Desde el Foro cultural Karuzo, la rasgueante guitarra y la voz de Arturo Muñoz “Carcará” abrieron la puesta en escena Feo desde el nido, un proyecto apoyado por la convocatoria Espacios Escénicos Independientes en Resiliencia de la Secretaría de Cultura federal, que llama a aceptarse y liberarse de prejuicios.
Desde el escenario, con la transmisión en vivo a cargo de Alpha Marketing Digital y el sonido de Sala Fénix, fue estrenada esta pieza que cuestiona lo que la mayoría entiende por “normalidad” y se avienta a decir, en medio de una pandemia como el Covid-19, que es buen momento para replantear y cuestionar lo establecido, proponiendo que esta misma anormalidad es un momento de libertad y de posibilidad.
Con careta de protección en el rostro, en el escenario aparecieron Itzell Sánchez -también gestora y directora de la puesta-, Susana López y Celeste Tamayo, para comenzar con esta pieza que es una dramaturgia de Susana Valdez Martínez, basada en el cuento clásico infantil El patito feo.
Con la coreografía de Josué Nieva y la musicalización original de Arturo Muñoz que cuenta con la batería de Javi Carrasco, una pata llamada doña Mago cuida a sus huevos al ritmo de “cuá, cuá, cuá”, en una escena en la que se evidencia el cansancio de estar empollando y la ausencia de un padre.
Por fin, nacen los patitos ante la alegría de doña Mago, quien se pregunta por qué uno de los huevos, el más grande de ellos no se rompe, hasta que por fin emerge un ave de plumaje negro, que apenas puede sostenerse en pie. “Qué picote, qué patotas, que patas tan feas y que sonso”, le dicen al pato recién nacido, comparándolo con los otros que están “chulos, excelentes y triunfadores”.
Pasado el tiempo, otros pájaros, entre ellos ruidosas cacatúas y zigzagueantes colibríes, le siguen diciendo “feo y raro”, mientras lo excluyen acusándolo de inútil y criticándolo por su aspecto físico.
En la escena, que cuenta con el diseño de Chiras Pelas, la iluminación de Ángel Ledezma, el maquillaje de Castiel Mérigo, y las ilustraciones, escenografía y utilería de Conejo Muerto, la burla no solo es de los niños sino de los adultos que recalcan la ausencia de su padre, y de lo que “tiene que soportar” su madre: la pérdida de “la juventud, la figura y la libertad”,
La presión hace que el patito huya, se aleje y ya en soledad, en el estanque nocturno, se encuentre con otros que aparentemente lo aceptan hasta que inicia la temporada de patos, o con quienes le untan una fragancia para embellecerlo, la Coco de chantillí.
Nuevamente solo, el patito pasa el invierno, congelado y aparentemente muerto, hasta que es encontrado por una mujer que lo rescata y lo lleva hasta su casa no para cuidarlo, sino para cocinarlo, hasta que logra huir.
Llegado el tiempo, el patito de plumaje negro comienza su transformación: se despoja de lo que le estorba para obtener algo más preciado que la belleza: el aceptarse a sí mismo y obtener su voz.
“Si te miré es que soy tu reflejo. Si es que lloré, que no te sea ajeno este dolor, tu propio dolor. Si caminé y no me fui volando es que me encontré abajo, muy abajo y el cielo esperó. Porque al nacer, por feo fui marcado, feo moriré así que estoy curado, nada que temer, nadie a quien complacer, hasta que miré mi propio reflejo recuperé. No soy igual a ellos: mi propio color, mis propios sentimientos, mi propio color, mis propios sentimientos”, canta aceptando quien es.
Así, al tono del mejor rock, el patito feo acepta que tiene su propio camino, su propio destino y su propio latido, mientras entona a todo el pulmón: “Feo, feo desde el nido”.
Destaca que Feo desde el nido es un montaje que tiene un equipo colaborativo coordinado por el colectivo Acción Directa Autogestiva, el cual trabaja en la creación colectiva, comunitaria y multidisciplinaria. El reto fue generar un proyecto en esta época de pandemia y de incertidumbre, que requirió un trabajo virtual de mucho tiempo, de bastantes ensayos y exploraciones.