“Escribo desde niña. Siempre andaba para todos lados con mi libreta. Pero pensaba que todo el mundo lo hacía. Escribía antes de acostarme y al levantarme. Y durante el día. Pero lo tomaba como algo natural, no creía que eso era ser escritora”, dijo alguna vez la poeta y artista plástica Raquel Olvera, quien falleció el pasado lunes 15 de enero, en su natal Chignahuapan.
Nacida en septiembre de 1966, la también escritora, docente, coordinadora de talleres y promotora cultural mexicana deja un legado literario prolífico contenido en poemarios como La dulce queja, La música de no entender, El noveno río, Al filo del azar, En boca de otro, Fundió la nivele el sol y Mentiras, entre otros, así como novelas como La Inmaculada.
Raquel Olvera estudió grabado en La Esmeralda e hizo estudios de grado en Artes Plásticas en la Universidad de Artes, además de estudios de docencia en Artes Plásticas en el Instituto de Artes Visuales y en la Facultad de Artes Plásticas de la Universidad Veracruzana en Xalapa.
Estudió con los poetas Ignacio Betancourt, Francisco Hernández, Eduardo Milán, Dolores Castro (Premio Nacional de Ciencias y Artes 2014) y Felipe Garrido.
Fue maestra de artes plásticas y literatura desde hace 30 años, además de becaria del Programa de Apoyo a Jóvenes Creadores (1998-1999); ganó el Premio Artes por Todas Partes del Gobierno del Distrito Federal (2005); y fundó el colectivo Poético Cardo y el grupo Salvajes, Locos, Niños y Poetas.
Impartió talleres de escritura para el entonces Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Puebla, la Secretaría de Educación Pública de Puebla, la Casa de Leescribir, así como en cárceles bajo el programa Seguimos Leyendo de la Fundación Alfredo Harp Helú, en Oaxaca.
Su obra ha sido traducida al inglés, al francés, al italiano, al alemán y al náhuatl, e incluso fue directora del programa de radio Destino de Aire que fue trasmitido por la Universidad Autónoma de Chapingo.
En el sitio Círculo de Poesía, se recuperan un par de entrevistas realizadas por el periodista cultural Moisés Ramos a Raquel Olvera: sobre la razón que la hizo “exiliarse” de Puebla, tras un hecho pictórico que giró en torno a la censura, de sus primeros saltos en la poesía, sus temas, su obra y su labor de formación, además de ejemplos de su poesía.
“El primero que me publicó poesía fue Humberto Sotelo, en Puebla; fue mi primer tutor literario. Él me puso ‘La rancherita ilustrada’ (soy originaria de Chignahuapan); me publicó en una revista que él dirigía: Puebla Mágica. Debe haber sido por ahí del 91 o 92. Entonces firmaba como Raquel Huerta. Mi primer libro fue En boca de otro; me lo publicó la editorial Xilote en el DF, en 1996. Ya había estado dos años en el taller de Ignacio Betancourt y tal vez el primer año con la poeta Dolores Castro.
”¿El erotismo…? En pintura y en poesía siempre me interesaron todos los temas. De hecho, cuando ‘me fui’ de Puebla el erotismo no era un tema para mí. El erotismo era y ha seguido siendo como una parte de lo que soy, de lo que somos todos”, dijo la autora poblana en aquella entrevista.
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