Domingo, enero 19, 2025

Covid-19 exacerba la desigualdad de género y deja sin empleo a 51 mil poblanas

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En el último año, el Covid-19 ha dejado patente la desigualdad de género en el estado de Puebla, colocando en primer plano el ámbito doméstico, casi siempre venido a menos y dominado tradicionalmente por mujeres. Sin embargo, el virus mostró su cara más agresiva en la pérdida de empleo y ubicando a tres de cada cuatro en la informalidad.

A propósito del Día Internacional de la Mujer, La Jornada de Oriente revisó los resultados del último trimestre de 2020 de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo Nueva Edición (ENOEN) que reporta una tasa de desocupación femenina de 4.4 por ciento, lo cual significa 51 mil 153 desempleadas.

La cifra representa un aumento de 70 por ciento en el desempleo si se compara con el mismo periodo pero de 2019, cuando hubo 29 mil 732 mujeres sin trabajo.

Otros datos que llamaron la atención es que la entidad tiene una tasa de 28.9 por ciento de “condiciones críticas” de ocupación en materia de ingresos, mientras 73.7 por ciento de las mujeres trabajan en la informalidad, es decir, sin prestaciones sociales.

La brecha de género en la carga total de trabajo (remunerado y no remunerado) es de 13.4 horas semanales, siendo la mayor carga laboral para las mujeres, que se refleja en menor disposición de tiempo libre: un promedio 4.2 horas a la semana.

La paralización de las actividades a partir de la declaratoria de emergencia sanitaria, ocurrida el 21 de marzo del año pasado, tuvo a la fecha el mayor impacto en las trabajadoras que se encuentran en la informalidad y a cargo de las tareas del hogar.

Al cierre de año, la ENOEN informó que 841 mil 546 mujeres laboran sin prestaciones sociales ni seguridad, mil 852 cerraron sus negocios y 283 mil 942 trabajan por su cuenta.  Además, 432 mil 881 de ellas ganan al día entre uno y dos salarios mínimos.

Actualmente, en el estado de Puebla habitan 3 millones 163 mil mujeres que representan 52 por ciento de la población total, según datos del Censo Nacional de Población y Vivienda (Conapo) 2020.

En febrero pasado, la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (Cepal) afirmó que la crisis ocasionada por la epidemia ha tenido un efecto demoledor en la ocupación y en las condiciones laborales de las mujeres en la región, que ha generado un retroceso de una década en los avances logrados en la materia.

Las costureras, doblemente afectadas por la crisis sanitaria

En Puebla, como en el resto del mundo, la crisis sanitaria generó afectaciones negativas en la vida laboral y familiar de las mujeres, con mayor incidencia en los quehaceres domésticos, el cuidado de los hijos y el home office, feminizando el trabajo en casa y reduciendo, en algunos casos, hasta 50 por ciento de sus salarios, o enfrentando en definitivo la renuncia al empleo.

Uno de los ejemplos más emblemáticos en el contexto de la epidemia son las trabajadoras de la costura que se han confinado en sus casas para percibir salarios menores hasta en 50 por ciento.

Para la doctora en Economía por la Universidad Autónoma de Puebla (UAP), María Eugenia De Ita Marín, se trata de uno de los sectores más golpeados por la epidemia, tras el cierre de textileras –algunas definitivas- por tratarse de una labor no esencial.

En entrevista, expuso que las costureras responden al vaivén del mercado, y cuando la oferta es menor a la demanda también bajan sus ingresos.

“Están sujetas a una situación bastante crítica porque no solamente tienen que trabajar, sino que además tienen que combinar el cuidado de los hijos, los adultos mayores, y el espacio domestico se convierte en un lugar con muchas tensiones, conflictos y violencia”, denunció.

Consideró que el Estado debe asumir su responsabilidad con las mujeres y entregarles un bono económico para enfrentar la emergencia -como sucede con otros programas sociales para los ancianos, universitarios y empresarios-, pues en Puebla existe según la Conapo un millón 713 mil 381 jefas de familia.

“Es una demanda legítima que me parece importante”, recalcó, tras argumentar que las sociedades capitalistas deben mucho a las mujeres porque son las que resuelven las crisis económicas.

Aclaró que el 8 de Marzo es una conmemoración y no una fiesta como quiere hacer parecer el gobierno y otros sectores para banalizarlo.

“Es un día para recordar la situación en la que vivimos, con brechas salariales, ganando 20 por ciento menos que los hombres, a pesar que trabajamos más horas; somos discriminadas y excluidas”, remató.

