Era 2011, julio, si no me equivoco. Me encontraba cursando el primer año del Doctorado en Estudios Mesoamericanos por la UNAM y unos compañeros y yo – los entrañables Rafael Flores Hernández e Iván Lina Ramos- viajamos de visita de campo a Chiapas. Como parte del itinerario, realizamos un intercambio académico con estudiantes y profesores de la Escuela de Arqueología de la Universidad de las Ciencias y las Artes de Chiapas cuya sede en ese momento se encontraba en una casa del centro de Chiapa de Corzo. Recuerdo que iba bastante ilusionado pues conocería en el lugar a la directora de la Escuela, la arqueóloga Fanny López, nada más y nada menos que la descubridora de la “Reina Roja”, emblemática mujer recubierta en cinabrio y que los expertos coinciden en que se trata de la esposa del mítico K’inich Janaab’ Pakal, ajaw que gobernó Palenque- Lakamha’ del 615 al 683 d.C. Años atrás había leído el libro “La Reina Roja. El secreto de los mayas de Palenque” (2006) de la periodista Adriana Malvido, que fue enviada en 1994 a Palenque por La Jornada, a invitación del Gobierno Federal, para documentar el importante hallazgo realizado por Fanny que estaba en el equipo del entonces encargado de las excavaciones, el arqueólogo Arnoldo González. Ella misma agudamente relata que Salinas de Gortari buscaba opacar -de manera más que ingenua- con el hallazgo el movimiento zapatista que acaba de aparecer en la zona. Por supuesto que la lectura de ese libro me emocionó bastante y, por tanto, el encuentro con Fanny tenía gran significación para mí. Y he de decir que fue una experiencia sumamente grata y enriquecedora. Puedo decir que Fanny no sólo es una mujer encantadora, sino que es una arqueóloga capaz, conocedora del ámbito y de la región y una estupenda anfitriona. Escribo estas líneas ahora, pues recientemente Fanny fue galardonada, según aparece en una nota de La Jornada, con la “Medalla Rosario Castellanos 2024, que otorga el Congreso del estado de Chiapas a mujeres y hombres distinguidos en las artes, la ciencia, la humanidad; además, se le impuso la virtud en grado Eminente por el gobernador Rutilio Escandón, en sesión solemne e histórica por tratarse del 50 aniversario luctuoso de la literata chiapaneca”. Se trata de un reconocimiento a la trayectoria de la arqueóloga; sin embargo, busca ser también un homenaje a las mujeres que se integran a la investigación y la enseñanza en las humanidades y en la ciencia en general. “Tal descubrimiento arqueológico – continúa la nota- tiene un tanto de discriminación de género del oficio también de tinieblas (parafraseando a Rosario Castellanos, porque trabaja bajo tierra), pues López Jiménez recordó ante los asistentes a la sede del Congreso, que defendió la identidad de la mujer de los restos por encima de la opinión contraria de sus pares, porque la tumba correspondía a una dinastía de hombres. Les dijo: Pues será el sereno, pero para mí que es mujer, y así confirmarían después los estudios realizados por el antropólogo físico Arturo Romano”.
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Vale la pena comentar algunas cosas que se han sucedido desde el importante hallazgo de Fanny. De acuerdo con el capítulo de libro “La Reina Roja de Palenque. Una mirada bioraqueológica”, incluido en el libro “Tortuguero y el Año de los Mayas” (2012), escrito por Vera Tiesler, Andrea Cucina y Arturo Romano Pacheco, “la “Reina Roja” puede ser la señora Tz’akbu Ajaw, quien según la información escrita, falleció en 672 d.C., poco menos que once años antes de su esposo Janaab’ Pakal y unos años antes también del tercer hijo que se le atribuye en las inscripciones: Tiwol Chan Mat. (…) Al lado de la iconografía palencana hay otras líneas de evidencia —un estudio de ADN que se realizó en la Universidad de Lakehead, Canadá, y otro de fechamiento por radiocarbono – que son consistentes con nuestra interpretación, al tiempo que rechazan al posibilidad de que la ‘Reina Roja’ haya correspondido en vida a las otras identidades aquí examinadas, o aquella de una antecesora que subió al trono unos cien años antes de que falleciera Janaab’ Pakal; se trata de la señora Yohl Ik’nal, cuyo mandato duró más de veinte años, de 583 d.C. a 604 d.C.; Martin y Grube 2008)”. En una elocuente narración, Mercedes de la Garza, Guillermo Bernal Romero y Martha Cuevas García, en el libro “Palenque -Lakamha’. Una presencia inmortal del pasado indígena”, nos dicen que “el 19 de marzo de 626, ocurrió un acontecimiento crucial en la historia dinástica local. Ese día llegó a Lakamha’ una mujer llamada Ix Tz’ak-b’u Ajaw. ¿El motivo de su viaje? Contraer nupcias con K’inich Janahb’ Pakal, quien cuatro días después cumplió 23 años de edad. Ella pudo haber tenido alrededor de 13 años”. Más adelante, siguiendo con el mismo libro, se consigna la muerte de la señora Tz’ak-b’u Ajaw, el 13 de noviembre de 672. “La esposa de Pakal fue sepultada en la cámara central del Templo XIII- sub o de la Reina Roja. (…) El cuerpo de la señora Tz’ak-b’u Ajaw fue ataviado con un ajuar funerario compuesto de collares, brazaletes, una diadema y otros ornamentos de jade, además de una máscara formada con placas de malaquita, que retrata de manera fiel el rostro de la reina. Junto a su cabeza fue colocada una concha Spondylus, dentro de la cual fue puesta una estatuilla femenina de piedra caliza, muy posiblemente una representación de Tz’ak-b’u Ajaw en el inframundo”. Por supuesto, el cuerpo completo fue embadurnado con cinabrio, mineral de color rojo de importante sentido funerario e inframundano, que se impregnó en los huesos de la difunta, por lo que recibió su mítico nombre. Nada de esto se sabría si no es que se da el descubrimiento de Fanny que contribuyó a extender y multiplicar lo que se conoce de la relevante ciudad del Clásico maya.
