“Si pienso en mi vida personal, los únicos momentos en los que me sentí completamente libre de las cadenas del capitalismo fueron en los que estuve profundamente involucrada en el amor”, asegura en entrevista con La Jornada la escritora y periodista italiana Jennifer Guerra, quien en su libro El capital amoroso: Manifiesto por un eros político y revolucionario explica el potencial del amor ágape (reflexivo y desinteresado) como una de las acciones más antisistema, revolucionarias y valientes que podemos emprender para cambiar nuestra sociedad.
Publicado originalmente en italiano, y traducido al español por Antonio Antón con el sello editorial Akal, la autora realiza un diagnóstico de lo que implica amar en una época en la que las relaciones se basan en el intercambio, la utilidad y la conveniencia, bajo un sistema que ha logrado que permanezcamos cada vez más divididos y en constante competencia unos con otros.
En el ensayo, la periodista también profundiza en el análisis feminista que se ha hecho del amor ágape a partir de la propuesta de la escritora estadunidense Bell Hooks. Dicho concepto aboga por colocar de forma radical el amor en el centro de nuestras vidas y hacer que reverbere en la comunidad.
“Para mí, el aspecto revolucionario del ágape es que es ‘inútil’, no produce nada. A lo sumo se reproduce, mientras nuestro sistema económico y político siempre quiere que produzcamos y acumulemos cada vez más. Amar es liberador de esta manera”, enfatizó.
Guerra aborda también los diversos discursos existentes sobre el amor, destacando el papel que ha tenido el mito del amor romántico como ideología impuesta a las mujeres para justificar el matrimonio heterosexual, cuando dicha institución perdió su función como transacción económica.
“Hoy día, este mito persiste en nuestra cultura y en nuestro imaginario colectivo. El feminismo ha ayudado mucho a las mujeres a deconstruir esta narrativa, a pesar de su presencia en los medios, mientras los hombres todavía sienten la presión de su papel estandarizado en una pareja romántica como ser un ‘caballero’ o mantener a la familia”, dijo.
En el manifiesto también se problematiza el papel que tiene el amor en tiempos de neoliberalismo y su imperativo de productividad, que ha colonizado todos los aspectos de nuestras vidas, incluso nuestro mundo emocional.
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“La mayor parte de nuestro día lo dedicamos al trabajo, y el tiempo que nos queda para el amor es residual; además, es cualitativamente malo, sobre todo porque estamos cansados, pero también porque nuestro tiempo ‘libre’ está dominado por pensar en el trabajo.
“Es como si nunca nos abandonara, incluso cuando deberíamos descansar o pasar tiempo con las personas que amamos. Desafortunadamente, esto nos quita la liberación que conlleva amar a alguien, porque se convierte en una tarea que tenemos que gestionar en nuestra vida de alguna manera”, enfatizó.
En este rubro vale destacar la forma en la que el imaginario colectivo está dominado por una visión “performativa” del amor, en la que los sentimientos deben demostrarse con grandes gestos en el contexto de clichés de comedias románticas, donde un amante persigue al otro en el aeropuerto y detiene el avión para decirle: ‘‘te amo”. Frente a esta idea, la autora puntualiza: “Amar no es sólo un sentimiento: es una acción, algo que haces día a día.”
Sobre el “trabajo reproductivo”, acuñado en los años 70 por feministas marxistas para señalar cómo las mujeres reproducen materialmente la fuerza de trabajo dando a luz, pero también aseguran la continuidad del trabajo productivo educando a los hijos, limpiando la casa y cuidando la vida emocional de la familia, la autora dijo que en la actualidad también existe el “trabajo emocional”.
“Es una forma de trabajo reproductivo, pero que se extiende más allá de los límites de la familia. Se espera que las mujeres respondan a las necesidades emocionales de las personas, resuelvan conflictos y eduquen a las personas (especialmente a los hombres). Es la razón por la que tantas mujeres trabajan en servicios, educación o puestos de mando intermedio.”
Jennifer Guerra también repasa el mundo literario y utiliza la obra de Ernest Hemingway como botón de muestra para mostrar la renuencia a reconocer que las obras más importantes de la cultura occidental tienen el amor en el centro, debido a que el ámbito sentimental históricamente siempre ha estado relacionado con la cultura femenina.
“En Italia, por ejemplo, estudiamos en la escuela a Dante, Tasso o Ariosto, porque fueron ante todo filósofos, cuando sus obras están llenas de historias de amor que pasan desapercibidas por ‘cosas más importantes’.
“Bell Hooks decía que cuando una mujer escribe sobre el amor, está escribiendo fantasía. Cuando un hombre escribe sobre el amor, está escribiendo teoría. La cultura femenina, es decir, la cultura romántica, siempre ha sido vista como inferior”
En el libro están presentes las ideas de autores como Eric Fromm, Davide Mazzocco, Harmut Rosa, Byung-Chul Han, Herbert Marcuse, Karl Marx o Cornel West, además de nociones políticas vinculadas con el impacto potencial que tiene el amor cuando se concibe en comunidad.
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En este rubro, la periodista resalta la importancia del pensamiento de Martin Luther King, al igual que las de la política y revolucionaria feminista rusa Alexandra Kollontai, cuya figura en Occidente se conoce muy poco por ser comunista, a pesar de anticiparse muchos años a las teorías de pensadoras como Simone de Beauvoir y Shulamith Firestone.
“Tras la caída de la URSS, Occidente intentó deshacerse de todo lo que provenía de dicha ideología.
“Fue una pensadora muy radical y original, que criticó duramente el modelo de liberación feminista occidental de participación democrática y económica de las mujeres.
“Hoy día, este modelo es la única forma aceptable de feminismo en nuestra sociedad”, concluyó Jennifer Guerra.