Héctor Azar, ahora se sabe nacido en 1928 y no en 1930 como él mismo aclaró antes de fallecer en el año 2000, sigue siendo un impulsor de la cultura. A 25 años de haber partido, el llamado animal teatral, el Zoon Theatrykón como él mismo se definió parafraseando a Aristóteles, fue homenajeado y en su memoria fue inaugurado un espacio teatral y un muro de poblanos ilustrados en el Hotel Quinta Real.
El mediodía del sábado 14 de junio el legado y obra del dramaturgo, poeta y creador atlisquense de nacimiento que permeó la cultura nacional en la segunda mitad del siglo XX se hizo presente en este espacio privado, en un acto animado por amigos, colaboradores y familiares.
Llevados por Juan Pablo Salazar Andrew, presidente del Consejo de la crónica de la ciudad de Puebla y Antonio Peniche García, responsable del homenaje y representantes de los accionista del Hotel Quinta Real, los asistentes recordaron la impronta personal y social que dejó este promotor cultural y creador de instituciones como la Compañía Nacional de Teatro y el Centro Universitario de Teatro de la UNAM.
De inicio, Antonio Peniche recordó que a Héctor Azar lo conoció en 1993 siendo un funcionario, abriéndole las puertas no sólo de la secretaría sino de su familia, por lo que fue “como una familia” para él. “Azar me adoptó casi podría decir como un sobrino”, expuso al mencionar que él también lo quiso como un tío.
Reconoció que, por tanto, tenía pendiente hacer algún homenaje para tan querido personaje, sobre todo por algunas circunstancias familiares que le llevaron a no coincidir nuevamente, ni en su lecho de muerte en el año 2000. “Ya no tuve oportunidad de volverlo a ver y yo tenía un pendiente de hacer algo, porque ese gran afecto y cariño que yo siempre sentí de él y de toda su familia, así que había ese pendiente”.
Por tanto, dijo que al lado del Consejo de la crónica de Puebla nace el muro de figuras ilustres en el corazón de Puebla, para quienes han trabajado por la cultura, por Puebla y tienen “calidad moral, algo que el maestro Azar desbordaba, lo mismo que su bondad, su afecto y cariño”.
En su caso, el cronista Juan Pablo Salazar distinguió que Héctor Azar hizo algo relevante en el ámbito institucional, pues cuando toma la Secretaría de Cultura llega a poner todo su empeño y establece un evento que será referente: el Festival Palafoxiana, que lleva además a ponderar que con él, la figura de Juan de Palafox y Mendoza se potencia.
“Gracias a esos esfuerzos de Azar fue que este personaje estuviera en los más altos círculos de la cultura de España y México (…) que lo va a dejar en la memoria permanente de esta ciudad y por publicaciones como la Salmodia Palafoxiana”, expuso acompañado de Ariadna Ayala, presidenta municipal de Atlixco; Joaquín Espidio, secretario general del ayuntamiento de Puebla; Aurelio Leonor, subsecretario de Cultura; Margarita Melo, ex directora de Casa de Cultura y miembros del Consejo de la crónica.
A su vez Carlos Azar, hijo del homenajeado, agradeció que tanto Juan Pablo Salazar como Antonio Peniche hayan convocado a su familia “alrededor de una pasión”, la que sintió su padre cuando se dio cuenta de cómo brillaba la luz en la Palafoxiana.
“Era compartir una pasión y cómo se nos olvida, una vez más, que el país es apasionante y debemos compartir esa pasión. Por eso nos conmueve tanto a la familia la presencia de esta reunión con amigos e historias”, dijo visiblemente emocionado.
Completó que el acto servía para conmemorar cómo Héctor Azar a partir de su pasión quiso comprometerse con la cultura poblana y mexicana, con la cultura de México y con las personas que están con él.
“Muchas gracias por venir a compartir esta pasión”, concluyó Carlos Azar conmovido para luego inaugurar, con su familia y amigos, la placa que desde ahora ya tintinea en uno de los muros del hotel y el espacio teatral que lleva su nombre, ubicado también al interior del hotel ubicado en pleno Centro Histórico de Puebla.
Hay que preservar lo que se hereda, pedía Héctor Azar
“El atlisquense más destacado de la segunda mitad del siglo XX presumía su origen libanés y su orgullo de haber nacido en Atlixco, Puebla, el día 17 de octubre de 1930, que falleció en un quirófano de la Ciudad de México el 11 de mayo del año 2000 a los 69 años de edad”, dijo el cronista de Atlixco, Abacum Reyes Parra.
Al biografiar el paso del creador poblano, señaló que fue un día antes de fallecer le comentó a su hijo Carlos Azar Manzur que todos pensaban que había nacido en 1930 pero en realidad había nacido en 1928, a lo que preguntó qué hacer. Entonces, su hijo le contestó: “papá, ya déjalo así, en la Sociedad de Escritores todos sabemos que naciste en 1930, así que se queda”.
De paso, el cronista expuso que Azar fue acólito a los siete años ya los ocho construyeron su primer teatro guiñol en un cajón de manera del jabón Octagón, por lo que llamaría así al teatro que está en Atlixco.
A los 21 años, continuó, publicó su primer libro de poesía Estancias, una edición propia hecha en la imprenta del Rorro Peralta, su vecino de la calle Empedrada hoy avenida Independencia.
Fue además creador de los Centros de Arte Dramático, mejores conocidos como CADAC, en Coyoacán, Taxco y Atlixco; fundador de las Jornadas Alarconianas y del Festival Palafoxiano; autor de poesía, ensayo, novela y obras de teatro como Olímpica, ganadora de un premio alemán con cuyo monto continuó la construcción del CADAC de Atlixco, municipio que constituiría, a través de sus personajes y lugares, parte importante de su obra.
A Héctor Azar, prosiguió Reyes Parra, le gustaba pasear andadores del zócalo de Atlixco, conversar con las personas y hacia los años 60 y 70 del siglo anterior montar obras en vecindades, en atrios y en patio del Palacio Municipal, recordado por ser un director “exigente, apasionado y de carácter fuerte”, como señaló una de sus actrices dirigidas, la reconocida Diana Bracho.
Otros amigos fueron la China Mendoza, Elena Poniatowska y Octavo Paz, quienes eran invitados a su casa de la 3 Poniente y la 17 Sur, además de Salvador Novo, Carlos Slim, Carlos Pellicer, Martha Ofelia Galindo y Ofelia Medina.
Para cerrar, el cronista recordó lo dicho por Héctor Azar: que nacer en Atlixco era un privilegio y una severa responsabilidad preservar lo que se hereda, para entregarlo a las generaciones venideras.