Allá por 2021 realicé una visita a Palenque- Lakamha’ y conversé con algunos de los trabajadores de la zona quienes me comentaron que ellos en su momento fueron excavadores y que habían participado en el afamado descubrimiento junto con Fanny. Recuerdo con agrado que se referían a ella con aprecio y reconocimiento, mismo que ahora prodigo a ellos también, pues gracias a todos esos trabajadores anónimos, los arqueólogos como Fanny y como González, logran hacer su trabajo. Como lo dije líneas arriba, el galardón otorgado a Fanny debe ser entendido como el reconocimiento a infinidad de mujeres, que como Rosario Castellanos, han trabajado tanto como cualquiera y se han visto opacadas por autores y arqueólogos “más relevantes”. Fanny se pregunta, según testimonia la nota de La Jornada “¿por qué cuesta tanto trabajo admitir que una mujer es tan capaz o más que cualquier hombre? Ya quisiera ver a un profesionista hacer lo mismo que una mujer y además encargarse de hijos, del hogar, de gestionar la vida emocional de la familia y de desvelarse cuidando a viejos y enfermos. (…) A ver, ¿por qué? Parece mentira que no podamos darnos cuenta de que las mujeres constituimos el eslabón más fuerte y el más débil de la sociedad. Más fuerte, porque sobre nuestra energía, inteligencia, capacidad, empatía, tenacidad y creatividad ha recaído, históricamente, la tarea de llevar a cabo la reproducción de la familia, de la sociedad, de la vida. (…) Más débil, porque nuestras necesidades han sido invisibilizadas, ignoradas, minimizadas y escatimadas, en lo particular y en lo general, en lo público y en lo privado, por los individuos y los Estados, las instituciones y los gobiernos”. Sé que aquellas y aquellos lectores más conservadores y acaso fastidiados ya por los discursos de género torcerán los ojos en demostración de hastío, pero es necesario recordar que no es fácil ser mujer en ningún ámbito de la vida de nuestras sociedades, occidentales o no. La arqueología no es la excepción. A Fanny, junto a muchas otras mujeres trabajadoras, talentosas y capaces, se les han escamoteado sus logros por el simple hecho de ser mujeres; se les resta mérito argumentando que han llegado a donde han llegado gracias a sus atributos físicos, nunca mentales, en una clásica y detestable práctica machista, incluso perpetrada por otras mujeres. ¿A cuántas mujeres en la ciencia se les ha relegado a ser asistentes del investigador, siendo que ellas hacen el trabajo? O, ¿a cuántas las han pasado a segundo nombre o de plano las han borrado de libros o artículos científicos? ¿A cuántas les han dicho que se deben sentir “afortunadas” por estar cerca de tal o cual “lumbrera” de la ciencia, santón indiscutible al que siempre alguien le ha arrastrado el lápiz, le ha puesto orden en sus documentos y le ha dado ideas que ha empleado como propias? Sí, muchas que leen esto se saben entre esas mujeres y muchos machirrines científicos, investigadores y académicos se han de identificar entre esos otros malandrines que sólo por el hecho de haber nacido hombres creen que se encuentran por encima de sus colaboradoras. Celebro en verdad el reconocimiento a Fanny que llega en buen momento. Recuerdo que emocionado también fui a ver una pequeña exposición temporal en el Templo Mayor donde se exhibía una réplica de la tumba de la Reina Roja y descubrí, con bastante desagrado, que Fanny no figuraba en ninguna parte de la narración de la exposición, como si al quitarla se borrara su participación en el hallazgo. Pues los que quedaron “payasos”, como dicen los jóvenes, fueron ellos. Queda sellado a partir de este sentido homenaje el nombre de Fanny López Jiménez a la Reina Roja de Palenque, les guste o no. ¡Enhorabuena Fanny!
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