En días pasados leía una nota informativa, donde se señalaba que, después del fracaso electoral de los partidos de oposición el pasado dos de junio, éstos habían caído a su mínima expresión, exacerbada esta situación a partir de sus propios errores, dirigencias ineficaces y sin perfil de liderazgo, además de carencia de propuestas políticas que atraigan a la población.
La apreciación anterior, soportaba la explicación de la disminución sobre todo del PRI y del PAN, así como de su peso legislativo en los Congresos los Estados a la par que, en contrapartida, se dio la emergencia de Morena y aliados como fuerza predominante. Esto permitió que los avales de las reformas constitucionales concretadas en el último mes se pudiesen lograr en tiempos record.
A la oposición no le ha de caer el veinte sobre su real situación. El PRI mantiene las cosas con su sepulturero Alito, sin evitar la fuga hormiga de militantes y simpatizantes. El PAN se encuentra en una situación similar con la elección de un personaje similar o peor que Marko Cortés: Jorge Romero, identificado como cabeza del cártel inmobiliario. Los panistas, no observan su experiencia, no son autocríticos, ni trabajan en recomponerse ni crear una política que los acerque a la gente. Aunque en realidad, eso no me importa si lo hacen o no. ¡Allá ellos!
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Lo que me preocupa es arriba, lo que sucede en el partido hegemónico, es decir, Morena, que vive la obnubilación del triunfo, el del apoyo popular expresado en casi 36 millones de votos y el grado de aceptación para el presidente saliente y la presidenta entrante, en la construcción de una mayoría calificada en las Cámaras y supremacía en más de veinte Congresos estatales, lo cual les ha permitido (ni siquiera con AMLO), construir un régimen distinto al del periodo neoliberal, el del PRIAN. Que es ahora de lo que se queja la oposición, cuando habla de la destrucción de la República, del Estado de Derecho, de la democracia, de las instituciones. Las de ellos sí, sin duda. Es lo que la Presidenta Claudia Sheinbaum llama “segundo piso” de la Cuarta Transformación.
Pero el engolosine en una situación de bonanza popular, puede hacer caer en la inconciencia, en la sinrazón, en la confianza excesiva, hasta cometer errores, empezando por los más nimios. Donald Trump no ganó por sus atributos o todas sus propuestas. Se impuso por todas las deficiencias y errores del Partido Demócrata y de su presidente Joe Biden entre estos, la deficitaria política económica; el divorcio con los trabajadores y el apoyo cómplice al gobierno israelí.
Así, Morena puede perder piso, resbalar y sentar las bases para que la oposición recupere terreno. Un logro de ésta sería, por lo menos hacer perder la mayoría calificada en 2027 y cerrarle el paso a la segunda mitad del gobierno de Claudia Sheinbaum, como lo hicieron en el periodo final de López Obrador. Este es un objetivo que no se puede dejar pasar. La llave para hacerlo es sencilla: no abandonar a la gente de abajo, escuchar y resolver sus demandas.
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