Las campañas de odio, y llenas de resentimiento, emprendidas contra el presidente Andrés Manuel López Obrador y Morena por el bloque opositor, mediante las cuales, aunque llenen el ambiente social de violencia, se pretende modificar la voluntad popular que se expresa en las urnas, mostraron su inutilidad en las elecciones celebradas el domingo cinco de junio en seis entidades del país, pues le permitieron a Morena dar un nuevo impulso a su influencia política y fortalecer la certeza de que el gobierno de la Cuarta Transformación cuenta con el apoyo de la población porque va en el camino que quieren los habitantes del país, al ganar cuatro de las seis gubernaturas en juego: Hidalgo, Oaxaca, Quintana Roo y Tamaulipas.
Ciertamente, el resultado favorable para Morena no fue algo inesperado y las razonas sobran, algunas de las cuales tienen su origen en una gestión gubernamental creíble, honesta y efectiva del gobierno federal, a pesar de las calumnias, los amparos, una oposición dedicada sólo a frena las iniciativas del “dictador” quien acata las decisiones que le impiden gobernar a plenitud. En nuestra colaboración del jueves pasado concluíamos que el resultado óptimo para Morena sería lograr el triunfo en esas cuatro entidades, con lo cual llegaría, en 2024, con una formidable fuerza política, más si logra ganar las gubernaturas de Estado de México (posibilidad cada vez más real) y la de Coahuila, las cuales se disputarán en 2023.
Los triunfos de Morena, por supuesto, tienen significados políticos y sociales sustantivos, como el de Hidalgo, donde Julio Menchaca Salazar se impone a la secretaria general del PRI nacional, Carolina Viggiano Austria, pero, además, vale la pena recordar que ésta es la primera vez que el PRI y sus antecesores pierden una elección de gobernador, concluyendo, así, 93 años de hegemonía priísta; por su parte, el triunfo en Quintana Roo de la coalición Haciendo Historia, tiene un significado político: la extinción del PRD, partido que, al perder el único estado que gobernaba, parece quedar fuera del espectro político nacional, al cual por cierto ya no aporta nada, sino pena ajena. En el triunfo de Oaxaca y Quintana Roo, hay algo que conviene destacar: en esa región se asientan los proyectos eje del programa del presidente López Obrador para el desarrollo del sur–sureste del país, tan cuestionados por el bloque opositor, sin embargo, el triunfo de Salomón Jara en Oaxaca y de Elena Espinoza Lezama en Quintana Roo, donde logran triunfar con más del 60 por ciento de los votos a su favor, habla del apoyo popular a esos proyectos y a la política social del gobierno de la Cuarta Transformación; en Tamaulipas, las cosas no fueron nada sencillas. Ahí, donde algunos analistas dicen que “la violencia está institucionalizada desde hace 15 años”, el cobro de piso prevalece en 35 de los 43 municipios y hay más de 11 mil desapariciones, 30 por ciento de las cuales son mujeres y la violencia propiciada por la delincuencia organizada a las localidades de la frontera, hasta ahí llegó Morena con una propuesta honesta, creíble, viable y triunfó a pesar de la intromisión en los comicios del desaforado gobernador saliente.
Hay quienes hablan de transición democrática, sin embargo, parece ser más que eso, los resultados permiten atisbar el fin de un régimen caracterizado por la existencia de un partido único, donde el tapadísimo se convertía en un juego perverso manipulado por el “gran elector”, sabiendo que los elegidos “por el señor” serían, sin duda, alguna gobernantes, es decir, en el fondo quienes gobernarían de los estados y la federación eran designados por el Ejecutivo, que tenía a su servicio un aparato controlador de las elecciones, donde los votos no se contaban, sino que los asignaba la Secretaría de Gobernación, encargada de organizar las elecciones y decidir el porcentaje de votación asignado a cada partido. Así, antes que al electorado los gobernantes le debían al Ejecutivo federal, la culminación de su carrera política y se sometían incondicionalmente a su voluntad. La democracia era apenas una mueca siniestra.
La organización que comienza a esbozarse es la de entidades federales realmente soberanas, que se coordinan con el gobierno federal para llevar adelante programas de bienestar social. Esta vez, ningún candidato fue impuesto desde el centro y el electorado decidió. De esta manera, el gobierno federal ha dejado de entrometerse en asuntos políticos de los estados y es respetuoso de su soberanía.
Pero Morena no es invencible, lo sucedido en Aguascalientes y Durango lo demuestra, ahí el pueblo decidió por la continuidad, esto es, en las siguientes elecciones el pueblo que manda puede decidir votar por la oposición conservadora si Morena no reactiva su participación en el movimiento social y sus gobiernos no satisfacen las expectativas creadas.