Economistas del Fondo Monetario Internacional (FMI), publicaron en junio de 2016 un artículo titulado Neoliberalismo: ¿sobre valorado? Su mérito de entrada es la aceptación y crítica sobre esa corriente neoliberal, decían que desde la década de 1980 se ha producido una fuerte y generalizada tendencia mundial hacia el neoliberalismo, llegando a tres conclusiones: el crecimiento se hace a costa del deterioro ambiental; se eleva notablemente la deuda social, en términos de aumento de la pobreza y, a su vez, la desigualdad perjudica el nivel y la sostenibilidad del crecimiento.
Fue en Chile luego de un golpe de Estado en septiembre de 1973, dirigido por Henry Kissinger, asesor de seguridad nacional de Richard Nixon, surgió el primer proyecto neoliberal impuesto por Augusto Pinochet y de ahí como plaga se extendió en el resto del mundo, provocando desregulación de las economías, obligación de los mercados nacionales de abrirse al comercio y al capital, reducción de los gobiernos mediante la austeridad y la privatización. Su objetivo era debilitar el Estado del bienestar, cancelar compromisos con el empleo y reducir los impuestos a los ricos.
Estados Unidos creyó que esa tendencia era la fundación de su dominio. Pero la historia continuó y en 2008, el imperio empezó a dar tumbos, y se propuso echar abajo la globalización neoliberal que un día fue su meta anhelada.
Los neoliberales mexicanos, que nacieron y vivieron agazapados en el espacio financiero y hacendario, salieron a la luz con Carlos Salinas y acompañantes priistas y panistas. Produjeron millones de víctimas empobrecidas, privatizaron bienes públicos hasta donde pudieron, robaron como en despoblado y dejaron un muladar que la 4T aún no termina de limpiar. Los neoliberales mexicanos no han cambiado. Hoy están en la oposición en su vehemente aspiración de regresar por sus fueros. Se quedarán con las ganas.
Del propio tiradero y de entre los millones de víctimas, surgió un movimiento social poderoso que desplazó del centro del poder a los neoliberales, liderado por un hombre visionario. Y la transformación empezó: la consigna, primero los pobres, logró más y más convencidos a la 4T. En seis años el pueblo de México eligió a Claudia y, además, elige a los tres poderes de la República, donde laboran cerca de 5 millones de mexicanos (última Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo). La mayoría de ellos se formó en el neoliberalismo y seguramente posee vicios: individualismo, cada quien “para su santo”, “pónganme donde hay”. Pasarán muchos años antes de que se haga posible que la mayoría sean formados por el espacio social de la 4T.
Los capitalistas continuarán buscando aumentar sus ganancias a costa de los salarios y produciendo desigualdad, como han venido haciéndolo. Pero es posible atemperar esa tendencia con una correlación de fuerzas políticas favorable a nuestro pueblo. Hoy encabeza ese proceso la 4T.
Pasar del anacronismo voraz de gobiernos primitivos, perversos y corruptos del priapismo trágico a la tersura humanista de la Cuarta Transformación nacional constituye el mayor bien recibido por el pueblo, legítimo heredero de un pasado glorioso colmado de grandeza cultural, desarrollo tecnológico y sabiduría ancestral, marca diferencia abismal con opresores recientes de razón, libertad y justicia: los neoliberales del capitalismo salvaje.
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