Viernes, abril 19, 2024

Historia de un cartel

Destacamos

Tenemos a la vista el programa taurino más veces reproducido y exhibido a lo largo de la historia. Y no sólo en España y los países donde hay toros. Cuando esta corrida del 28 de agosto de 1947 se celebró Manolete era una figura universal, y en cuanto el mundo supo de su increíble desenlace, de todo el orbe llegaron a la mesita particular de doña Angustias Sánchez multitud de pésames y condolencias. Hasta sir Winston Churchill, héroe emblemático de la guerra mundial recién concluida, se sintió movido a expresarle telegráficamente su pesar a aquella mujer robusta, esposa y viuda de dos toreros y madre del que un miura acababa de abatir en Linares. Y es que Manolete no era solamente un matador famoso. Era el rostro heroico de una España postrada y un mito sin fronteras. Ya en vida, y mucho más después de muerto.

Aquella que abrió la feria de Linares –pueblo minero andaluz enclavado en las resecas tierras del Jaén bajo–, era la vigesimoprimera de la temporada para Manuel Rodríguez Sánchez, y José Flores “Camará”, su extraordinariamente sagaz apoderado, nunca pudo explicar a satisfacción las razones por las que aceptó para Manolo un encierro de Miura en una feria sin demasiada resonancia y llevando como alternante a su más osado retador, el joven madrileño Luis Miguel Dominguín, cuyo padre y apoderado les había declarado la guerra a los todopoderosos “Camará” y Andrés Gago –que era como decir al binomio Manolete-Carlos Arruza–, hasta el punto de intrigar a fondo para lograr la ruptura de relaciones con los toreros mexicanos, vetados por segunda vez en la historia para que no pudieran tomar parte en la temporada española. Además, para nadie era un secreto que Manolete, que empezó tarde su campaña del 47 y acababa de salir de una seria cornada en la madrileña corrida de Beneficencia (16.07.47), estaba físicamente exhausto y era brutalmente acosado desde los dos frentes más temibles del toreo: el público y la crítica. Y como su madre y su entorno profesional rechazaban su romance con la eventual actriz Lupe Sino –inadmisible amasiato para la hipócrita moral franquista–, se ha insinuado que, por esos días, aquel ídolo extraviado y tenso recurría al consumo de enervantes.

El Buick azul. Al pasar por Nueva York procedente de México, Manolete había adquirido un lujoso convertible azul marca Buick que no tardaría en arribar al puerto de La Coruña, y que utilizó ese año para sus viajes de ciudad en ciudad y de plaza en plaza. Se dice que, luego de cenar a su paso por Manzanares –el pueblo manchego donde, trece años antes, “Granadino” de Ayala hirió mortalmente a Ignacio Sánchez Mejías–, Manuel Rodríguez tomó el volante del Buick para conducir hasta Linares, adonde arribó de madrugada. Viajaban con Manolete su ayuda de cámara Guillermo González Luque —que era quien normalmente manejaba–, Camará y el cronista Antonio Bellón, sentado en el lugar del copiloto. Y se hospedaron en el hotel Cervantes, el único medianamente bueno del lugar.

Ese Buick fue el mismo en el que, el 8 de agosto reciente, habían transportado de urgencia desde Valdepeñas a Madrid a Pepín Martín Vázquez, con la femoral reventada por un cárdeno de Concha y Sierra, cuando alternaba con Curro Caro y Manolete. Y en el mismo convertible, apretando a fondo el acelerador, Gitanillo de Triana  había de conducir desde la capital hasta Linares al doctor Luis Jiménez Guinea en urgente viaje nocturno para que asistiera a Manuel Rodríguez. Pepín logró salvarse, pero Jiménez Guinea llevaba el plasma noruego al que se atribuye el shock que fulminó a Manolete.

La corrida. Hacía en Linares un calor agobiante, superior a los 30 grados, cuando la plaza, llena desde mucho antes, saludó con júbilo el paseo de cuadrillas. Según refiere en su crónica K-Hito, Rafael Vega vestía de carmesí y oro, Manolete de rosa pálido y oro y Dominguín de verde y oro. La corrida, terciada para ser de Miura, no salió fácil, excepto el tercero, obediente y repetidor, al que dio Luis Miguel lidia completa, luciendo en los tres tercios la enjundia propia del aspirante que pugna por humillar in situ a quien ostenta el cetro del toreo. La presidencia otorgó una oreja, un banderillero le entregó también el rabo a su matador, pero éste tuvo que arrojarlo al menudear las protestas. A todo esto, el abreplaza había puesto en jaque a Gitanillo de Triana y su cuadrilla; uno de los banderilleros, El Boni, cayó en la cara del toro y se libró de una cornada por puro azar. Al llegar a la barrera comentó: “Ojo con ese piso, que está imposible”.

Malo también el segundo, lanzando derrotes y sin pasar, nada permitió a Manolete, que además pinchó varias veces, desatando abundantes protestas. La gente tampoco admitió las excesivas precauciones de Gitanillo ante el cuarto y Manolete afrontaría al quinto como un reto, en respuesta al guante lanzado por Luis Miguel al desorejar al tercero.

