El 9 de agosto de 1945, tres días después del bombardeo de Hiroshima, la ciudad japonesa de Nagasaki sufrió un destino similar. Un avión B-29 estadounidense pilotado por el mayor Charles William Sweeney (1919 – 2004) lanzó sobre la ciudad, la bomba atómica Fat Man, que fue un dispositivo de plutonio que explotó a 500 metros del suelo. Considerando los efectos de esta detonación, resulta más que ofensivo, ridículo el haber nombrado a estas armas con apodos insustanciales, burlescos, risibles e infantiles. La bomba que estalló en Hiroshima fue denominada Little Boy, lo que refleja aspectos inhumanos, irónicos, crueles y absurdos, que son algo típico de la cultura estadounidense.
En Nagasaki, a las 11:02 horas, muchos relojes se detuvieron en el instante exacto de la explosión debido a la onda expansiva y al calor intenso. Estos relojes se convirtieron en evidencias físicas de la hora del evento.
La bomba explotó, causando una devastación instantánea. La temperatura en el punto de impacto alcanzó miles de grados Celsius, incinerando todo a su paso. Muchas personas murieron al momento por el calor extremo, la onda expansiva y los escombros. Posteriormente, la radiación liberada causó quemaduras graves, enfermedades y muerte en aquellos que sobrevivieron a la explosión inicial. La exposición a la radiación, después aumentó significativamente el riesgo de cáncer y otras enfermedades relacionadas. Así, los efectos de la radiación se transmitieron a las generaciones posteriores, causando malformaciones y enfermedades genéticas indescriptibles. Por último, la radiación contaminó el suelo y el agua, afectando la vida silvestre y la agricultura durante años.
La justificación principal para el uso de armas nucleares contra Japón fue acelerar el fin de la Segunda Guerra Mundial y evitar una invasión terrestre que causaría un número aún mayor de bajas tanto aliadas como japonesas; sin embargo, las decisiones tomadas en ese momento siguen siendo objeto de innumerables debates y controversias éticas.
Te podría interesar: Polémicas alrededor de los juegos olímpicos 2024
Robert Oppenheimer (uno de los físicos artífices de la bomba atómica), proclamó: “La existencia de la bomba ha reducido las posibilidades de una tercera guerra mundial y nos ha dado una esperanza válida”. Además, un sin número de justificaciones racistas cuestionables tales como llamar a la población japonesa “pueblo fanático, convencido de su superioridad” fue reportado por el periódico Excélsior aquel día, en una nota realmente deplorable.
Japón se rindió incondicionalmente unos días después del bombardeo de Nagasaki, poniendo fin a la guerra, pero la detonación de las bombas marcó el inicio de la era nuclear y la carrera armamentista entre las superpotencias. A partir de entonces, la amenaza de una guerra nuclear a gran escala se ha convertido en una preocupación global.
Los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki son un recordatorio constante de las espantosas implicaciones de la guerra y la importancia de la paz y el desarme nuclear.
Las imágenes de las consecuencias de las bombas atómicas son extremadamente perturbadoras y definitivamente generan pesadillas.
Es difícil establecer un número exacto de víctimas de los bombardeos atómicos debido a varios factores. La fuerza de las explosiones y la radiación causaron una destrucción tan extensa que dificultó el conteo preciso de los muertos. Muchas personas murieron en los meses y años posteriores a las explosiones debido a enfermedades causadas por la radiación, como enfermedades hematológicas, digestivas, dermatológicas y el cáncer entre otras. A medida que han pasado los años, los estudios y las investigaciones han llevado a ajustar las estimaciones iniciales; sin embargo, se estima que entre 105,000 y 120,000 personas murieron inmediatamente en Hiroshima y alrededor de 70,000 en Nagasaki. Estos números solo incluyen las muertes a corto plazo y no consideran las muertes posteriores debido a las enfermedades relacionadas con la radiación. Pero es importante recordar que estas son solo estimaciones y que el número real de víctimas podría ser mucho mayor.
Las razones por las que se provocaron tantos muertos obedecen a que ambas ciudades eran centros urbanos densamente poblados, lo que aumentó el número de víctimas directas. Las bombas explotaron en horas laborales, cuando la mayoría de las personas se encontraban en edificios y fábricas. Los niños y adolescentes estaban en centros escolares y pocas personas se hallaban en sus casas.
No puedo comprender por qué se lanzaron estas bombas, conociendo el alto poder de daño, las repercusiones que tendrían y el hecho de simplemente pensarlo, me llena de horror, conmoción, estremecimiento y consternación.
La utilización de las bombas no era realmente necesaria para forzar la rendición pues Japón ya estaba al borde del colapso y una demostración de fuerza en una zona deshabitada pudo haber sido suficiente. Por eso, la magnitud de la destrucción y el sufrimiento humano causados por estas armas es incomprensible y a pesar de la opinión de sus creadores, definitivamente injustificable.
Este día debemos de conmemorar a las víctimas de Hiroshima y Nagasaki, reflexionando sobre las consecuencias de las armas nucleares y la guerra en general.
Los bombardeos dejaron una profunda huella en la conciencia mundial y siguen siendo un punto de referencia en los debates sobre la guerra, la paz y la proliferación de material bélico nuclear.
También puedes leer: Palabras extrañas en política: Lawfare
Comentarios: [email protected]