Lunes, julio 7, 2025

La de los pies ligeros

El domingo pasado corrí el medio maratón del Día del Padre en CDMX. Como parte de las actividades, un par de días antes se organizó una expo donde se entregaron los paquetes con el número de corredor, el chip que incluye -para medir el recorrido y el tiempo oficial-, la playera conmemorativa y otros regalos. A su vez, se colocaron puestos de patrocinadores diversos que ofrecían ropa, geles, gorras, tenis y muchas otras cosas más para los corredores. Ahí, en una esquina, se encontraba el stand de la Fundación “Lorena Ramírez” que vendía gorras y playeras promocionales, cuya venta contribuye con los programas que apoyan. Ahí, junto con la encargada del puesto, se encontraba nada más y nada menos que la ultra maratonista reconocida a nivel mundial, rarámuri de origen, Lorena Ramírez, “la de los pies ligeros”. A lo largo de mi vida he tenido el gusto de conocer a uno que otro de mis “rockstars” tanto de la música, de la palabra escrita y del deporte y he de decir que pocas veces me ha dado tanto gusto como en esta ocasión que pude conocerla. Apenas crucé un par de frases con ella y me tomé una foto para el recuerdo de la experiencia. Como se lo dije a un amigo hace unos días, “el conocerla fue genial. Es sorprendente lo que ha hecho y me dio un enorme gusto verla. Me la imaginaba mucho más alta, a ese grado la admiro”. Sí, en verdad creí que era mucho más alta precisamente por todo lo que ha logrado y la manera en que ha colocado en el mundo de los kilómetros a pie a las comunidades rarámuri, mal llamados tarahumaras. Hace tiempo escribí sobre ellos, su vida, sus costumbres y su resistencia en una columna que intitulé “Resistir para vivir”. En esa entrega, afirmé que en “esencia, la carrera para los rarámuri implica demostrar que se puede resistir, es una metáfora clara de su adaptación y tenacidad ante el agreste mundo en el que viven que les ofrece condiciones sumamente complicadas: calores y fríos extremos, caminos pedregosos y polvosos, cumbres de hasta tres mil metros y distancias a recorrer entre rancherías, escuelas, clínicas y poblaciones de varias horas de caminata y carrera. La carrera, por tanto, es una mera extensión de su vida cotidiana”. Ahí mismo dije que, citando una investigación muy interesante [“Correr para vivir: el dilema rarámuri”  de Ángel Acuña Delgado, publicado en la revista Desacatos (2003) del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS)], la palabra rarámuri significa “pie corredor” o “corredor a pie” lo que ya nos habla bastante de lo que implica para ellos el movimiento más natural y ancestral que poseemos, que es caminar y correr. De hecho, una de las primeras referencias que tuve de Lorena, fue su aparición en el video de la fabulosa canción de Jorge Drexler “Movimiento” (2017), donde aparece haciendo lo que le ha acarreado fama: correr.  

Estos pueblos que habitan las inmediaciones de la Sierra Tarahumara fueron desplazados hacia la montaña a la llegada de los europeos a la zona. Como se menciona en el portal del Gobierno de México sobre una etnografía del pueblo rarámuria “la llegada de los españoles, el actual estado de Chihuahua era ocupado por varios pueblos: los tubares, los tobosos, los cocoyomes, los joyas, los conchos, los guazapares, los chinipas, los tarahumaras, los salineros y los pimas. (…) Los tarahumaras ocupaban el territorio que recorre la estribación este de la sierra Tarahumara. (…) En 1631 se empezó a explotar la mina de San José del Parral, por lo que Parral se convirtió en importante mercado de productos y mano de obra para los rarámuri. Pronto, ganaderos y agricultores empezaron a apoderarse de las mejores tierras, lo cual obligó a los tarahumaras a internarse cada vez más en la sierra. Éstos, reducidos a pueblos de misión eran forzados a prestar trabajo en las minas cuando esta actividad cobró auge a mediados del siglo XVII”. Como se ve, ellos, entre muchos otros pueblos originarios de nuestro territorio, fueron desplazados siguiendo los intereses de los colonizadores, sus ambiciones, gustos y disgustos. Para ellos fueron las tierras más agrestes de esos lugares por lo que, para obtener los satisfactores más elementales, así como para asistir a la escuela e incluso a la iglesia, han tenido que caminar largas distancias. Para ellos, ese es el entrenamiento cotidiano; además, como mencioné en aquella ocasión, las carreras que ellos desarrollan, muy diferentes a nuestras competencias actuales, son parte integral de su cultura. Todos, en general, en algún momento de su vida, participan en las carreras, ya sea corriendo, ya sea apoyando a los corredores y en la elaboración de los rituales y de las apuestas. Además, como se ve, no es una cosa de hombres nada más, sino de las mujeres también. Son muchos y muchas las y los corredores rarámuris que recientemente han obtenido gran renombre a nivel mundial por sus triunfos en diversidad de pruebas de ultra maratón que existen y, como se ha dicho hasta el cansancio, lo hacen no sólo por su resistencia, sino porque suelen competir con su vestimenta tradicional -las mujeres con coloridos vestidos y los hombres con su calzón de manta- y con el calzado que usan cotidianamente: sandalias que ellos mismos confeccionan con cuero y llanta. Además, porque consumen para darse energía, pinole, tesgüino, frijoles y tortilla. Son todo un fenómeno, sin duda.  

