En la exposición Calaveras y catrinas, un centenar de grabados, estampas, hojas volantes, periódicos y libros dan cuenta de la genealogía visual de la calavera que hoy, convertida en catrina, invita a celebrar la vida y la muerte, en una fiesta en la que no existen distingos y todos tienen cabida.
Abierta días atrás en la Galería de arte del Palacio municipal, la muestra reúne ejemplos que van del siglo XVIII al presente provenientes de varios acervos públicos -como la Biblioteca Palafoxiana- y colecciones privadas, que permiten entender por qué esta figuración forma parte de la identidad del mexicano.
Presentada como inédita y como parte del festival La muerte es un sueño que organiza el Instituto Municipal de Arte y Cultura de Puebla (IMACP), la exposición se divide en cinco ejes temáticos para ofrecer un extenso y rico recorrido visual de la presencia y la transformación de la calavera en la plástica nacional.
De paso, se inscribe en la celebración tradicional de Día Muertos que en 2008 fue inscrita en la lista del Patrimonio cultural inmaterial de la humanidad por la Unesco, y que representa una de las tradiciones vivas de mayor arraigo en el país, que incluso ha logrado traspasar fronteras.
En ella, la memoria de los fallecidos, el olor del copal, del cempasúchil fresco y de las ceras, la calavera aparece como una presencia inquietante: como una imagen descarnada de la muerte, que lo mismo puede blandir su guadaña que bailar al son de las jaranas.
Como se apunta en el texto de sala, “la imagen de la calavera en México ha adquirido varios significados con el paso de los siglos: de una efigie destinada a reflexionar sobre lo caduco de la vida y la muerte como fin inminente de todos los seres, se convirtió en un personaje festivo, popular, que a través de la sátira se burla de las vicisitudes y tragedias de la vida, o bien aparece como catrina que galantea entre los vivos con sus plumas y adornos”.
Se añade que este personaje ha sido delineado por varios artistas: Bolaños, Manilla, Posada y Rivera, así como creadores contemporáneos como Joel Rendón que continúan explorando las posibilidades plásticas de un elemento clave de la cultura popular mexicana.
Destaca que la exposición Calaveras y catrinas inicia con línea del tiempo ilustrada que parte de una escena del Códice Mexicanus, en el que hace 450 años un tlacuilo hizo el registro de la fiesta de Todos Santos y de fieles difuntos en un calendario, lo que representa “un claro ejemplo del proceso de unión de tradiciones que dieron origen a la Fiesta de muertos”.
Asimismo, se dedica un espacio a la obra y legado de José Guadalupe Posadas, a quien el artista de origen francés Jean Charlot, en su artículo Un precursor del movimiento de arte en México, el grabador Posadas, dijo que este era el creador del grabado “genuinamente mexicano, reflejo de las emociones, los dramas, las tragedias y lo pintoresco de México”.
De él, aparece su tradicional Catrina y sus calaveras que, como estampa, acompañaron periódicos como El Jicote, La Patria Ilustrada, y las múltiples hojas volantes en la que sus calaveras jocosas, sátiras y burlonas, así como las literarias, que fueron impresas para la festividad del Día de Muertos, las cuales adquirieron mayor fama.
Destaca aquella que apareció en una hoja de 1913 titulada Remate de calaveras alegres y sandungueras en la que, con un amplio sombrero adornado con flores y plumas, hace una sátira a lo que, renegando de sus humildes orígenes, buscaban aparentar su pertenencia a una clase social alta.
Esta calavera fue nombrada por el muralista Diego Rivera como “la garbancera” o “catrina”, en la Monografía de 400 grabados de José Guadalupe Posada de 1930, publicación en la que realizó el estudio introductorio. Su fama se acrecentó al incluirla como figura central en su mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, de 1947.
Resalta además la hoja volante Calaveras fifís pues es el único ejemplo superviviente de tiraje de un impreso donde aparece la reutilización de la placa original de Posada en 1918, cinco años después de la muerte de éste, y un año después de la muerte de su editor Antonio Vanegas Arroyo, director en Puebla de la imprenta El Hospital
Parte importante de la muestra, es la referencia al Taller de Gráfica Popular, el TGP, que en 1937 fundaron los artistas Leopoldo Méndez, Pablo O´Higgins y Raúl Anguiano, entre otros, para estimular la producción gráfica, que recuperó incluso la tradición de Posada y sus calaveras.
En Calaveras y catrinas se incluyen también ejemplos de los túmulos funerarios, elementos de arte efímero utilizados en los rituales y las exequias durante el virreinato y hasta el siglo XIX, que en Puebla fueron construidos, por mencionar sólo uno, para sepultar el corazón del obispo Pantaleón Álvarez de Abreu en 1764, en el convento de Santa Rosa de Lima.
De paso, se muestran ejemplos de las publicaciones de corte humorístico publicadas durante la Independencia que dejaban ver la lucha entre conservadores y liberales, así como la censura que pesaba sobre la prensa y que logró librarse gracias a estas, las primeras calaveritas que, con el tiempo, ayudaron a consolidar el Día de Muertos y su verbena.