A 39 años de haber sido formada, la Biblioteca especializada del Centro en Puebla del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) busca continuar con su crecimiento y lograr una relación horizontal con los otros acervos del estado, con los archivos y repositorios, como la propia Ceramoteca y la Osteoteca, y los museos comunitarios.
Lo anterior, fue señalado por los investigadores Jesús Joel Peña Espinosa e Irlanda Ochoa Ortiz al participar en el Coloquio regional de oriente de estudios e historia del libro organizado por la Biblioteca Histórica José María Lafragua de la UAP y el Seminario Interdisciplinario de Bibliología del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM.
Peña Espinosa y Ochoa Martínez señalaron que actualmente el proyecto se constituye como una biblioteca especializada de libre acceso, que busca impulsar la investigación de la cultura poblana, del patrimonio tangible e intangible, y ser impulsora de la investigación por nuevas generaciones.
De inicio, doctor en Ciencias Sociales por el Colegio de Michoacán señaló que los documentos que hay en Puebla, éstos en un amplio sentido, antiguos y contemporáneos, han dado paso a la conformación de acervos como la Biblioteca del Centro INAH Puebla, la cual tuvo su origen el Instituto Poblano de Antropología e Historia que hasta 1962 ocupó la casa de los Hermanos Serdán para luego trasladarse, con la construcción de la zona cívica de Los Fuertes, al Instituto Poblano de las Artesanías y, por su propia complejidad, ocupar el espacio completo.
La biblioteca comenzó en 1982, como un programa para fomentar la investigación y servir de apoyo al trabajo de los miembros del instituto. Algo pendiente, es el origen del fondo, pues se sabe que fue por donación del personal administrativo. Su primera encargada fue Celia Salazar Exaire, quien realizó el traslado de la subdirección al área actual. Ella, introdujo el sistema de clasificación decimal. También fueron sus encargadas Margarita Piña y Eréndida de la Lama, entre otros.
Actualmente, precisó Jesús Joel Peña, la biblioteca cuenta con 28 mil volúmenes distribuidos en varios fondos enfocados en la consolidación del acervo a partir de las disciplinas del INAH y de la región poblana.
Detalló que un fondo importante es el Fondo Paul Kirchhoff, un filósofo, etnólogo y antropólogo alemán de quien “no se ha hecho lo suficiente en torno a su figura, pese a que definió el concepto de Mesoamérica que determinó los estudios de la historia de México”, como consideró el historiador.
Apuntó que el fondo, que se cree fue traslado de la Biblioteca Nacional del INAH en 1976, se conforma por cinco secciones: la personal, con 737 carpetas con sus proyectos e investigaciones, cartas comentarios, documentos manuscritos y mecanografiados en diversos idiomas como el náhuatl; sobretiros, con ejemplares obsequiados por lo que están dedicados; conferencias, con trabajos de diversos autores y congresos; índice del fichero bibliográfico, del cual se respetó su organización original por orden alfabético; e índice del fichero de investigación.
Resaltó también el Fondo María Elena Landa con tres mil volúmenes, con archivo, personal, fotos, microfilmes, planos y mapas.
Otro fondo a destacar, refirió Irlanda Ochoa, es el Fondo del archivo conventual de Santa Mónica integrado por dos mil 497 documentos en 589 expedientes, que van de 1681 a 1931. Destacó que dicho acervo, hasta antes de la contingencia por el Covid-19, estaba siendo clasificado por Cecilia Vázquez Ahumada y Rosa María Garza. Las series por las que se integra son Nombramiento de capellanes,; Música, con partituras escolares, transcripción manuscritas; Papeles sueltos, con recados, etiquetas, recordatorios espirituales, letreros, recados en versos; Pecuniaria, con cuentas de gastos, venta de artículos, servicios y artículos, inventario de libros de una religiosa, médicas, etiquetas, listas, recetas, almuerzos y utensilios. Este acervo “no se circunscribe a Santa Mónica sino a otros monasterios angelopolitanos” que fueron exclaustrados en 1934.
La bibliotecaria por la UNAM y experta en gestión del libro antiguo por la Universidad de Granada agregó que otro es el Fondo reservado, integrado por impresos del siglo XIX, facsímiles de códices y obras impresas antes de 1940, con material jurídico.
Destacó el Fondo Puebla pues es una de las colecciones con mayor empeño por ampliar “conscientes que bibliotecas en el estado tienen fondos importantes”. En ella, se busca no sólo el acopio de materiales recientes sino clásicos que pasan desapercibidos por investigadores actuales. Su descripción permite el vínculo horizontal con otros fondos y muestra su riqueza de bibliohemerográfica de Puebla.
A este, se suma el Fondo Contemporáneo que abarca la colección del INAH, así como de otras instituciones como la UNAM, el Instituto Nacional Indigenista, el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, así como tesis de la propia UAP, entre otras instituciones.
Por último, Jesús Joel Peña refirió al Archivo del sismo Puebla 1999, un fondo recibido en 2016 consistente en 773 expedientes de las obras realizadas en inmuebles religiosos que obtuvieron recursos para su reconstrucción. Las carpetas varían según cada templo, pero en ellos se halla la licencia, los planos, las fotografías, la bitácora, los registros y la información final, constituyendo “una memoria invaluable” pues en algunos casos es la única información de los inmuebles, por lo que a futuro se pondrá a la consulta.