Por su parte, Lorena Ramírez ha obtenido grandes logros en su corta, pero contundente carrera. Según el portal del Women Economic Forum, lugar donde dio una conferencia en 2024 junto con la cofundadora de su Fundación Mirna de la cruz, también corredora y activista, la “primera gran oportunidad de Lorena Ramírez llegó en el 2017, cuando ganó el UltraTrail Cerro Rojo, una carrera de ultrafondo de 50 kilómetros realizada en Tlatlauquitepec, con tan solo 22 años. Lo hizo vistiendo sus huaraches y su traje tradicional, sorprendiendo al mundo del atletismo y capturando la atención de los medios internacionales, no solo por su particular estilo al correr sino por su resistencia y concentración durante la competencia. (…) Y es así como desde el 2017 ha conquistado carreras mexicanas como el Ultra Maratón de los Cañones y el Ultra Trail Sierra del Laurel, y ha participado en importantes eventos internacionales como el Tenerife Bluetrail y recientemente, en 2025, el ultra maratón de Hong Kong”. Por supuesto, no es la única rarámuri que ha obtenido resultados sorprendentes en competencias nacioanles e internacionales. Como consta en una nota publicada por La Jornada en abril de 2024, “Yulisa Fuentes, Isidora Rodríguez, Lucía Nava, Argelia Orpinel, Rosa Ángela y Verónica Palma lograron el tercer lugar en la competencia The Speed Project, una carrera de relevos de 550 kilómetros que partió de Los Ángeles, California, y culminó en Las Vegas, Nevada”. Tales carreras son muy duras pues se compite de corrido, por tres días y es por relevos. También podemos hablar de otras mexicanas, como la pequeña pero veloz y resistente Mariel Salazar, mixteca oriunda de Huajuapan de León, en el Estado de Oaxaca, que obtuvo el primer lugar en los 10 mil metros planos del torneo Bryan Clay Invitational, celebrado en Los Ángeles, California, en abril de este año. Podemos esperar mucho de ella que, de alguna manera, pese a que su trayectoria es igualmente contundente, apenas va empezando.  

Como lo dije al iniciar esta entrega, me emocionó bastante encontrarme con Lorena y si estuviera cerca de Mariel lo mismo pasaría. Pienso que tiene que ver con que comprendo perfectamente el tipo de sacrificio y la dificultad que implican estas carreras de fondo. Aunque no hay estadísticas oficiales, es frecuente que se afirme en redes sociales que apenas un uno por ciento de la población del mundo ha completado un medio maratón o un maratón. Obviamente ese número se reduce de manera considerable cuando hablamos de un ultra maratón que suele ser de 50 kilómetros en adelante, prueba por demás difícil. Cada kilómetro pesa y requiere una preparación bastante seria. Pero, además, mi respeto a estas mujeres viene también relacionado con la dificultad en este mundo patriarcal, racista y clasista, de ser mujer, por un lado y de un pueblo originario, por el otro. Los oriundos de África, concretamente de Kenia, Etiopía y Marruecos, son quienes han estado acaparando la atención en estas competencias, principalmente de medio maratón y maratón completo. Pero no necesariamente es un tema ni de genética, color de piel, o zancada superior, como se suele decir cuando se habla de esos africanos. Basta ver un video de Mariel compitiendo en pista para ver que sus escasos 1.52 metros le bastan y le sobran para adelantarse y ganarle a competidoras mucho más altas y con zancadas más largas. Lo mismo sucede con Lorena que es de baja estatura. Ahí es que nos damos cuenta de que todos esos parámetros no son necesariamente la norma para medir a estas atletas. Me llamó mucho la atención el hecho de que cuando me tomé la foto con Lorena, fuéramos unos cuantos los que hacíamos fila para eso. Quizá muchos de los que están metidos en el mundo del llamado “running” no la conocen o no les parece relevante lo que ha logrado. Allá ellos, yo sí sé quién es ella, lo que representa -lo siento en las piernas con cada kilómetro-, lo que ha logrado a través de su fundación y ¡tengo una foto con ella! Lorena cuenta con toda mi admiración y mi respeto. Ojalá pudiéramos decir lo mismo del grueso de deportistas y atletas de “alto nivel” que abundan en equipos de futbol o en el mundo de la UFC, esos deportes que sí obtienen todos los reflectores, horas y horas de pantalla en programas televisivos, podcast y canales de YouTube y millones de pesos en promocionales, sueldos y patrocinios. Lo más seguro es que, con ninguno de ellos, tendría una foto.

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