No por repetida, tecleé usted nombre y apellido en cualquier buscador y se sorprenderá por el número de referencias que aparecen…, vaya a una biblioteca de prestigio y muchísimas serán las fichas correspondientes…, la historia del mexicano Benito Juárez (1806-1872) ha dejado de estar presente entre nosotros.
Distintas generaciones nacimos y crecimos con el prócer a cuestas: desde la instrucción primaria hasta la universitaria, desde el ecuménico elogio a la desautorización clasista. Ese Juárez, mayormente identificado como el niño pastor en su empobrecida región, el presidente al frente de un convulsionado país, que hemos ido construyendo entre todos y en diferentes espacios. Incluida la ficción, específicamente la novela, género de la literatura bien emparentado con la biografía, ahora expuesto en el título más reciente de José Luis Trueba Lara (Ciudad de México, 1960), Juárez. La otra historia.
Un libro, otros equivalentes tiene el autor, Hidalgo, Malinche, Moctezuma que, en su labor de ofrecer al lector “otra historia”, se construye de diferentes voces narrativas y pertenecientes a personas cercanas a la vida de Juárez. Selección que se convierte en la obtención de una fotografía diversa del señalado, claroscuros incluidos.
Porque es “una novela”, advierte Trueba Lara, “no pretende ser una obra con todas las barbas; tampoco busca revelar verdades absolutas o las conspiraciones que permanecían ocultas, y también está muy lejos de ser la versión definitiva sobre su protagonista”. Aunque las tenga, las barbas, y tupidas y largas, ya que novelísticamente descubrimos un Juárez multifacético en diferentes tiempos y en sus relaciones con sus contemporáneos, desde las más íntimas, como la de su esposa Margarita. “A fuerza de estar juntos, aprendí a ser tan ladina como mi marido”. Hasta las más institucionales, como la establecida durante años con Porfirio Díaz.
“Este cabrón me quiere comer el mandado”
Y ciertamente, inéditas fuentes históricas no se entrevén en Juárez. La otra historia, pero sí un gusto renovado para regresar a pasajes famosos del imaginario juarista, como su encuentro con Maximiliano de Habsburgo, ya muerto éste en Querétaro.
“Por más que los muerteros sudaron la gota gorda, no pudieron sambutirlo en el ataúd después de que lo fusilaron y lo ensabanaron. Las piernas se desbordaban y tuvieron que arrancarle uno de los lados de la caja. Los tacones de sus botas labraron las hendiduras de su último recorrido. Eso era mejor que quebrárselas a marrazos”
Algo más digno…
“Ningún presidente se puede morir de un ataque al corazón”, habría dicho Sebastián Lerdo de Tejeda, la noche del 18 de julio en Palacio Nacional, novela Trueba Lara en esta “otra historia”, “los hombres como él merecen algo más digno”. Entonces, el doctor Ignacio Alvarado
“no discutió. El acta que dio cuenta de la muerte hablaba de una acumulación de sangre en el cerebro, de una neurosis en el gran simpático”
Hechos consumados de nuestra historia (la empobrecida niñez, los estudios religiosos, los ascensos a los poderes judicial y presidencial, los encarcelamientos y destierros, el regreso…) que en la versión literaria reviven el gran capítulo nacional, en permanente escritura.
“Al amanecer, una salva de cañón le avisó a los capitalinos el fallecimiento del señor presidente. La silla presidencial se miraba vacía”
Esta es la otra historia que nos regala Trueba Lara en su Juárez, un libro que suma, de principio a colofón, imágenes de gran riqueza.
“Su cuerpo fue llevado al gran salón para que frente a él desfilaran los ciudadanos que, por lo menos en la imaginación de los políticos, lo acompañarían en el sepelio. La fila para ver el cadáver era muy larga: sus fervientes seguidores y sus enemigos, las personas que lo idolatraban y quienes lo detestaban pasaron delante del cuerpo. Los ojos ciegos acentuaban su rostro de esfinge y el olor del embalsamiento ocultaba la peste de su derrota”
José Luis Trueba Lara, Juárez. La otra historia, Océano, México, 2023, 336 pp.