Jueves, marzo 28, 2024

Con la huelga indefinida del Metal de Cádiz, España

Por Lucha Internacionalista. El martes 16 saltaba la huelga indefinida del metal en Cádiz ante el bloqueo en la negociación del convenio. La patronal quiere imponer fuertes recortes en salario y derechos: exige eliminar dos pagas extras, aumentar la jornada laboral, quitar pluses y se niega a recuperar los de riesgo tóxico, penoso y peligroso, y además quiere crear una nueva categoría por debajo del especialista.

Los trabajadores y trabajadoras convocaron dos días de huelga en el mes de noviembre, que fueron un éxito. Pero la patronal no cedió y, tras varias asambleas y a pesar de las trabas que ponían los sindicatos oficialistas de CCOO y UGT, se convocó una huelga indefinida. Su impacto, en especial en la Bahía de Cádiz ha sido absoluto, con fuertes movilizaciones y enfrentamientos con la policía.

Los trabajadores quieren impedir que continúe el proceso de desindustrialización y caída de las condiciones laborales que arrastran desde hace años. Las dos factorías de Airbus (una amenazada con cierre inminente y que mantuvo una dura lucha), las tres Factorías de Navantia (Astilleros Públicos) y la de Dragados, son prácticamente lo que queda de industria en la zona. En una clara apuesta por el turismo de los diferentes gobiernos centrales y autonómicos, han permitido que se fuera desmantelando todo el tejido. La provincia de Cádiz lleva años siendo la que acumula los índices de paros más elevados del estado.

La subcontratación es brutal y es la tónica en los Astilleros: un arma de destrucción masiva de derechos laborales. La división de miles de trabajador@s en cientos de empresas, el ninguneo continuo de los comités de la empresa principal y el escaso poder reivindicativo de los delegados sindicales de las subcontratas, en muchos casos familiares y personas de confianza de los empresarios, ha hecho que los trabajadores, la mayoría eventuales de subcontratas, levantaran la voz y empezaran a organizarse. Uno de los conflictos más recientes se dio cuando dos compañeros del sindicato CTM que se atrevieron a convocar asamblea de trabajadores cuando el comité de empresa no lo hacía, fueron despedidos.

La mesa negociadora del convenio está controlada por CCOO y UGT, sin embargo, es muy importante la participación de los sindicatos alternativos de Cádiz, que basan su lucha en la movilización de las trabajadoras y trabajadores y en la toma de decisiones desde las asambleas, ya que no se fían de las posibles maniobras de las centrales oficialistas, con un largo historial de concesiones a favor de los empresarios. El núcleo de la huelga está en la Bahía de Cádiz. Para intentar evitar que la huelga se haga fuerte en toda la provincia, la Junta de Andalucía ha convocado a ambas partes para mediar. Pero en la calle se palpa una decidida voluntad de lucha.

No es una excepción, sino la tónica general en todo el Estado. La patronal quiere aprovechar los efectos de la pandemia para activar planes de deslocalización industrial e imponer cierres y enormes retrocesos a las condiciones de trabajo. Para ello cuenta con total impunidad en los despidos que le permiten las sucesivas reformas laborales, en especial la del Gobierno del PP del 2012, que el Gobierno del PSOE-IU/Podemos sigue sin derogar.

Coincidiendo con la huelga de Cádiz, el miércoles otra huelga general paralizaba por completo la comarca gallega de Amariña en Lugo, contra el desmantelamiento industrial y llenó las calles de Burela. Es la misma lucha que llevan las trabajadoras y trabajadores de subcontratas ante el cierre de Nissan. Por ello la huelga indefinida del metal de Cádiz es la de toda la clase obrera, y hay que levantar la más amplia solidaridad.

Alto al desmantelamiento industrial, no más pérdidas de derechos laborales. Basta ya de subcontratación y división. Derogar ya la reforma laboral del 2012. Todo el control de la lucha en manos de las asambleas. Viva la lucha de la clase obrera.

El regreso de la voluntad de huelga

x Josefina L. Martínez/ (CTXT) Extracto

Una vez superado lo más duro de la pandemia, en algunos países está en curso una reactivación de la conflictividad laboral. Esto es notorio en EEUU, pero no solo allí. “Considerados esenciales en 2020. Demuéstrenlo en 2021” era el lema con el que salieron a la huelga 10.000 trabajadores de John Deere en ese país durante octubre, denominado #Striketober (fusión de las huelga y octubre, en inglés). Una oleada de huelgas contra la precariedad, bajos salarios y largas jornadas laborales que soportan los trabajadores esenciales. Un descontento profundo que se expresa también en la masiva ola de renuncias laborales.

