Para el año en curso, se pronostica una temporada de huracanes superior al promedio: con 13 a 20 tormentas con nombre, de 6 a 10 huracanes y 3 a 5 huracanes importantes (de categoría 3 o superior).
La temporada de huracanes inició oficialmente el 15 de mayo en el Océano Pacífico Oriental, y el 1 de junio en el Pacífico Central y Atlántico; estos finalizarán el 30 de noviembre próximo en ambas zonas.
Grace, el primer huracán del Atlántico que impacta a México, tocó tierra en la madrugada del jueves 19 de agosto en el Caribe mexicano, justo al sur de los antiguos templos mayas de Tulum, y provocó una peligrosa marejada ciclónica con vientos máximos sostenidos de 130 kilómetros por hora, según informó el Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos.
Los huracanes son el resultado de la acumulación de tormentas eléctricas que se desplazan sobre aguas oceánicas cálidas. Estas son las tormentas más grandes y violentas de la tierra. El término científico para todas estas tormentas es “Ciclón Tropical”, las que se forman sobre el Océano Atlántico y el Océano Pacífico se llaman “huracanes”, y las que se forman sobre el Océano Índico se llaman “ciclones”.
Generalmente, los huracanes se debilitan cuando tocan tierra porque ya no se pueden alimentar de la energía proveniente de los océanos templados; sin embargo, a menudo avanzan bastante tierra adentro causando daños por la lluvia y viento, es el caso de municipios del estado de Veracruz y la Sierra Norte y Nororiente de Puebla con graves afectaciones en viviendas, obras de infraestructura, caminos, árboles, siembras agrícolas, incomunicación, apagones, inundaciones y lamentables pérdidas humanas. Por fortuna, también generan beneficios a los ecosistemas, la recarga de aguas subterráneas y superficiales.
Se estima que la actividad humana es responsable de más del 30 por ciento en el aumento de la intensidad de los huracanes, y aun así se sigue promoviendo la economía del petróleo y construyendo ciudades en zonas costeras, ganando tierra a ríos y mares, destruyendo deltas y manglares que forman una barrera natural contra inundaciones y huracanes, caso sureste de México.
El calentamiento global abona a la intensidad de los huracanes, hasta ahora no hay consenso para frenarlo. Con los líderes mundiales que toman las decisiones, y los dueños de los grandes capitales que no están dispuestos a disminuir sus ganancias para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, se agrava el deterioro del planeta. Es posible que en el corto plazo, estos fenómenos naturales, que hasta ahora son inevitables pero necesarios, intensifiquen sus efectos de la mano con otros fenómenos opuestos como prolongadas sequias en el verano, incendios, desertificación de los suelos, contaminación del agua, daños a los bosques, la agricultura y ganadería, baja disponibilidad de agua para consumo humano y escases de alimentos.
Solo resta el no desistir con el plan global contra el calentamiento; y en lo local asegurar que las políticas públicas acompañen la transformación de la economía hacia un consumo bajo de carbono.