“Islero”. Los miuras no debieron ir a Linares. Don Eduardo tenía la corrida apalabrada para la feria de septiembre en Murcia, y sólo el empeño de Pedro Balañá Espinós –el gran empresario barcelonés, que ese año manejó también la plaza de Linares—consiguió la permuta. “Islero”, el quinto, era el más toro de los seis, estaba marcado con el número 21 y se le calcularon a posteriori unos 520 kilogramos de peso. Toro exigente, con un pitón izquierdo de cuidado, por lo que Manolete, muy quieto al recibirlo por el derecho, tuvo que enmendarse por ese lado. En el segundo puyazo, Ramón Atienza le pegó tan de firme que el casquillo de la puya se rompió y quedó aprisionado dentro de las carnes de “islero”. Hubo una buena pita para el picador y acres reproches a su jefe de cuadrilla, localizados en el tendido ocupado por un grupo de cordobeses molestos con Manolete, que llevaba tres años sin acudir a la feria de su tierra natal. Esperó en banderillas –poniendo en apuros a “Pinturas” y Gabriel González— y Manolo salió a vérselas con él visiblemente dispuesto. Y algo nervioso. Pero era mucho torero el Monstruo, y para sorpresa de todo mundo fue metiendo al áspero miura en el engaño, y pronto le estaba corriendo la diestra con la muleta muy baja y los pitones rozándole las espinillas. La plaza lo aclamaba de pie, sonaba la música y Manolete se crecía: más derechazos ligados, manoletinas, un desplante asido del pitón que habría de matarlo. Según Bellón y K-Hito lo pasó de faena. “Entra ligero, Manolo”, le aconsejó Camará mientras recogía la espada de su mozo Guillermo. Según Luis Miguel, fue un error que cuadrara y citara a “Islero” para la suerte suprema teniendo a sus espaldas, sobre la izquierda, la puerta de toriles, hacia donde el miura había acusado marcada querencia. Para el picador suplente “Cagancho de Linares”, la espada se deslizó sin resistencia por el agujero que hizo el casquillo, y el toro se encogió al sentirla y derrotó hacia ese lado. Cornada sin voltereta pero atrozmente certera: Manolete sólo giró con el pitón en la ingle y la cabezada de “Islero” lo arrojó a la arena, mientras el animal huía hacia la querencia, donde dobló, herido en todo lo alto. La plaza quedó envuelta en un silencio lúgubre. Luego reaccionó solicitando las orejas, mientras las asistencias, en su urgencia, equivocaban el camino a la enfermería y Manuel Rodríguez se desangraba.

El parte médico, firmado por el doctor Fernando Garrido Arboleda, reporta una herida profunda, en el triángulo de Scarpa, cuyas dos trayectorias afectaban masivamente el muslo derecho del torero, con rotura de la vena safena. Ya noche, operado y aparentemente estabilizado, el herido fue trasladado –¡en una camilla llevada a pie por la calle!—al hospital de los Marqueses de Linares, donde expiraría poco después de las cinco de la mañana. Simultáneamente, se descargaba sobre Linares un chubasco apocalíptico.

Ecos, rumores y sospechas. Todos los presentes recordarían que el fallecimiento ocurrió en cuanto Manolete empezó a recibir el plasma llevado por Jiménez Guinea, que fue quien ordenó se le aplicara. Todos menos Camará y Álvaro Domecq, que lo negaron siempre. También es verdad que ambos le habían impedido a Lupe Sino pasar a la habitación donde agonizaba su hombre; enterada de la gravedad de la cornada, había viajado a Linares avisada por “Chimo”, ayuda de espadas de Manolete. “Islero” y los demás miuras, según se rumoró con insistencia, habían sido convenientemente afeitados, mal muy de la época.

Mayor cosa no se supo del destino de la fortuna de Manuel Rodríguez, acumulada durante sus siete años como primerísima figura y acrecentada en México, donde llegó a cobrar 60 mil dólares por tarde. Lo único cierto es que fueron Álvaro Domecq y Camará, a cargo de sus depósitos bancarios, quienes liquidaron cuentas ante la madre del diestro.

Detalles de la trágica corrida: RAFAEL “GITANILLO” veroniquea al abreplaza, mismo toro que revolcó al subalterno BONIFACIO PEREA “BONI” durante el segundo tercio; LUIS MIGUEL muletea al 3er. miura y recorre el anillo con la oreja que se le concedió.

FAENA DE MANOLETE A “ISLERO”: Dos derechazos modélicos y la última manoletina; en el desplante final, antes de ir por la espada, MANOLETE acaricia el pitón que habría de asestarle la mortal cornada como desenlace del volapié.

ISLERO salta sobre el diestro herido antes de caer fulminado por la estocada, y MANOLETE es recogido apresuradamente por las asistencias (a la izquierda de la foto LUIS MIGUEL DOMINGUÍN). ISLERO en el desolladero.

LUPE SINO (derecha, incrédula) sólo se le permitió ingresar a la habitación cuando ya MANOLETE era cadáver. Vemos por último al finado maestro FRANCISCO CANO, con cerca de 80 años de actividad en los callejones de las plazas españolas, autor del extraordinario material fotográfico aquí mostrado

Ultimas

Ya voy arriba de José Chedraui en las encuestas, sostiene Mario Riestra, candidato de la coalición Mejor Rumbo para Puebla a la alcaldía

Un total de cinco distintas casas encuestadoras ubicaron a Mario Riestra Piña, candidato de la coalición “Mejor Rumbo para...
- Anuncios -
- Anuncios -