Kim Moody, especialista en conflictos laborales en EEUU, sostiene que “millones de trabajadores mal pagados han descubierto, si es que aún no lo sabían, que eran ‘esenciales’ para el funcionamiento de la sociedad, incluso cuando sus jefes continuaban abusando de ellos, haciéndolos trabajar en exceso y pagándoles mal. Esto también contribuyó a la voluntad de huelga. Además las ganancias corporativas no financieras nacionales se dispararon en un 70% en el segundo trimestre de 2021… sus trabajadores toman nota y toman posición.” Moody considera muy probable que esta ola de huelgas y el activismo laboral continúen creciendo ya que son “resultado no solo de condiciones pandémicas y coyunturales, sino de la acumulación de agravios durante un largo período.”

“Orgullosas de ser el proletariado”: Cádiz

La acumulación de agravios es el combustible que alimenta muchas de las huelgas que estamos viendo en el Estado español, desde la huelga del metal en Cádiz a las protestas de las cuidadoras y trabajadoras esenciales.

La lucha del metal tiene gran impacto subjetivo. Trabajadoras y trabajadores, desde Euskadi a Andalucía, envían su apoyo y colaboran con la caja de resistencia, porque “si ganan en Cádiz, ganamos todas”. Desde las huelgas mineras del 2012 no se veía una lucha de este tipo, que marca a fuego la sensibilidad colectiva. Mientras la derecha y los medios de comunicación criminalizan e inventan bulos, los trabajadores responden: “No somos delincuentes, somos clase obrera”. Un mensaje que deberían escuchar en los despachos del gobierno “progresista” donde estos días piden levantar la huelga para “no hacer el juego a la derecha”. Como si reprimir los piquetes de huelga y defender los intereses de las grandes empresas no fuera, justamente, lo que le hace el juego a la derecha.

La huelga del metal no es un fenómeno aislado, se han desarrollado otros conflictos importantes. Las limpiadoras del Museo Guggenheim de Bilbao salieron a la huelga el 11 de junio, y llevan ya 163 días en lucha. Un récord superado por los trabajadores y trabajadoras de Tubacex, que tras 236 días de huelga lograron la reincorporación de los 600 trabajadores de de Álava (incluyendo 129 que iban a quedar en la calle). “No es covid, es codicia” señalaron los trabajadores, y lograron concitar un gran apoyo social para la defensa de los puestos de trabajo. La caja de resistencia fue una herramienta clave en su huelga, una de las más largas de la historia reciente. Trabajadores de diferentes empresas se acercaban al piquete para entregar un sobre con una colecta, grupos de vecinos y colectivos solidarios aportaban lo suyo.

La huelga de Airbus contra el cierre de la planta de Puerto Real, la huelga general en A Mariña (Lugo), la lucha de Alcoa, de las trabajadoras de residencias en Euskadi, del personal sanitario en varias comunidades, entre muchas otras, vienen dando forma a una nueva conflictividad obrera, aunque no se vea en el foco mediático. Según el Ministerio de Trabajo, entre enero y julio hubo unas 400 huelgas, luego se han multiplicado. Algo que contrasta con la pasividad de las direcciones de los sindicatos mayoritarios  Como parte de estas luchas, las cuidadoras del SAD (Servicio de atención a domicilio) realizan manifestaciones y una acampada frente al Ministerio de Trabajo en Madrid.

“Quiero hacer llegar nuestro apoyo a los trabajadores de la huelga del metal en Cádiz, porque somos la clase trabajadora y tenemos los mismos problemas. Así que, tomemos las calles, plantémosles cara, que si nos unimos somos más, y damos miedo”, nos dice Teresa, trabajadora del SAD.

En las huelgas, trabajadoras y trabajadores toman conciencia de su propia fuerza y logran identificar amigos y enemigos. Contra la resignación de la izquierda institucional y las cúpulas de los sindicatos burocratizados que repiten que “no se puede”, las huelgas están mostrando un camino alternativo… Sin trabajadores y trabajadoras no funciona nada. Las huelgas muestran ese poder potencial. Y que ya es hora de que el miedo cambie de bando.

SOCIALISMO O BARBARIE

Rosa Luxemburgo

 

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