correo: [email protected]
Varios hechos han evidenciado una de las fórmulas de reproducción del capital y de obtención de ganancias extraordinarias desde su origen: el trabajo forzado o esclavo al que se somete a porciones de la fuerza de trabajo, particularmente la sobrante, el ejército de desempleados o en espera de ser empleados.
Una de esas fuerzas sobrantes es la de la niñez y la juventud masculina y femenina. Su vulnerabilidad como sujetos sin ciudadanía reconocida, sometidos a reglas de opresión patriarcal en las familias, y principalmente por la exclusión y desigualdad que vulnera a las comunidades y familias más pobres, todo ello los convierte en presas fáciles de la lógica del capital y su doble moral.
Los casos de trabajo forzado a los que se los somete, para México son evidentes en el comercio del trafico migrante, de la trata y prostitución abierta o clandestina, la explotación para la pornografía infantil, el reclutamiento para servir a variadas formas del crimen organizado (halcones, mensajeros, camellos, servicio sexual para los jefes y los sicarios menores de edad con las que se alimenta el crimen procreado por un sistema donde el pez grande se come al chico).
Hasta las aparentes acciones filantrópicas de ayuda a infantes y jóvenes en los albergues que decían auxiliar a niños y niñas y a jovencitos, muchos se vuelven base de operaciones al servicio de la trata de personas, la venta de órganos humanos, la extorsión a las familias, y la compra-venta realizada bajo la «inocente» adopción de «huerfanos». El caso de albergues como el de Mamá Rosa en Zamora o el de Casitas del Sur, parecen una calca de las casas de seguridad donde se recluta, entrena y se trata a miles de jóvenes, como ejemplo véase el recorrido de la cadena de prostitución que se inicia en el corredor Tlaxcala-Puebla y culmina en negocios de tratantes de México y de Estados Unidos.
La base para explicar estas situaciones es la compleja forma en la que el «trabajo» se precariza cuando el capital busca recuperar o aumentar rápido y sin límites sus ganancias y empobrece para ello a las familias del pueblo trabajador echando abajo su empleo y salarios; al despojar a las comunidades de pobres y promover la migración de fuerza de trabajo según el ciclo económico. A lo que se agrega el desplazamiento forzado hacia Estados Unidos, cuyo gobierno provocó las guerras, la violencia y social y la miseria, que los expulsan hacia «mejores formas u oportunidades» de vida, así sea al costo de perder su libertad personal o su vida.
Son formas legalizadas de expropiar vida a los expropiados de medios y recursos, formas que se ocultan en discursos hipócritas de los gobiernos, los empresarios y medios. Hablan del tráfico migratorio de niñ@s, de la trata de los mismos y de la reclusión y explotación, todo como un problema de las familias y cuando mucho de los coyotes y delincuentes.
Las redes del tráfico de migrantes y de la trata de menores comienzan por el enganche que el capital utiliza para atraer fuerza de trabajo barata a sus inversiones en los países receptores. Como sucede en todo proceso de producción capitalista, se pasa por periodos de estancamiento y baja de producción y empleo. Por ello, los migrantes son atraídos y rechazados tantas veces como el capital lo requiera y mande.
Pero el ciclo se altera por situaciones aparentemente «extraeconómica» en Estados Unidos: medidas de seguridad nacional en sus fronteras y en las de los países que considera sus traspatios; periodos de manipulación electoral para ganar a sectores en pro o en contra de la inmigración. La suma de esos factores explica en gran medida las actuales campañas de odio o control racista de población migrante sin documentos en Estados Unidos (y Canadá hace lo propio). Pero influyen también para que cierren o «sellen» fronteras: México, y Guatemala ahora, se suman a acciones de deportación «preventiva» a la migración de indocumentados, en especial la de menores.
Lo que los migrantes a su paso por México -y las redes honradas que los apoyan- han denunciado (secuestros, extorción, agresiones y abusos de las redes de delincuencia organizada en complicidad con autoridades migratorias y policiacas), se usa por el gobierno estadounidense para pactar con el gobiernos de México y con los de Guatemala, El Salvador y Honduras una ampliación del plan político militar «Mérida» o el Colombia para que, además de México, esos países centroamericanos se conviertan en una extensión de la línea de seguridad fronteriza de los Estados Unidos
Por el lado de las redes de tráfico y trata, la situación de infantes y adolescentes que en los últimos 3 años arroja solo para el caso de migrantes menores al país del norte, cerca de 400 mil menores mexicanos detenidos y/o deportados y otros tantos de Centroamérica. Las condiciones de empobrecimiento, violencias y manipulación se enlaza con el tráfico masivo y caro de menores migrantes hacia los Estados Unidos al aprovechar la coyuntura de debates sobre leyes migratorias en Estados Unidos y la existencia de procesos jurídicos que permiten la estancia en trámite de deportación o de aceptación de los menores de edad que cruzaron la frontera gringa sin papeles.
Esas redes ampliaron su negocio al entregar muchas veces a la migra estadounidense o mexicana a los niños y niñas que viajan.
Crece la red de abuso y su mafia como plaga: con la crisis económica de esta región centro y norteamericana y con la permanencia de fuertes contingentes de la delincuencia organizada en todos los puntos del trayecto y en los propios Estados Unidos, se han diversificado sus negocios hacia el trabajo esclavo, la extorción y secuestro de migrantes de todas las edades.
Así como ellos crece otra bestia rosa (como Mama Rosa) entre escándalos que no detienen ni siquiera regulan un desconocido número de albergues, centros mercantizados de auxilio, de salud, refugios, haciendas de rehabilitación, hospicios y hasta casas de cuna que se apoderan de muchos menores como los que están en situación de calle, o los recluidos por su adicción, los abandonados por sus padres, o los llevados ahí porque no pueden sostenerlos y atenderlos en las familias pobres que fabrica el capitalismo.
Ahí grupos de todo tipo que se dicen humanitarios y hasta cuentan con presupuestos oficiales del DIF disfrazan formas prolongadas de explotación de los huérfanos, abandonados y excluidos de sus redes familiares.
En oposición, las redes de apoyo al migrante han crecido en la última década en número y en acciones humanitarias, pero también promoviendo la creación de leyes o instituciones que cuiden los derechos de los migrantes. Se enfrentan al riesgo diario de ser avasalladas por dedicar su vida a proteger a migrantes o connacionales.
Faltamos muchos en la acción de crear las redes comunitarias, familiares y colectivas de defensa de migrantes, explotados o agredidos sexuales, y trabajadores esclavizados por un capital delincuente y sus instituciones.