Las relaciones de género, en el marco del capitalismo heteropatriarcal, han ubicado a las mujeres en condiciones de disparidad y opresión. Las relaciones de poder en el hogar, en los espacios educativos, laborales y comunitarios y en la esfera pública y política, están enmarcadas en prácticas de violencia de género, sutiles o explícitas.
No deja de sorprender que en un país donde la violencia de género y los feminicidios van al alza, tenga, por primera vez en la historia, a dos mujeres en contienda por la presidencia de la república. No me interesa analizar la forma en que hemos llegado a este punto, puesto que escribo desde la distancia, y me he perdido algunos detalles del proceso. Pero quiero explorar las posibilidades de lo que esto puede representar para los procesos democratizadores, y por la equidad de género en el país.
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Por mucho tiempo se ha enfatizado en que no es suficiente contar con paridad representativa en los espacios de toma de decisiones, puesto que ha resultado evidente que, aunque las cuotas de género sean cubiertas, esto no ha significado cambios sustantivos en las relaciones de poder entre géneros en los diversos espacios de la vida social.
El fortalecimiento de la participación de las mujeres en diversos ámbitos de toma de decisiones, debería impactar de forma positiva en la calidad de vida y bienestar de las mujeres, sin embargo, en el binomio prevaleciente enmarcados en la violencia de género, ha dejado fuera la reflexión, formación y transformación en torno a la responsabilidad de los hombres y de las prácticas patriarcales en los procesos de opresión.
La forma en que se prioriza la acumulación de capital por sobre el cuidado de la vida, y que ha legitimado, producido y reproducido múltiples formas de violencia, exige transformaciones profundas que hasta el momento no han sido posibles, ni intencionales.
Independientemente del resultado electoral, México tiene una oportunidad que no debe dejar pasar para comprometerse a realizar cambios profundos que favorezcan procesos democratizadores de género y bienestar.
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La democracia de género, es un concepto que ha sido explorado en diversas regiones, y que puede convertirse en una estrategia con diversos abordajes que favorezcan el fortalecimiento de las mujeres para construir sociedades más justas y equitativas, a partir de incluir acciones para la sociedad en su conjunto, ya que no basta con que las mujeres estén fortalecidas, si se mantienen las barreras estructurales que limitan su participación. Si los hombres son parte del problema, deben ser parte de la solución. Las masculinidades deben ser repensadas, la equidad de género implica no únicamente el fortalecimiento de las mujeres, sino el desmantelamiento de todas las formas de opresión patriarcal.
Tenemos un escenario fértil para la democracia de género, con un amplio enfoque de todas las relaciones de género. Es urgente que los espacios de la vida social, cuenten con contenidos transversales por la equidad de género y la igualdad sustantiva. Cuidado de la naturaleza y por el bien común.