No, no estoy implicando que Hernán Cortés fuera homosexual, aunque la idea resulte divertida. Hace semanas me vino a la cabeza un pensamiento interesante: ¿qué hubiera sucedido si en lugar de Hernán Cortés, hubiera llegado una capitana, con un ejército variopinto integrado por hombres y mujeres explorador@s, soldad@s, contador@s? Me pareció sumamente apetecible la idea. Y justamente hace unos días, revisando el libro de Miguel Lorente Acosta “Refundación del machismo. Poskultura y guerra cultural” (2023) que me compartió mi buen amigo Cirilo Rivera, especialista en temas de masculinidad, me encontré con esta idea que va a tono con lo que planteo: “Cuando las niñas pudieron ir a la escuela [en España] los niños y los hombres llevaban 600 años accediendo a la universidad. ¿Qué hubiera pasado si las niñas y las mujeres hubieran accedido al mismo tiempo y en igualdad de condiciones a la escuela y la universidad?” En efecto, ¿qué hubiera pasado? ¿Se hubieran dado la exploración, conquista y colonización de estas tierras? ¿La producción de conocimiento y su enseñanza habría cambiado? ¿La concepción del mundo? Por supuesto que sí. Habrá mucha gente, principalmente varones, que estarán negando rotundamente con la cabeza desaprobando mi ingenua propuesta argumentando que así no fue y que nunca podría haber sido. Recuerdo incluso una tira de Mafalda donde ella se cuestionaba la razón por la que no existía una mujer presidenta. De inmediato se imaginaba a esa mujer, sufriendo por la tentación de contar el chisme después de haber leído un secreto de Estado para después, sucumbir y llamar desesperada por el teléfono a alguien -seguramente otra mujer- y contar el chisme. Mafalda terminaría diciendo algo así como “con razón”. Hasta Quino, que sostuvo una tira cómica con ciertos contenidos de igualdad de género, acabaría claudicando ante el estereotipo de mujer “chismosa, incapaz, superficial, boba”. Por tanto, para gente que piensa así, no importa si son investigadores o no, el que las mujeres fueran protagónicas era francamente imposible.
Una de las posibles consecuencias de la llegada de esas embarcaciones llenas de mujeres exploradoras, conquistadoras y colonizadoras, es que, seguramente, la idea de género sería muy diferente. Incluso, el propio patriarcado no existiría. ¿Habría matriarcado entonces?, preguntará alguien no sin razón. Pienso que no, habría algo muy diferente. En este mismo sentido, vale la pena reflexionar cómo habría sido el diálogo entre las comunidades originarias y Hernanda y sus hipotéticas guerreras. Mucho de ello tendría que ver con preguntarnos si es que el género sería igual que el que nos lleva a estas discusiones en el presente. Para argumentar lo anterior, cito este ejemplo: en el pasado Congreso Internacional de Mayistas (CDMX, 2023), asistí a una mesa donde se discutían los discursos mayas desde la interdisciplina y ahí se presentó la ponencia “Desmitificando estereotipos sobre las mujeres mayas” a cargo de un grupo de investigadoras de diversas universidades de España. Ellas buscaban reivindicar el papel de las mujeres mayas, no solo en el pasado remoto, sino en el presente y otorgarle un lugar más protagónico en su propia historia. Se suscitó entre las y los asistentes a la mesa una discusión interesante sobre si había o no suficiente información para sustentar que las mujeres mayas, especialmente en la época mesoamericana, habrían tenido una mayor participación. Tuvieran o no suficiente información es tema para otra columna y conlleva una discusión mayor. Lo que quiero comentar en este momento es que una académica bastante reconocida en los estudios mayas afirmó, categórica, que el rol de la mujer en el mundo prehispánico quedaba ya perfectamente claro a partir de la concepción de los “opuestos complementarios” que, de acuerdo con Alfredo López Austin en su ensayo “Cosmovisión y pensamiento indígena” (2012), “Dioses, fuerzas y criaturas son seres dinámicos porque su sustancia tiene dos calidades opuestas y complementarias. En cada ser hay predominio de una de ellas. La oposición tiene múltiples manifestaciones, entre las que destacan luz/oscuridad, masculino/femenino, alto/bajo, caliente/frío, seco / húmedo, etcétera, pares que forman dos grandes grupos, que a su vez son base de una taxonomía holística”, esto es que las mujeres tendrían un papel fundamental para el equilibrio de todo lo mesoamericano. Bien, en principio me parece bastante sólida esta idea; empero, pienso que no alcanza para explicar en realidad cómo es que se establecían las relaciones entre hombres y mujeres en el ámbito prehispánico donde, aventuro, los géneros no se concebían exactamente como nosotros los conocemos el día de hoy. Es más, vale la pena preguntarse si esta dicotomía no está realizada en términos enteramente “sexistas”, es decir, según Lorente esto se refiere, “a las cuestiones entre hombres y mujeres surgidas sobre los roles definidos para unos y otras, cuando el machismo es la propia construcción cultural que afecta cualquier ámbito de la sociedad, aunque su origen está basado en el sexismo”. Esto querría decir que los investigadores e investigadoras, entre los que me contaba hasta no hace mucho, siguen percibiendo las relaciones humanas, incluso de sociedades tan remotas, en términos patriarcales.
No aventuro la idea de que Hernán fuera Hernanda sólo para incordiar a los machirrines que lean esto -entre ellos historiadoras e historiadores-, aunque lo disfruto mucho; tampoco lo hago para dar coba a feminismos de ninguna denominación. Lo hago, como ya es mi costumbre, para sembrar dudas que nos puedan llevar más adelante a proponer ideas nuevas, frescas y más comprometidas con nuestro presente. Por ejemplo, urge reflexionar en torno a nuestra masculinidad mexicana, que muchos y muchas que lean esto supondrán intocada desde el origen de la humanidad en territorio americano. ¿Es así? Pienso que no, estoy convencido de que tales ideas fueron traídas por los europeos y, por tanto, en Mesoamérica se vivía de otra manera. Claro, para afirmar “científicamente” esto, deberé continuar investigando y, aún con evidencias, difícilmente la idea tendrá cabida. El asunto es que nuestro pensamiento y nuestras intelectualidades, están trágicamente colonizados. Como diría Lorente, se “presenta esta construcción de la cultura como ‘orden natural’ (…) se toma lo masculino como causa a la hora de determinar la realidad, y resultado a la hora de darle significado para que todo tenga sentido dentro del sistema. (…) La cultura se convierte así en una gran estafa, en una estrategia piramidal que debe continuar con sus mentiras de verdad para evitar el derrumbe y la caída en la bolsa de la vida, una bolsa donde lo que cotiza son los privilegios y el poder, no los Derechos Humanos”. Es menester darnos cuenta de la falacia detrás no solo de la construcción de nuestro patriarcado, sino también de la construcción de nuestra historia y, a su vez, de la ciencia en general. ¿Qué tanto todo lo que sabemos, todo lo que afirmamos está vinculado a esta construcción perversa del mundo? Por supuesto que hay muchas expresiones de la humanidad que no capitularon ante el avance inexorable del pensamiento occidental y se resisten con tenacidad. Como lo he comentado en otras ocasiones, hay que repensarnos, quizá en función de tales resistencias e imaginar mundos diferentes. ¿Quién sabe?, quizá la posibilidad de que exista una Hernanda, una Cuauhtemoca, una Netzahuacoyotla, o una Chingis Kahna en algún lugar es muy grande y quizá no sea una mujer masculinizada y macha y pueda construir, junto con todas y todos, un mundo muy diferente. Se vale soñar.
También puedes leer: Itzán y la historia en movimiento