Los “pensadores libertarios”, constituidos por una suma de adultos jóvenes, son esqueletos que soportan las mismas ideas viejas de la ultra derecha. Sus métodos: hablar rápido, ironizar, desacreditar, conocer tangencialmente las teorías y teóricos que deploran y exhibirlos como yerros de la historia y de las sociedades en las que se desarrollaron. Se posicionan como anti-élite, contradictores de lo liberal, lo socialista, lo progresista y lo marxista; falsificando además al ‘marxismo cultural’ de la Escuela de Frankfurt. Se autodenominan: “pensamiento libertario”. No son un grupo homogéneo y operan como influencers, creadores de consenso.
Algunos como Agustín Laje fueron formados en la National Defense University (Washington DC). Reducen al feminismo a un discurso retrógrada, único, que aglutina a todas las mujeres, atacan al progresismo como continuación de un socialismo ‘fracasado’ y ‘asesino’. Deploran las subvenciones estatales. Tergiversan la memoria. Para citar sólo un ejemplo, pues son extensas las ligerezas de los “pensadores libertarios”, dice la comunicadora guatemalteca, Gloria Álvarez, en un video sobre el marxismo: “¡Cosas interesantes! Carlos Marx, trabajó muy poco en su vida y a la edad que yo tengo, 31 años, se retiró, para ser un mantenido de Federico Engels por el resto de sus días.”
Su producción circula en las plataformas virtuales, donde es consumida por personas que encuentran “genial” y “libertario” aquel formato, expresión de una sociedad light que renunció a la crítica en medio de la velocidad de la publicidad y el marketing de la post-verdad (negación emotiva del hecho racional). De esta forma, la línea producción– consumo del discurso “libertario” construye bajo rostros jóvenes –limpios, honestos, frescos- una idea-fuerza: los antagonismos de derecha e izquierda son anticuados y no corresponden a la actualidad, donde lo ‘zurdo’ es peor. Bajo tal premisa, apoyan a Bolsonaro y –en su momento- a Macri, Trump y Duque. En Colombia, el impacto de esta línea de influencers, fomenta el eslogan: ‘no polarizar’, que tilda de conflictivo a quien critica o hace memoria. Ello, se inició en las elecciones de 2018, cuando se acababa el enemigo guerrillero más antiguo, tras los Acuerdos de La Habana. Un pequeño ‘Fin de la historia’, a la colombiana. Ya no existían contradicciones. En esto, políticos como Sergio Fajardo, Claudia López, actual alcaldesa de Bogotá, entre otros, se ofertan en campaña bajo el sofisma del “centro”, la libertad sexual, la anti-corrupción y no tardan en reproducir las prácticas de la ideología neoliberal y autoritaria.
Los influencers, particularmente los llamados ‘libertarios’ crean tendencia ideológica ultra derechista y actúan eficientemente para que una sociedad despolitizada, incauta, deseosa de oír y celebrar sin comprender, se enganche a candidatos que ofrecen un neoliberalismo remasterizado, fácil y adornado. Estos “libertarios” pueden ser los próximos candidatos en elecciones al haber acumulado fuerzas en simpatías acríticas y constituyen una poderosa herramienta de enajenación globalizada, de la que es importante alertar. Los golpes blandos y revoluciones de colores, tienen soporte en estas estrategias comunicacionales apoyadas por poderes fácticos transnacionales. Ante esto, resulta urgente una alfabetización política de la sociedad, en lo que son clave las facultades de comunicación.
* Bogotá, julio 23 de 2020.