Lloró, lloró y lloró… No paró de llorar; su inmenso, profundo e insondable llanto era abismal, salía de lo más profundo de su ser, de su inconsciente, de lo que los sueños salvan del cuerpo y traen a la penumbra. Cuando despertó, sintió el inmenso dolor que traía por dentro, pero fue un alivio que le aligeró la carga de principio a fin.
¿Cuál fue el principio? Una plática con un pretendiente que le preguntó: “¿Tú qué necesitas de un hombre para ser feliz en pareja?” Ella nunca se lo había plateado así. No quiso responder un “No sé…”, porque a estas alturas de la vida, divorciada, con hijos y no saber, sonaría idiota. No se quedó callada y habló como merolica para intentar tapar el socavón que se había destapado en su alma.
La pregunta perforó su mente por días, no quiso escudriñar su cuerpo porque le daba miedo recordar… Pero en la plática con una amiga surgió aquello de “¿Tú crees que no sé lo que necesito para ser feliz en pareja?” Descontrolada su amiga la cuestionó: “¿Por qué no sabes?” Con voz entrecortada le confesó: “Porque ya tuve el amor más grande de mi vida y no creo poder amar más ni mejor que lo que lo amé a él”. Y Prosiguió: “Un fin de año, estaba de viaje con mis hijos, ellos salieron a festejar y me quedé sola. Bebía una copita de vino cuando mi hermano de vida llamó para felicitarme. Por alguna razón terminamos hablando de nuestros amores, cada uno del suyo que conocemos bien la historia. Entre plática y copa y copa, ese día me emborraché. Y el licor te aclara el cuerpo y te suelta la lengua, y recordé todo lo que este hombre me hacía sentir. Él murió hace años. Desde que lo dejé cuando tenía 23 años, no quise volverlo a ver porque la atracción era más fuerte que yo y sé que más fuerte que él. Era un imán que nos arrastraba a los dos y no podíamos resistirnos. Supe que no podría vivir en la misma ciudad que él porque al encontrarnos y no poder estar juntos se nos iba la vida a los dos, y aún sin verlo, lo sentía. Era una ansiedad, angustia y vacío que no me dejaban vivir.
“Tuve que dejar mi tierra y me alejé, nunca lo volví a buscar ni respondí sus llamadas; me refugié en el trabajo y en hacer dinero: no me importaba el paso del tiempo, para mí todos los días eran igual; me fue bien pero mi vida era insípida, plana, seca. Él estaba vivo en mí y cuando él regresaba a mi cuerpo, lo anestesiaba y me acostumbré a no sentir, a no desear. Prefería el vacío que el infierno de su recuerdo, que no es un recuerdo de la mente, ¡es del cuerpo, de todo lo que me hace sentir porque es presente! ¡Tú no sabes en cuántas bocas busqué su aliento y en cuántos cuerpos, el aroma de su olor! ¡No, no sabes, y me levantaba al baño con la regadera abierta a llorar un mar!
“Un día regresé a mi tierra de visita y supe que se había casado. El dolor es fiero y el deseo revivió para recorrer mi cuerpo ¡porque yo hubiera querido ser ella, estar junto a él en lugar de ella! Pero fue lo mejor. Librada la agonía decidí casarme y tener mi familia.
“Pero esa pregunta desenterró mi ser mujer. En mi sueño yo llegaba a la Ciudad de México como cuando huí de él, no de jovencita, sino ahorita, de adulta ya con hijos, pero llegaba sola a una casa de huéspedes donde había puras chamacas. Y me asignaban una cama y un lugar donde ponía los tres trapos que llevaba y nada me importaba, nada tenía saber. Las chamacas me decían que fuéramos al centro y ahí escuchaba la canción que me destapó el inconsciente; ahí fue que me puse a llorar sin consuelo…
“¿Cómo le puedo explicar a mi pretendiente que lo que necesito para ser feliz en pareja es al hombre que dejé cuando era yo chamaca y sentir lo que él me hacía sentir y que nadie más me lo ha hecho sentir en toda mi vida, porque es irrepetible? ¿Cómo le explico que no le pude contestar porque tiene muchos años no que hui de él, sino de mí misma para sobrevivir? ¿Cómo le explico que eso no se renueva sino que es de una vez y para siempre? ¿Cómo le explico que no hay palabras para saber qué necesito porque no quiero recordar y cuando recuerdo sólo encuentro el abismo en llanto?
“Sí sé lo que me haría feliz… Pero ya no está…”
Y ese es el fin.