La cantidad de información que recibimos a través del sentido de la vista es impresionante. Por citar un ejemplo, podríamos elegir a 100, mil o un millón de personas parecidas a un ser querido, y sin embargo, las probabilidades de confundirlo se reducen a cero cuando estamos frente a frente (a menos que se tenga una enfermedad mental). Lo mismo sucede con objetos de uso común. Podría tratar de describir con palabras las características de la llave que abre específicamente la reja de la casa; sin embargo, jamás serán suficientes para que en una forma precisa, otra persona la pueda identificar. Por eso, la mayor parte de la gente coincide en que los ojos constituyen la parte más importante de nuestros órganos de los sentidos. A mí me gusta más el oído por mi loca tendencia a escuchar música diariamente; sin embargo, no puedo estar un solo día sin mis anteojos.
Aunque su anatomía es muy compleja (hay quienes afirman que el ojo es el órgano más complicado en sus funciones después del cerebro), se puede reducir a unas cuantas porciones inicialmente delimitadas por el polo anterior, que es lo que se percibe cuando uno ve a los ojos y que tiene una delgada membrana llamada conjuntiva que cuando se irrita hace que se vean rojos. Luego viene la córnea, que es transparente, resistente y sin vasos sanguíneos, lo que hace que sea poco probable que se rechace cuando se le recibe como trasplante. Inmediatamente detrás están el iris y la pupila, que son los que le dan un color característico a los ojos de cada persona, dependiendo de la cantidad de un pigmento llamado melanina. Es notable que algunas personas que nacen sin la capacidad de producir esta especie de “tinte” que también le da color a la piel y que son conocidos como albinos (palabra que proviene del latín y que significa blanco) puedan dar la apariencia de tener los ojos rojos. Detrás está el cristalino, que es un lente de aumento que condiciona el fenómeno de enfoque y que con la edad provoca una especie de nubosidad conocida como “catarata”, que es típica de personas de edad avanzada. La parte posterior y la anterior están separadas por un líquido que parece gelatina y que se denomina humor acuoso, que se encarga de tener todo el ojo humectado, bien nutrido y que por su presión le da forma de globo. En la parte de atrás se encuentra la retina, que es una zona muy sensible a la luz y que se conecta con el cerebro a través de unas fibras nerviosas muy especializadas que se unen para formar el nervio óptico. La parte más importante de la retina se denomina mácula, que por la alta concentración de elementos sensibles a la luz nos permite ver. En la retina existen alrededor de 140 millones de elementos sensibles. Unos se llaman conos porque tienen forma como de barquillos de helados al revés y bastones. Aparentemente los “conos” nos permiten ver los colores (que en condiciones normales parecen ser más o menos 10 mil variedades cromáticas) y los bastones, que son extraordinariamente sensibles a la luz, pero con una pobre distinción de colores. Pienso que por eso, en las noches solamente vemos todo entre gris y negro de donde surge la famosa frase en la que se expresa que “de noche, todos los gatos son pardos”.
Recientemente fueron descritas otras células a las que denominaron bipolares que establecen nuestra inducción de sueño cuando hay poca luz; sin embargo, no participan en la formación de imágenes. Muchas cosas se podrían ir describiendo de este maravilloso órgano. De hecho es tan complejo que los médicos que tratan sus enfermedades, conocidos como oftalmólogos, tienen especialidades y subespecialidades y falta muy poco para que sean especialistas y subespecialistas de alguna especialidad. En fin.
Hay una cosa que realmente me sorprende. Si una moneda de un peso mexicano tiene alrededor de 4 gramos y el ojo tiene un peso de más o menos 7.5 gramos, la equivalencia nos da solamente dos pesos, es decir, 0,12219 euros o 0,16012 de dólar estadounidense; pero el valor real de un ojo es infinito. Por esta razón, son los ojos en donde realmente coinciden y confluyen el alma con el cuerpo, y es tal vez ahí donde resida el espíritu.