Si quieres tener dominado a tu vecino, endéudalo una y otra vez con préstamos prendarios cuantas veces te lo solicite, al fin tu pondrás las condiciones; entonces, lo tendrás sometido a tu voluntad y capricho.
La frugalidad es una forma de vivir inteligentemente con tu nivel de ingresos, lo que implica ser prudente, ahorrativo y económico. Una persona frugal es cuidadosa al gastar e invertir, y no se deja llevar por las falsas necesidades. Vivir frugalmente no es vivir al borde de la miseria, sino con lo necesario y estar conforme con ello. Por su parte, la austeridad consiste en renunciar a gastar dinero en cosas de las que se puede prescindir. En el ámbito político, la austeridad se refiere a la racionalidad del gasto gubernamental (hacer más con lo mismo) para evitar el déficit público.
La frugalidad es un estilo de vida que se elige como persona o familia; mientras que la austeridad es una política de Estado que puede imponerse para limitar una crisis, como la deuda soberana o la crisis financiera; mientras que la frugalidad es voluntaria, virtuosa y positiva, en tanto se disponga de ingresos permanentes, aunque modestos. Ante múltiples carencias de millones de hogares mexicanos, la frugalidad no tiene cabida, los ingresos son tan bajos que no satisfacen las necesidades básicas, y se traduce en pobreza.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud Financiera 2023, realizada por el INEGI y publicada en junio de 2024, en cuanto al nivel de bienestar financiero, el 17.8 por ciento de las personas de 18 años y más presentó un nivel alto; 31.4 por ciento, un nivel medio alto; y 50.8 por ciento, un nivel medio bajo o bajo. El 48.4 por ciento dijo sentir preocupación de que las deudas se acumulen; y 16.1 por ciento consideró que su nivel de deuda era alta o excesiva. Un 36.9 por ciento de la población se encontraba en un nivel alto de estrés financiero; 34.6 por ciento, en un nivel moderado; y 28.5 por ciento, en un nivel bajo o nulo. A consecuencia del estrés financiero, 34.9 por ciento de la población, reportó experimentar algún malestar físico, como dolor de cabeza, gastritis, colitis o cambios en la presión arterial.
En temas de seguridad financiera, 45.9 por ciento de la población mencionó que casi nunca o nunca le sobra dinero al final del mes. Además, 34.6 por ciento expresó tener poca o ninguna capacidad para hacer frente a gastos inesperados. Respecto al control financiero, 56.1 por ciento declaró que poco o nada asegura su futuro financiero. Asimismo, 52.7 por ciento manifestó sentir poco o nada de tranquilidad respecto a la suficiencia de sus ahorros.
Las personas experimentan preocupación al enfrentar situaciones financieras; Un 38.8 por ciento señaló sentir mucha preocupación al momento de pedir un préstamo. Por su parte, 45.4 por ciento dijo preocuparse mucho por los gastos imprevistos; y 48.4 por ciento por la acumulación de deudas.
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En cuanto a la capacidad de ahorrar, el 52 por ciento de la población mexicana mayor de 18 años tiene algún tipo de ahorro. Los ahorros son generalmente pequeños, y la mayoría de las personas tiene ahorrado lo equivalente a una quincena de su salario. Solo el 8 por ciento de la población tiene ahorrado más de tres meses de su ingreso mensual.
Los datos antes referidos permiten conocer el impacto de las dificultades económicas, las preocupaciones más comunes y el estrés asociado con la situación financiera de millones de mexicanos que van al día o viven con escases. El ahorro, el endeudamiento, la suficiencia de ingresos, el manejo del presupuesto, la planificación financiera y la inversión, son prácticas que inciden en el bienestar financiero y el estado de salud.
Ahora, ¿qué sucede con los recursos del erario público? La Ley de Disciplina Financiera de las Entidades Federativas y los Municipios, establece que las entidades federativas y los municipios deben administrar sus recursos con eficiencia, moderar el endeudamiento, reducir el costo de financiamiento, entre otros. En el ámbito federal, la Ley Federal de Austeridad Republicana, regula las medidas de austeridad que debe seguir el gasto público federal; sin embargo, en todos los casos, a nivel local y federal, las deudas cada año se incrementan y se vuelven impagables.
A diario se habla del combate a la corrupción en la administración pública local y federal, pero no hay ni un pez gordo detenido. Se eliminaron siete organismos autónomos federales señalados de corrupción, pero al día de hoy no hay ni un detenido ni procesado. El combate a la corrupción se ha convertido en una retórica complaciente de la clase política y con pocos resultados, incluso con retrocesos en materia de transparencia. No es moral usar al Ejército para justificar la opacidad, toda obra pública debe sujetarse a la trasparencia y rendición de cuentas. Gobernadores en turno, que ponen a un subordinado al frente de la Función Pública y los Órganos de Control, al final todo queda entre amigos con un perfecto cierre de cuenta pública, pero dejando deudas que van de los 10 mil mdp a los 65 mil mdp. En cuanto a los alcaldes, muchos terminan como empresarios.
El endeudamiento público cada día ahoga al patrimonio de las entidades públicas, las instituciones se siguen adelgazando, persisten las carencias de insumos y bienes materiales, los servicios públicos son escasos y de mala calidad, el sistema de salud es deficiente, carreteras locales y federales en mal estado, adjudicaciones directas que desplazan a las licitaciones públicas y con precios sobrevaluados.
¿Qué sentido tiene endeudarse si las carencias prevalecen, incluso van en aumento? ¿Qué sentido tiene aplicar nuevos impuestos a la iniciativa privada que al final lo trasfieren a la población? Si entregar apoyos directos a través de programas sociales implica seguirse endeudando, es importante hacer un alto y elaborar una reingeniería a la política social. Es necesario que la población joven genere riqueza, los incentivos deben direccionarse al desarrollo de capacidades y en inversiones productivas bajo el esquema de economía social o familiar, de tal manera que, contribuya a crear nuevos empleos autosuficientes y el ingreso se distribuya con mayor equidad.
Si la frugalidad es una forma de vivir inteligentemente con el nivel de ingresos familiares, el gasto público debiera ser más que austero, frugal. Y como dice el viejo adagio “Es preferible andar a pie, que, con caballo prestado, porque al final, quedarás endeudado”.
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