son, repetitivas en argumentos, coordinadas en sus condenas y pronósticos. Dichos alegatos sostienen que la doctora Sheinbaum cargará con acentuada pérdida de autoridad, tanto en su campaña como en su futura Presidencia. La ven mermada ante quien atribuyen, sin duda, el influjo a trasmano sobre el diferendo en cuestión y que, por tanto, sigue con el bastón en la mano: AMLO. La oposición, sobre todo la que se expresa en medios y que es altanera y vociferante, no se resigna a perder el objeto de su crítica: seguir degradando la imagen del presidente López Obrador. Así como durante momentos iniciales predicaban que tenía deseos de perpetuarse en el poder, ahora no aceptan, de manera alguna, su anunciado retiro. Ceder el mando político a Morena a la candidata presidencial lo juzgan tramposo, que se trató de un acto publicitario, un desplante demagógico. Él es quien sigue al mando y ella sólo es una comparsa, concluyen con sobada rabia y coraje, que linda en el odio.
Sheinbaum ha dado ya bastantes pruebas de su aceptación y buen uso del nombrado bastón. No lo compartirá. Tan sólo, delegará parte de sus efectos entre los que escoja como compañeros de gestión. La maniobra política efectuada para escoger al jefe de Gobierno citadino tuvo bases compartidas con la militancia, las normas del INE y la exigencia de asegurar el perfil deseado.
Los deseos de confrontar a la candidata con el Presidente serán vanos. El proyecto de Morena seguirá adelante, construyendo, en democracia, los pisos que requiera para su consolidación.