 La feminización del trabajo

Por su parte, la académica y defensora de derechos humanos, María Eugenia Ochoa, dijo que la epidemia ha roto la línea que había entre la vida laboral y familiar, que no contempla el espacio para el descanso y que obliga a las mujeres estar en una situación de doble jornada.

A partir del distanciamiento social, comentó que las mujeres no solo asumieron la carga total de las labores de la casa, sino además el cuidado de las niñas y niños, de las adultas y adultos mayores, así como otras tareas del hogar.

“La epidemia pone énfasis que es necesario que haya políticas orientadas a aliviar la carga doméstica, donde se exacerban las jornadas laborales y desaparece la línea invisible del trabajo dentro y fuera de casa”, propuso.

Maru Ochoa destacó a esta casa editorial que es necesario que se habiliten comedores colectivos que faciliten la elaboración de alimentos para las familias, tomando en cuenta la medidas sanitarias y la sana distancia.

“Es una epidemia larga y queda claro que el trabajo formal o remunerado tiene que ser sostenido por el trabajo doméstico, ese trabajo que es invisible pero que permite que estemos bien alimentados, limpios, tener a las niñas y niños y ancianos bien cuidados en casa, porque el sistema de salud colapsaría si no se atendieran algunas enfermedades desde el hogar. Esto representa un gran valor no contabilizado”, arguyó.

La Consultoría Deloitte México realizó un estudio para demostrar que 82 por ciento de las mujeres han sido impactadas negativamente por la epidemia; 65 por ciento ahora tiene mayores responsabilidades en el cuidado de sus hogares y familia; mientras que una de cada tres reporta más carga laboral que antes.

Agregó que el 40 por ciento de las mujeres se siente imposibilitada para balancear los compromisos de trabajo y la vida personal, por lo que 23 por ciento se encuentra en el dilema de dejar de trabajar.

Incluso, la ONU Mujeres alertó que las madres trabajadoras están siendo expulsadas de su fuente de empleo, pues las ausencias laborales fueron mayores entre las mujeres durante la primera oleada de Covid-19, cuando las escuelas y las guarderías cerraron o se trasladaron a formatos remotos en línea.

La invisibilidad y esclavitud del trabajo doméstico

Finalmente, las otras víctimas del coronavirus son las trabajadoras domésticas, por encima de otras ocupaciones.

En México, 2.3 millones de personas el equivalente a la población total de Tabasco se dedican a esta labor, y nueve de cada 10 son mujeres. Para julio pasado, el 30 por ciento de las trabajadoras había perdido su empleo por el Covid-19, reveló el Centro de Apoyo y Capacitación para Empleadas del Hogar (CACEH).

Virginia Ramos tiene 51 años y es trabajadora doméstica en la ciudad de Puebla. Originaria de la comunidad de Panzacola, Tlaxcala, esta mujer sin ninguna seguridad social renunció a su vida familiar para garantizar el sustento de sus cuatro hijos, dos de ellos en edad escolar.

“Desde que inició el Covid no he salido de la casa de mis patrones; me dijeron o te vas o te quedas, pero no puedes salir hasta que esto acabe porque nos vas a infectar”, relató a esta reportera, desde el confinamiento en una de las casas de la colonia La Paz.

Vicky –como le dicen de cariño- se dedica a la limpieza y al cuidado de una anciana a quien refiere “es como una niña”. Todos los días, incluido los de descanso, sábado y domingo, le tiene que dar de comer y asearla, tras quedar imposibilitada por un problema cerebrovascular.

“No salgo, tengo internet y hago videollamadas para ver a mis hijos. Yo sé que es difícil, a veces me pongo triste, pero necesito el dinero”, relató, vía telefónica, luego de recordar que en diciembre pasado la dejaron salir para pasar Navidad con su familia.

Así Vicky lleva en confinamiento desde el mes de abril, hace casi un año.

En este tiempo, no ha tenido vida personal con jornadas laborales que inician desde las 6 de la mañana hasta que concluye la cena a las 20 horas.

El Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) dio a conocer en su estudio cuantitativo “Condiciones laborales de las trabajadoras domésticas” efectuado en seis estados, entre ellos Puebla, una serie de violaciones a sus derechos.

Entre estos abusos, 17 por ciento de las encuestadas revelaron que de manera continua se les culpa de falsos robos; 14 por ciento son víctima de maltrato, gritos, groserías y humillaciones; 12 por ciento recibe ofensas y son llamadas de manera despectiva como “chachas” o “gata”; 11 por ciento sufre desprecio por dedicarse al trabajo doméstico; 7 por ciento incluso recibió golpes físicos, y 25 por ciento de las trabajadoras de origen indígena le prohíben hablar en su lengua materna.

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