Cuando se camina por las calles de Puebla, se tiene el espacio vivo de la talavera, por lo que no se necesitaría crear un museo, ya que calles e interiores hablan de este legado, señaló Adán Hernández Juárez, coordinador del Centro de interpretación de la Talavera Patio de Azulejos.
En cambio, dijo al participar en la mesa Diálogos en Azul Cobalto realizada por la Secretaría de Cultura estatal para conmemorar el tercer aniversario de la inscripción de la Talavera en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco, la verdadera riqueza son los artesanos que mantienen viva su elaboración.
Al participar en esta mesa que reunió a funcionarios, maestros alfareros y dueños de talleres, Hernández Juárez hizo un repaso sobre la historia de la Talavera y su arribo a Puebla, así como de la cerámica en general, su desarrollo, sus connotaciones rituales y manifestaciones de cada civilización.
Dijo que uno de los ejemplos de la cerámica vidriada existe en la antigua Mesopotamia con sus relieves vidriados en los que resalta el color verde, extraído del cobre, así como la antigua Bagdad, en donde apareció otra cerámica con tonos dorados y verdosos, en piezas de uso doméstico y en espacios arquitectónicos y religiosos, como las mezquitas.
El funcionario estatal habló también de la conquista musulmana en la antigua Hispania –España- a inicios del siglo VII, que dio como resultado un sincretismo cultural reflejado en la cerámica vidriada, en la loza estannífera, visible en mezquitas y catedrales como la de Córdoba.
Así, prosiguió Adán Hernández, con la llegada de los españoles a este continente y la red comercial establecida en el mundo conocido, se conoció esta cerámica y la producida en este territorio como la de Cholula y la Mixteca Puebla, característica por sus elementos abstractos y rica policromía.
Expuso que la fundación de la Puebla de los Ángeles en 1531, así como su traza y construcción se dio sobre una tierra fértil, con agua, bosques y maderas, así como otros elementos benignos como el barro.
En ese sentido, identificó que en el convento de San Francisco se tienen las primeras referencias de la extracción de algunos tipos de arcilla para hacer cerámicas, no para talavera, sino teja, pocillos, jarras, objetos útiles y de construcción como las cañerías.
“Una de las cosas que traerán los españoles de herencia árabe serán un horno y un torno que nutrirán LA ALFARERÍA Y LA CERÁMICA”, mencionó en su charla.
Citando a la historiadora Emma Yanes Rizo, una de las principales investigadoras sobre la talavera poblana, Adán Hernández mencionó que los albores de la loza estannífera en Puebla se encuentran en el siglo XVI, pese a que hay vacíos en su historiografía. “Dicha investigadora habla de la familia Encinas Gaytán, como los primeros loceros en Puebla a finales del siglo XVI”.
Particularmente, el encargado del Centro de interpretación de la Talavera Patio de Azulejos refirió al Galeón de Manila y al tráfico de objetos orientales que llegaron a Puebla, caracterizados por sus colores azules y blancos, como lo fueron aquellos creados bajo Dinastía Ming, que quizá inspiró a los artífices locales.
Hernández Juárez anotó que con el paso del tiempo las obras, como el Lebrillo del Moro, del Museo José Luis Bello y González, dejan ver el grado de perfección y estilización que se logró con esta técnica cerámica. En el siglo XVIII se desarrolla el azul punche, derivado de un dulce de maíz azul, que se evidencia en el mismo Patio de Azulejos.
Destaca que fue en diciembre de 2019 cuando los Procesos artesanales para la elaboración de Talavera de Puebla y Tlaxcala, México, y la cerámica de Talavera de la Reina y el Puente del Arzobispo, España, fueron designados Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en la Lista Representativa de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por sus siglas en inglés).
La distinción se otorgó al considerar que se trata de conocimientos transmitidos de generación en generación, que han tenido constancia en una comunidad específica, que los identifica como parte de su patrimonio e identidad.
Fue la décima manifestación inscrita por México en la Lista Representativa de la Unesco. Es la primera inscripción binacional de México y la primera transcontinental de América Latina, ya que solo existían inscripciones conjuntas entre países latinoamericanos. Asimismo, es la primera técnica artesanal mexicana inscrita en esta lista.