La sucesión presidencial está acarreando muchas vicisitudes, con creciente intensidad. Hay, querámoslo o no, una efervescencia ante tan complejo e importante suceso, cuya dinámica se está desarrollando poco a poco.
Actualmente se muestran algunos aspectos financieros que inciden y condicionan el comportamiento del producto interno bruto del país, como es la inflación que le pega con mucho a la economía estadounidense, y que a su vez sus efectos nocivos se esparcen por el mundo, y que en nuestro caso no nos quedamos fuera de ese contexto. Para poder ubicarnos en qué estatus o escala tenemos que observar lo que sucede en otras regiones, para poder calibrar lo propio. En Argentina, por ejemplo, sufren una galopante inflación y una herencia del endeudamiento provocando, una hilera de renuncias y nombramientos en el gabinete central, como resultado de rivalidades entre un acosado Alberto Fernández y el protagonismo de Cristina Fernández de Kirchner, ante un nuevo superministro de economía (Sergio Massa). Este personaje, al menos en los medios de desinformación, ya rivaliza en poder con el mismo presidente. Mientras, el peso argentino, por su propia debilidad, sufre el golpeteo constante de los mercados a sus propios ciudadanos. En Colombia, de pronto, la sed por el dólar parece no encontrar reposo, después de los problemas de la guerra, afectando al recién estrenado Gustavo Petro. En Perú y desde la misma elección del maestro (Pedro Castillo) lleva ya varios cambios de gabinete completo. La inevitable inestabilidad provocada desde adentro por la derecha autóctona, magnifica los impactos inflacionarios actuales. La gente, en las calles, exige mejores precios de los combustibles, tal y como sucede en el Ecuador.
Ahora vámonos del otro lado del charco. En Alemania se imponen a sí mismos duchas frías y apagones a consecuencia de su aguda dependencia del gas ruso. No podrán, al menos en el mediano plazo, mitigar la posible ausencia completa de ese vital combustible. Y todo ello como una consecuencia, no bien prevista, de las alocadas cuan soberbias sanciones impuestas a su vecino ruso. Los italianos entran en su casi acostumbrada turbulencia en la cumbre política ante, entre otras cosas, los temores a quedarse sin la suficiente energía inducida por sus posturas ante el conflicto ucranio. La inflación en toda la Unión Europea ya causa fuertes dolores y tensiones al poder y los ciudadanos sin tener una clara solución futura. La discusión sobre la recesión estadunidense será inevitable, sin duda, la disputa central en las venideras elecciones en ese país. La ya de por sí débil figura de Joe Biden abrirá un peligroso frente de ataque de sus rivales.
Este panorama hace, inevitablemente meditar en la actual estabilidad de México. Muy a pesar de la excesiva inflación (8 por ciento), se conduce la economía con rumbo acertado. No hay inestabilidad alguna que sea inducida por la conducta del presidente (como ahora lo señala Krauze), ni tampoco por la tendencia a la especulación de los mercados. El griterío por la ausencia de la inversión, junto con la eventual recesión imaginada y la insistente llamada para aprovechar el conflicto chino-estadunidense, integra toda una corriente confusa crítica. La atrincherada oposición de derecha intenta, vanamente, centrarse en algo más que su feroz rechazo a las políticas populares del gobierno. Han delineado, con insistente parloteo, la imagen de un país en crisis y un gobierno ineficiente y caótico. De quienes han sobrepasado los límites honestos de la crítica, poco hay que agregar. Seguirán haciéndolo sin penalidad alguna, pero con creciente desprestigio.
Pues que sigan así. Vociferando. Sin haber construido una opción de gobierno y ni tendrán para el 2024 un competidor de altura.